La solución energética de Sánchez: comprar gas en Libia bajo control de un militar o el hijo de Gadafi

Khalifa Haftar
Khalifa Haftar
Carlos Cuesta

Pedro Sánchez tiene encima de la mesa la previsión de que la caída de suministro de gas por medio de gasoductos será este invierno de un 35%. Sabe que ha intentado traer gas en barcos metanos y que no ha conseguido todo el que quería. Y ha pasado a la opción de buscar nuevos suministradores. En concreto, Libia. El único problema, la situación del país, sumido en una encrucijada en la que se disputan el poder un general, el mariscal Jalifa Haftar, de 78 años, que controla el este y buena parte del sur de Libia, y el hijo de Muamar el Gadafi, que ha pretendido presentarse a las elecciones del próximo día 24 de diciembre y ha sido retirado de ese proceso por la Comisión Electoral.

España ha dado orden de buscar compras de gas en Libia con el fin de aumentar los proveedores y rebajar la dependencia de Argelia, país que ha cortado recientemente el gasoducto del Magreb con el fin de dañar a Marruecos en su enfrentamiento con Rabat. El resultado ha sido un problema de suministro por tubo que Enagás ha estimado ya para el invierno en su Winter Outlook -y contando con el conjunto de gasoductos- en una rebaja del flujo de un 35%. Y España quiere alternativas.

Máxima inestabilidad en Libia

El problema es la inestabilidad de Libia. El tribunal de apelación de la ciudad costera de Zawiya, al oeste del país, acaba de ordenar la exclusión del mariscal Jalifa Haftar de la lista de candidatos a las elecciones del próximo 24 de diciembre que deben decidir el futuro libio. De hecho, la propia celebración de los comicios está aún en el aire, tal y como ha informado el diario local The Libyan Observer.

Y esta expulsión, aún recurrida, se suma a una previa y decidida por la Comisión Electoral: la de Saif al Islam, segundo hijo y presunto heredero del derrocado dictador libio Muamar el Gadafi.

Hafter había renunciado previamente a su rango de mariscal, precisamente por exigencia de la ley electoral. De hecho, realizó su presentación ante los medios vestido con traje de civil. “Declaro mi candidatura a la elección presidencial, no porque yo persiga el poder, sino para conducir a nuestro pueblo hacia la gloria, el progreso y la prosperidad”, aseguró Haftar. Ahora su candidatura queda en entredicho.

Haftar había declarado previamente que sus oponentes no eran sino “terroristas islamistas”. Y ello, pese a que él mismo es considerado un criminal de guerra entre grupos de habitantes del oeste del país -Trípoli y Misrata-. Esas ciudades cuentan oficialmente con la gestión del Gobierno de Unidad, pero lo cierto es que varias milicias se disputan el control efectivo. Haftar aprovechó esa tesitura para intentar la conquista de Trípoli en una acción rápida en 2019. Y lanzó el asedio de la capital el 4 de abril de 2019.

Medios locales acusaron en aquel momento a Haftar de contar con el apoyo de mercenarios rusos. Haftar no pudo hacerse con el control del Gobierno. El Alto Comité Nacional Electoral de Libia, por su parte, despachó la candidatura del hijo de Gadafi con un mensaje en Facebook donde confirmaba el rechazo de Sail al Islam Gadafi como aspirante. El argumento: que provocaba “inestabilidad y caos” en el proceso electoral. Minutos después eliminó el mensaje, según publicó The Libyan Observer. Pese a ello, la candidatura del hijo de Gadafi parece haber sido rechazada, pese a que está igualmente recurrida.

Y ese es el escenario en el que España intenta convertir a Libia en un proveedor representativo de gas para España. Una operación pensada para rebajar la dependencia de Argelia, proveedor prioritario en estos momentos del gas con destino a España.

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