Amiguismos, incompetencia y juego de favores: la realidad sobre la que se construyen los partidos políticos

Estas son algunas de las conclusiones del análisis psicológico de los políticos hecho por el psicólogo Gonzalo Adán Micó

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José Luis Rodríguez Zapatero en un acto en 2011. @EFE
María Villardón

Amiguismo, mentiras, corrupción, juego de favores e incompetencia cotidiana son algunos de los ingredientes sobre los que se construyen los partidos políticos actuales que alumbran dirigentes que acumulan unas cotas de poder que no están equilibradas con su mediocridad. Estas son algunas de las conclusiones a las que ha llegado Gonzalo Adán Micó, Oficial Superior del Cuerpo de Psicología Militar, en Psicología de la incompetencia política (Ed. Círculo Rojo).

Unas páginas a través de las cuales analiza, desde un punto de vista histórico y psicológico, los comportamientos más excéntricos de los gobernantes españoles, mostrando que «no sólo existe un nivel de inmoralidad generalizada, que es obvio, sino que intenta describirla, explorando sus tipos, correlatos y consecuencias, allanando algún posible remedio, que tendrá que venir de la sociedad civil, no de la política».

Cómo y por qué nos gobiernan corruptos, inmorales, mentirosos o enfermos mentales. Un análisis desde la ética de las neurociencias, reza el subtítulo de este libro, y así es cómo Adán Micó hace un repaso por la historia y sus gobernantes, desde el Paleolítico hasta la actualidad, pasando por Grecia y Roma, así como por los diferentes monarcas que han reinado en España, desde los Austrias grandesCarlos I y Felipe II– hasta los Austrias pequeños –Felipe II hasta Carlos II El Hechizado– pasando por los Borbones y sus problemas psicológicos y físicos, causados por la endogamia europea, o espacios como la II República y la presencia de una inevitable corrupción, un hecho que, a juzgar por la Historia, parece ser innata al ser humano, a pesar de los códigos éticos occidentales y, en muchos casos, judeocristianos.

Incompetencia cotidiana

Defiende que los partidos políticos son «el epicentro del problema» de la incompetencia cotidiana, del día a día, de la España del momento. Hace alusión en su relato a unas palabras de Alexis de Tocqueville, jurista y político francés, quien en 1835 sostenía que «en los Gobiernos aristocráticos, los hombres que acceden a los asuntos públicos son ricos y sólo anhelan poder; mientras que en las democracias los hombres de Estado son pobres y tienen que hacer su fortuna».

En este sentido, Adán Micó se refiere, por ejemplo, a la alternancia de los Gobiernos de Cánovas y Sagasta, en el S. XIX. Un sistema político corrupto, sin duda. «Hubo 59 elecciones a Cortes bajo este sistema de alternancia, y absolutamente todas –menos las de 1919– fueron ganadas por amplia mayoría por el Gobierno que las convocó, mediante una red interminable de favores caciquiles», explica. El pucherazo, el nepotismo y la problemática de cantera y renovación de los cargos públicos, debido a los desastres de las primarias en el seno de las formaciones políticas, estaban a la orden del día.

Primarias casi democráticas

«Los sistemas de elección internos en los partidos no son democráticos, sino vergonzosas chapuzas donde converge lo peor de la acción política: nombramientos opacos, deslealtades, nepotismo, amiguismos, mentiras y juegos de favores; esta es la realidad cada vez que un partido intenta organizarse», apunta. El motivo de este desfase es «una pugna por el poder a toda costa o un puesto de trabajo privilegiado, muchas veces enfermiza y patológica».

