Rudolf Hess: el último prisionero nazi
La amistad que unía a Rudolf Hess y Adolf Hitler se ha documentado en muchas ocasiones. Muchos historiadores afirman incluso que el lugarteniente del Führer solía tener sus diferencias con el dictador, pero a lo largo de su carrera fue uno de los más allegados a la persona de Hitler.
Sin ir más lejos, Rudolf Hess fue el encargado de escribir las palabras que Hitler le iba diciendo para componer ‘Mi lucha’, a la postre, el manual por el que se rigió el régimen Nazi para organizar su Holocausto por toda Europa.
En el año 1987, Hess era el preso nazi más conocido, y el último de los altos mandos del Tercer Reich aún vivo. La mañana del 17 de agosto apareció ahorcado en la prisión de Spandau con 97 años.
¿Suicidio o asesinato?
Rudolf Hess fue condenado a cadena perpetua en los juicios de Nüremberg. Fue recluido en la prisión de Spandau, en Berlín, que se encontraba bajo la supervisión del Consejo de Control Aliado, y que estaba formado por representantes de Estados Unidos, Francia, Reino Unido y la Unión Soviética.
Hess era uno de los pocos mandos oficiales que había sobrevivido a la captura de los nazis. Hitler y Eva Braun se habían suicidado, al igual que su ministro de confianza, Hermann Göring y el de propaganda, Joseph Goebbels, que también se llevó por delante a toda su familia.
Hess impidió a su familia que lo visitaran en la cárcel durante sus primeros años en Spandau. Solo lograron verlo en diciembre de 1969 cuando ingresó en un hospital militar. Y es que Hess visitó durante su condena varias veces el hospital debido a su delicado estado de salud.
La controversia respecto a su muerte siempre ha sido motivo de estudio. Hess permaneció toda la condena en Spandau, vigilado por 600 guardias de la prisión. El día de su muerte, la versión oficial decía que se había suicidado, aunque antes de emitir el comunicado, el cuerpo de Hess fue trasladado sin escolta ni preparativos, y en el más absoluto secreto.
Su familia pidió varias autopsias ya que no estaban de acuerdo con el dictamen. Para ellos, Rudolf Hess no se había suicidado, y había sido víctima de un asesinato.
Varios datos apoyan esta teoría: el primero lo dio una enfermera que había cuidado de Hess durante sus últimos cinco años de vida. Esta aseguró que no se suicidó. El segundo fue la negativa de Margaret Thatcher de liberar informes relativos a las circunstancias de la muerte de Hess, algunos con la investigación oficial realizada por las Fuerzas Armadas británicas.
Rudolf Hess fue el último prisionero del nazismo que murió. Lo hizo después de 41 años en prisión.