En la España democrática también hay esclavas: diario de la mujer de un yihadista

En la España democrática también hay esclavas: diario de la mujer de un yihadista
Foto: Getty

Las investigaciones policiales españolas no sólo revelan amenazas de atentados yihadistas. Descubren cuál es la principal víctima del islamismo radical: la mujer. Lo acredita un diario requisado a una española casada con un yihadista, al que ha tenido acceso este medio. Una española que vivía en España pero su vida no difería de la de cualquier esclava yihadista en Siria. Narra un horror diario de prohibiciones. Este diario omite todo dato que pueda identificar a esta víctima para impedir que sufra cualquier represalia por parte de los seguidores de esa religión cuyos excesos denunciaba en secreto cada noche en su cuaderno.

El horror al que accedieron los agentes cuando fue capturado el marido de Sara Mendoza (nombre ficticio para protegerla) los hizo compadecerse de la mujer. “La ideologia radical salafista que profesa Mohamed [nombre ficticio], se basa en vivir su religiosidad con la máxima adscripción al estilo de vida del profeta Mahoma, tal y como se sabe que vivía en su época histórica, lo que le lleva a conducir su vida con ciertas peculiaridades».

«Algunas de esas peculiaridades —detallaba el informe— llegan a causar sufrimiento en su entorno más intimo como, por ejemplo, es el hecho de no poder ir al cine porque la exhibición de la imagen es pecado para él. Tampoco escuchar música profana o comer fuera de casa, lo que hace en contadas ocasiones ante el temor de consumir comida no halal (permitida)!”.

“Buena prueba de lo arriba descrito, y del sufrimiento que causa a su mujer, son los párrafos manuscritos por ella en agendas que rellena como grito silencioso de su situación a modo de diario, y que se aprehenden durante el registro”, agregaba el policía.

Las prohibiciones

Lo que sigue es un extracto del diario de Sara, de las innumerables prohibiciones que debía cumplir cada día de su cautiverio. El retrato del «machismo patológico” que sólo se atrevió a denunciar a escondidas en su diario. A veces, incluso, anotaba repetidamente las mismas prohibiciones.

-No celebra la nochevieja.
-No quiere ir al cine con los niños porque las imágenes son pecado.
-No quiere ir a la piscina con los niños ni a la playa. Yo tampoco puedo, hay gente desnuda.
-Los niños no pueden leer libros en español delante de él —sólo árabe— dice que ya aprenden suficiente en la escuela.
-No puedo tener fotos expuestas en casa por la misma razón que el cine.
– No puedo ir a ninguna cafetería o restaurante. No es halal, está prohibido.  
-No se puedo escuchar música, también prohibido.
-No puedo poner figuritas ni rostros esculpidos en la casa .
-No puedo poner fotos.
-No podemos ver películas.
-No podemos escuchar música.
-No podemos ir al cine.
-No podemos ir a la piscina.
-No podemos ir a la playa.
-Mi ropa dentro de la casa no puede ser corta porque es malo que la vean los niños
-No puede recortarse la barba.
-Siempre estar leyendo libros religiosos, que son los que pueden leer los niños.
-No puedo tener amigos hombres.
-No le gusta que quede con mis amigas.
-Dice que mis hijos siempre han estado solos porque trabajo fuera de casa.
-He guardado o roto todas las fotos en las que aparece él o su familia.
-No le gusta la ropa que me pongo. Incluso alguna vez me ha dicho que hay cosas que no debo ponerme.
-Les abre a las niñas las persianas de sus habitaciones para que la luz las despierte y se levanten antes los fines de semana.
-No se pueden utilizar perfumes pues llevan alcohol. Sólo los que él compra. Tampoco desodorantes.
-Lleva barba y no se la recorta porque es haram, pecado.
-No le gusta que vaya de noche a llevarle un broche a Pilar a su casa.
-Me ha dicho que le tendí una trampa al quedarme embarazada y ha puesto en tela de juicio que uno de mis hijos sea suyo.
-Son aproximadamente las 8 de la tarde. Me han traído los libros para los niños. Los libros de Geronimo Stilton, libros de dibujos infantiles. Me ha dicho que los niños no necesitan leer estos libros, que con el colegio tienen suficiente. Porque estos libros, como todos los que no son de su religión, no dicen más que mentiras. Todo ha sido gritando, por supuesto. Yo no lo aguanto más, es un machismo patológico tal al que estoy sometida que es imposible seguir.
– Estábamos cenando y mi hijo dijo: ¡Madre mía! Él le dijo que qué tipo de expresión era ésa, y yo le dije que era una expresión de su madre, que yo la utilizaba y por eso el niño también la utilizaba. Empezó a gritarme diciendo que siempre me metía cuando hablaba con los niños, dejó de comer lo que estábamos cenando y cuando terminamos los niños y yo, se hizo otra cena y cenó.
-No quiere dejarme salir sola de casa a devolver un libro a la biblioteca, obligó a mi hijo a venir conmigo alegando que era de noche.
-No quiere felicitar a mi hijo por su cumpleaños porque ellos no celebran cumpleaños.
-Mi hijo ha suspendido música pues no puede estudiar en casa, no puede escuchar música.

Sara anotó así, día a día, las innumerables acciones ordinarias que tenía prohibidas en un país democrático como España donde, al menos en su caso, la Constitución no vale de nada. Ahí está su testimonio, totalmente fuera de cualquier vigilancia por violencia de género. Alejado del interés de las ONG que viajan al Magreb para estudiar los derechos femeninos. Este es el infierno de Sara y de muchas más mujeres que están atrapadas en realidades parecidas.

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