¿Es la jornada de reflexión un día necesario para los españoles?
Después de 40 años de democracia, muchos electores se preguntarán por qué necesitan una jornada para reflexionar la víspera de las elecciones, o cómo en el siglo XXI, con internet y medios de comunicación de ámbito global, esté prohibido publicar encuestas la última semana antes de los comicios.
Después de 40 años de democracia, muchos electores se preguntarán por qué necesitan una jornada para reflexionar la víspera de las elecciones, o cómo en el siglo XXI, con internet y medios de comunicación de ámbito global, esté prohibido publicar encuestas la última semana antes de los comicios.
Algunas de las normas que rigen los comicios en España son vistas como una extravagancia en otros países aunque también es cierto que cuando se aprobaron tenían su razón política y social. El armazón del modelo electoral español es fruto del momento político de la Transición cuando, después de una larga dictadura, los legisladores quisieron ser cautos y optaron por un sistema garantista repleto de reglas impensables en otras democracias.
La jornada de reflexión está regulada por la Ley Orgánica del Régimen Electoral General (LOREG) que prohíbe la difusión de propaganda y realizar cualquier tipo de acto de campaña una vez terminada la campaña electoral y durante el día de las votaciones. No existe, como tal, en medio mundo, aunque también es cierto que la mayoría de los países cuentan con normas que buscan garantizar la neutralidad en las horas previas a la cita con las urnas y también durante el día de las elecciones.
Es el caso de Francia o Italia, donde también se establecen unas limitaciones en la víspera de los comicios. En el país galo se prohíbe la publicación de encuestas aunque como sucede en España con los diarios de Andorra, los periódicos belgas difunden sondeos esquivando así la norma. Argentina, por ejemplo, es aún más estricta, y además de la prohibición de emitir propaganda electoral o sondeos, también se persigue la venta de bebidas alcohólicas durante la jornada de reflexión, así como la celebración de espectáculos públicos.
En el otro extremo se encuentran el Reino Unido o Estados Unidos, países en los que no existen restricciones y se puede hacer campaña o pedir el voto incluso el mismo día de las elecciones.
Para Manuel Herrera, de la Universidad Internacional de La Rioja, la jornada de reflexión es una de las reminiscencias de 1979, «cuando el pueblo se lanzó a la calle a votar tras 40 años sin hacerlo, salvo muy puntuales excepciones». «Entonces tenía sentido, pero ya no, máxime cuando las encuestas y el CIS indican que un porcentaje importante de los votos se decide el último día, alrededor de un 20%», remarca.
Es de la misma opinión Ángel Rivero, profesor de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Madrid, que lo ve un anacronismo del sistema político español. «La jornada de reflexión no tiene sentido. Lo tuvo, sin duda, y su pretensión fue no llevar la apoteosis del voto hasta el último instante, pero eso hoy, con la opinión pública tan informada, tan expuesta a medios de comunicación y redes, no tiene sentido», asegura a EFE.
La legislación española es especialmente estricta sobre la publicación de encuestas. Están prohibidas desde cinco días antes de los comicios, esto es, el lunes previo al domingo electoral. Una restricción que no existe, por ejemplo, en Estados Unidos, Holanda o Alemania.
Ayer lunes fue el último día legal para difundir sondeos, aunque desde hace años se siguen publicando encuestas en periódicos de la vecina Andorra que, a su vez, se reproducen en los diarios españoles cambiando los partidos por frutas y hortalizas con los colores de cada una de las formaciones. «Claramente no tiene sentido esta prohibición», subraya Ángel Rivero. Una idea que repite también Herrera, que es partidario de levantar esa veda para que los ciudadanos cuenten con toda la información disponible antes de acudir a las urnas.
Incluso la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, avanzó hace unas semanas que, de seguir en el Ejecutivo, el PSOE abordaría una reforma electoral para eliminar normas obsoletas, como la que impide difundir encuestas la última semana de campaña. La normativa española es tan estricta que las elecciones se celebran exactamente 54 días -ni uno más ni uno menos- contados a partir del decreto de convocatoria, lo que obliga a ajustar su publicación en el Boletín Oficial del Estado para que los comicios caigan en domingo.
De todos modos, en ninguna ley se dice que las elecciones tengan que ser en festivo. De hecho, las primeras elecciones democráticas se celebraron un miércoles, el mismo día de la semana elegido para el referéndum de la Constitución del 6 de diciembre de 1978, aunque después se ha impuesto la tradición del domingo.
En España tampoco está previsto qué ocurre cuándo ningún candidato tiene los apoyos suficientes para ser investido presidente del Gobierno. Si nadie se somete a la investidura, como ocurrió durante algunos meses en 2016 cuando Mariano Rajoy declinó el encargo del Rey, el Ejecutivo anterior continúa en su puesto en funciones.
Solo en el momento en que un candidato acude al Congreso y no sale elegido, se pone en marcha el proceso para unas nuevas elecciones en el plazo de dos meses. Algo que sucedió con la repetición de los comicios en junio de 2016 y, quien sabe y a tenor de las encuestas, podría suceder de nuevo tras las elecciones de este próximo domingo.