Sofraga Palacio: la escapada perfecta con la que redondear el verano está en Ávila
Para culminar este verano de ensueño les propongo un plan perfecto de gastronomía y cultura en pleno centro de Ávila
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Las despedidas siempre son duras. Aunque de manera oficial aún queda, de manera oficiosa el verano dice adiós. Seamos realistas: aunque septiembre también pertenece al verano, ya no sabe ni huele a lo mismo que julio y agosto. Es el momento de volver a empezar, recuperar la rutina, decir adiós al divertimento y centrarnos en los quehaceres cotidianos. La rutina nos arrasa y no somos conscientes de que aún queda verano por delante. Sí, como lo oyen, contradigo a Amaral en su grandiosa canción —mi consejo es que no la escuchen si han terminado o están a punto de terminar las vacaciones— y sí quedan días de verano.
Aunque posiblemente, mis fieles lectores y un servidor tendremos que esperar hasta Navidad para disfrutar de otro gran período vacacional, no hay que desesperarse ni resoplar hasta que nos falte al aire. No frunzan el ceño, que a estas alturas las arrugas se marcan aún más, hay que conformarse con lo que el cosmos nos da, y son los amados fines de semana; esos nunca nos fallan. Y para esos dos días las escapadas son idóneas. Para culminar este verano de ensueño les propongo un plan perfecto de gastronomía y cultura en pleno centro de Ávila. ¡Qué más se puede pedir!
Dormir arropados por 1.000 años de historia sólo es posible en un país como España, en el que contamos con un patrimonio cultural formado por más de 300 Conjuntos Histórico-Artísticos. Uno de ellos es el casco antiguo de Ávila, inscrita en 1985 en la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco. Sofraga Palacio, un precioso hotel-restaurante boutique, es testigo directo de la excelencia patrimonial y cultural de la ciudad castellanoleonesa; está a los pies de la impresionante muralla medieval de Ávila –construida a finales del siglo XI– conservada íntegramente. En el siglo XVI, las casonas nobles que se encontraban junto a la muralla se adosaron al recinto defensivo.
Enclavado en la esquina noreste de la muralla, el hotel Sofraga Palacio ocupa uno de ellos: un palacio medieval cercano a la Puerta de San Vicente que perteneció durante generaciones a los Águila, familia muy influyente entonces en Castilla. La estructura y los rasgos históricos del edificio, completamente rehabilitado, se combinan con la tecnología y las comodidades más actuales; conserva muros de sillería, ladrillo castellano visto, artesonados de madera y balconadas. Y además cuenta con algo único y sorprendente: la piedra de la propia muralla de Ávila ejerce incluso como cabecero de algunos de los dormitorios y como pared de pasillos y salas, ya que está integrada en la estructura del hotel. Un escándalo. Con categoría de cuatro estrellas superior, dispone de 27 habitaciones exclusivas con vistas a la muralla, a la catedral, a la basílica de San Vicente y al propio entorno, con jardines y cedros centenarios.
Sofraga Palacio representa un plan perfecto como escapada de lujo accesible y, además, pone en valor la cocina abulense a través de su restaurante, que se encuentra en un luminoso patio acristalado frente a un jardín del siglo XIX presidido por un imponente cedro de cinco siglos. Y es que Ávila no se entiende sin cultura y sin gastronomía. Para comenzar la mañana, pueden disfrutar de un completo y variado desayuno a la carta, servido en mesa, con una selección de dulce y salado: jamón 100% ibérico, quesos de Ávila, huevos al gusto preparados al momento, zumo natural, etc. En dos alturas y con capacidad para 65 personas, el restaurante Sofraga cuenta con una zona de reservados. En la zona de gastrobar, más informal y con barra, hay opción a un tapeo con vinos de la región: unas patatas revolconas con torreznos de Soria, una oreja a la plancha picantita o una tabla de quesos barraqueños y de La Adrada, acompañados de membrillo de Santa Teresa.
La carta del restaurante, protagonizada por la tradición y el producto de calidad y cercanía, incluye platos indispensables de la cocina local —aunque también tiene propuestas más actuales y de autor— como las patatas revolconas, las judías de riñón con matanza o las mollejas de cordero lechal salteadas con ajos tiernos.
Hay varias propuestas de arroces, como el de chuleta avileña a la brasa o el de Calasparra con setas y verduritas; pescados como las cocochas de bacalao al pilpil con patatinos al romero o el lomo alto de bacalao asado con salsa vizcaína; y soberbias carnes: asados al modo tradicional como la paletilla de cordero lechal de Castilla y León y el cochinillo lechal con patatas confitadas, y a la brasa: chuletón, entrecot o solomillo de ternera avileña, chuletón de vaca madurado 60 días o chuletillas de cordero lechal.
Entre los postres, todos caseros, la leche frita, la tarta de queso cremosa y el helado de crema de orujo. La bodega, nutrida de referencias clásicas, hace un recorrido por las principales denominaciones nacionales, y por supuesto castellanoleoneses, con una parada en la D.O.P. Cebreros –con vinos que nacen en las laderas de la Sierra de Gredos, descendiendo hacia el norte con destino al valle del río Alberche y hacia el valle del Tiétar por el sur–, tierras milenarias de Ávila protagonizadas por las variedades de uva garnacha tinta y albillo real.
Una delicia y un festín cultural y gastronómico al que es imposible resistirse.
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