GOBIERNO DE ESPAÑA

Sánchez tomó la decisión de amagar con su dimisión tras hablar con Begoña y sin comunicarlo a su entorno

Tras charlar con su esposa y hablar con uno de los colaboradores más cercanos, escribió la carta

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Joan Guirado

Cuando Pedro Sánchez abandonó el Congreso este miércoles, tras responder a las preguntas semanales en la sesión de control al Gobierno, lo hizo con un rostro serio y un gesto desencajado como hacía tiempo que no se le veía. Minutos antes, en su escaño, se dejó ver durante mucho rato con las cejas fruncidas y la mirada adusta. Al poco de montarse en el coche, una persona que le conoce bien, y con despacho en el Palacio de La Moncloa, bromeaba con que «algo está maquinando». Lo que nadie podía prever era lo que iba a pasar.

Pedro Sánchez, el del Manual de Resistencia y experto en golpes de efecto para perpetuarse en el poder, sorprendió a todos pasadas las 07:00 horas de la tarde con una carta en la que amagaba con la dimisión. «Es un plebiscito, o conmigo, o contra mí», declaraba a este periódico una persona que trabajó durante años codo a codo con él. La carta la escribió él mismo de su puño y letra. Y antes de colgarla en sus redes sociales, en su cuenta personal, para que nadie le pudiera reprochar como a Isabel Díaz Ayuso el uso de las instituciones públicas, la leyeron una o dos personas: las mismas que conocían su decisión. Lo hicieron sólo minutos antes de su insólito anuncio.

Tras volver del Congreso a La Moncloa, a eso de las 10:00 de la mañana, Pedro Sánchez tuvo una primera conversación con su esposa, con Begoña Gómez, su confidente para los temas de calado. En esta ocasión, más que nunca, pues le incumbe directamente a ella. Para un colaborador muy cercano a Sánchez, «se humanizó más que nunca».

Pedro Sánchez, Begoña y la dimisión

Con Begoña, según fuentes cercanas a Pedro Sánchez, tomó la decisión de presentar la dimisión. Cuando le dijo a uno de sus colaboradores más cercanos que tiraba la toalla, éste le frenó y le pidió que se lo pensara hasta el lunes. El tiempo necesario para que el PSOE le pueda montar una campaña de apoyo por todo lo alto.

Aceptó, no sin antes tomar otra decisión sorprendente, más aún en campaña electoral en una Cataluña, en la que se juega tanto: cancelar su agenda institucional y de partido durante cinco días. «El presidente está fuerte, pero también es humano y tiene un límite», explicaba un colaborador de Sánchez pasada la medianoche a este periódico. «Y ahora necesita unos días de descanso para pensar con frialdad» añadía.

Tras esa charla con su esposa en la residencia oficial, que repitió a lo largo del día, y hablar con uno de los colaboradores más cercanos, despachó  telefónicamente con dos de sus nuevos aliados internacionales, el primer ministro de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abás y el rey Abdalá II de Jordania, los dos únicos externos a Moncloa con los que habló en uno de sus días más complicados. Luego, escribió la carta en el ordenador de su despacho; un colaborador la revisó y la responsable de sus redes la colgó. Hay quien no lo vio claro. Pero él estaba determinado.

En ese momento, a las 19:06, se desató la tormenta. En Moncloa, en Ferraz y en España en general. Las formas de hacer de Sánchez, que en cuestiones así recurre a un hermetismo total que desconcierta incluso a su propio equipo, molestaron a algunos dirigentes del PSOE, que rápidamente cerraron filas en torno a Pedro Sánchez y le mandaron mensajes de apoyo ante su amenaza de la dimisión. Aunque en privado, a última hora del miércoles hay quienes opinaban que «tal vez la carta no era la mejor estrategia».

A algunos ministros socialistas y al número tres del partido, Santos Cerdán, Pedro Sánchez les convocó en Moncloa a última hora del día para explicarles su decisión de estudiar una dimisión y los caminos que se pueden abrir en los próximos días. A Yolanda Díaz, ni tan siquiera le respondió el mensaje que ella le envió al poco de publicar la carta. Buena muestra de la mala relación que hay a día de hoy con su vicepresidenta, algo que suma en su cansancio. Y eso que Sánchez es de los de responder rápidamente al WhatsApp. Con quien sí habló por teléfono tras el anuncio bomba fue con José Luis Rodríguez Zapatero.

A jueves 25 de abril, faltando cuatro días para que venza el plazo que se ha puesto Pedro Sánchez para tomar una decisión, nadie sabe qué va a decidir. Convocar elecciones no puede, hasta el 30 de mayo. Dimitir sí, aunque eso supondría el cese, automáticamente, de todo su gabinete que, hasta la elección de un nuevo presidente propuesto por el Rey, dirigiría de forma interina la vicepresidenta primera, María Jesús Montero. También existe la opción de convocar una moción de confianza, que se debatiría en el Congreso, y que le refrendaría por voluntad popular. Los apoyos por parte de los separatistas hacia él en sus redes sociales tras la tormenta inicial, indican que no tendría demasiada dificultad para ganarla.

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