El podemita Jaume Asens sacó de la cárcel al jefe yihadista del imán de Ripoll alegando torturas

Jaume Asens, cuarto teniente de alcalde de Barcelona y cabeza de lista de Podemos por Barcelona el 28A.
Jaume Asens, cuarto teniente de alcalde de Barcelona y cabeza de lista de Podemos por Barcelona el 28A.

El teniente de alcalde del Ayuntamiento de Barcelona Jaume Asens logró que el Supremo absolviera al jefe de la célula yihadista de Vilanova i la Geltrú detenido en 2006, Mohamed Mrabet Fahsi, alegando que había sido torturado por la Guardia Civil.

Gracias a esta artimaña, Mrabet pudo abandonar la prisión y comenzó a ejercer como imán de la mezquita Al Furkan, a pesar de que la Audiencia le había considerado el máximo responsable de una red que reclutaba a jóvenes musulmanes (en la misma mezquita) para enviarlos como terroristas suicidas a Siria, Afganistán e Irak.

En la actualidad, Jaume Asens es responsable de Derechos Humanos de Podemos, columnista del diario podemita Público y uno de los hombres de confianza de la alcaldesa Ada Colau en el Ayuntamiento de Barcelona.

Cuando fue detenido en la operación Chacal, Mrabet compartía piso en la calle Lepanto de Vilanova i la Geltrú con el imán de Ripoll Abdelbaki Es Satty, considerado el cerebro de los atentados de Barcelona y Cambrils. Junto a ambos, había residido en la misma vivienda el argelino Belgacem Bellil, quien viajó a Irak para perpetrar un atentado suicida en el que murieron 19 italianos y nueve iraquíes.

Denuncia ante Amnistía Internacional

Ya durante la instrucción de la causa, el concejal Jaume Asens alegó que su cliente había sido torturado por la Guardia Civil y que las escuchas telefónicas que habían permitido iniciar la investigación carecían de autorización judicial.

En cuanto a las supuestas torturas, Asens remitió una denuncia a Amnistía Internacional en la que explicaba que los agentes de la Guardia Civil irrumpieron de madrugada en la vivienda de Mohamed Mrabet Fahsi, tras echar la puerta abajo, le amenazaron con un arma y le insultaron.

Luego le condujeron en coche, con los ojos vendados, hasta la jefatura de la Guardia Civil en Madrid, donde «lo trataron de manera amenazadora, agresiva e insultante». Según la misma denuncia, le obligaron a desnudarse y le dirigieron frases como: «Te hemos fastidiado la fiesta del cordero, ¿no, maricón?».

También denunció que, durante un interrogatorio, su cliente «se desmayó y no recuerda qué le preguntaron. Oyó el sonido de un aerosol, y cree que lo drogaron». Por último, aseguró que durante el tiempo que estuvo incomunicado los agentes de la Guardia Civil «daban golpes y patadas en loas puertas de los calabozos, e insultaban y amenazaban continuamente a los detenidos».

Los frutos del árbol envenenado

Unas escuchas telefónicas ordenadas en la investigación sobre los atentados de Casablanca —ejecutados por el mismo grupo salafista— habían permitido detectar la actividad de la célula yihadista dirigida por Mohamed Mrabet Fahsi en Vilanova i la Geltrú.

Sin embargo, durante la instrucción de la causa, Jaume Asens y los abogados de otros detenidos alegaron que la primera intervención telefónica carecía de autorización judicial. En el sumario sólo aparecía una prórroga de los pinchazos telefónicos, por lo que la Audiencia Nacional se vio obligada a anular todas las conversaciones grabadas, y todas las pruebas que se habían obtenido a raíz de ellas.

Pese a esta limitación, la Audiencia Nacional condenó a Mrabet y a otros tres detenidos a una pena de entre cinco y siete años de cárcel, por un delito de integración en organización terrorista. Sin embargo, Jaume Asens y el resto de abogados de la defensa recurrieron la sentencia ante el Supremo alegando los mismos motivos: los pinchazos telefónicos habían sido ilegales y los condenados habían sufrido malos tratos.

En cuanto al primer motivo, el Supremo se vio obligado a aplicar la llamada doctrina de los frutos del árbol envenenado: no sólo anuló la transcripción de las conversaciones telefónicas, sino la totalidad de las pruebas obtenidas gracias a ellas.

De este modo, las únicas pruebas que sustentaban la acusación eran las confesiones de dos de los detenidos. También fueron anuladas, ante la duda de que habían sido obtenidas bajo presión: la investigación policial se vino abajo y todos los acusados quedaron absueltos. Incluyendo el jefe de la célula yihadista que había compartido piso con el imán de Ripoll, fallecido el miércoles 16 de agosto cuando fabricaba explosivos en el chalé de Alcanar (Tarragona).

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