Recuerda el autor las primarias que enfrentaron a Josep Borrell y Joaquín Almunia en 1998, y el juego sucio en el seno del PSOE; los sonados enfrentamientos entre Nicolás Redondo Terreros y Rosa Díez en el País Vasco o Fernando Morán y Joaquín Leguina por la candidatura al Ayuntamiento de Madrid. O la ausencia de elección interna con la sucesión de José María Aznar, quien designó a Mariano Rajoy como presidente del PP. «Sin primarias y sin debate», comenta Adán Micó. Y tras aquello, llegaron las primarias que enfrentaron a Soraya Sáenz de Santamaría y Pablo Casado, con el triunfo del segundo. Según el autor, estas primarias «dejaron el partido dividido y debilitado, dejando al descubierto el fraude de haber contabilizado históricamente más de 600.000 afiliados, cuando no había acreditados más de 70.000».

Y es que, defiende Adán Micó, las primarias democráticas tienen dos fines fundamentales: elegir gobernantes/candidatos y controlar sus acciones. Sin embargo, cree que «sólo se usa la elección y se elimina el control». «Una vez elegido, el vencedor hace y deshace sin tener que dar cuenta a nadie porque lo primero que hace es designar una ejecutiva de adictos», comenta.

Sobre las campañas electorales, indica que este concepto viene de las elecciones de EEUU tras la Primera Guerra Mundial, con movilizaciones masivas de votantes. «La propaganda política llegó a su punto álgido durante la Segunda Guerra Mundial, siendo la maquinaria de estado más eficaz para el mantenimiento y la expansión de los totalitarismos», relata.

«La idea básica de campaña es generar confianza, ofreciendo mejoras en la calidad de vida (…), y aumentar con ellas el número de votos. La indecencia viene cuando, sin importar el alcance de la promesa, y aún a riesgo de prometer imposibles, los políticos manejan cifras y cambios de leyes que muy pocas veces son soportados por estudios previos de viabilidad. Estas promesas incumplibles/incumplidas son universales y sistémicas», explica.

Corrupción política constante

Sobre la corrupción política, Adán Micó, la tilda de «constante», a pesar de «la censura milenaria a tales prácticas, y a pesar de los cientos de propuestas, decálogos y artículos del código penal existentes, la corrupción política no ha dejado de existir. La corrupción es, además, universal». Según datos del CGPJ, existe más de 1.000 casos «de gran repercusión», con alrededor de más de 500 políticos imputados.

«El impacto sobre la opinión pública es enorme», explica, mientras cita algunos de los casos de corrupción más sonados: Nóos e Iñaki Urdangarín, Tótem, Brugal, Pujol, ERE, Tarjetas Black, Mercasevilla, concesiones irregulares de las ITV, y un largo etcétera.

Fruto de todo esto, destaca el autor del libro, y sumado a la gran crisis económica de 2008, la sociedad española salió herida, social y económicamente, surgiendo nuevos espacios políticos que dejaron atrás, por un tiempo, el bipartidismo, como Podemos o Ciudadanos, ambos prácticamente inexistentes.

En este repaso por las excentricidades de los gobernantes y políticos españoles, Adán Micó llama la atención sobre el «uso perverso y consentido de los famosos», recordando que Bárbara Rey y Sancho Gracia apoyaron a Suárez; Tip a Fraga y Coll a Felipe González; Carmen Ordóñez a Blas Piñar; Santiago Carrillo se fotografiaba con Marisol, Rosendo o Aute.

Llamando la atención, por la numerosa adhesión de los artistas y personajes públicos, al conocido como Club de la Ceja –conocida como Plataforma de Apoyo a Zapatero–, ligado a la campaña electoral a la Presidencia de José Luis Rodríguez Zapatero en 2008. Entre ellos, Miguel Bosé, Soledad Giménez, Joaquín Sabina, Serrat, Ana Belén, Boris Izaguirre, Concha Velasco o Pedro Almodóvar. «Fue un plan de márketing nunca visto», destaca en sus páginas.

Eso sí, recuerda que no es cosa del pasado. Miguel Bosé ha repetido con Podemos; Ana Belén y Víctor Manuel apoyaron a Garzón en IU, junto a los Bardem o Almodóvar; y a Vox le han apoyado de forma pública toreros como Francisco Rivera o Morante de la Puebla. 

Adán Micó explica al respecto que «detrás de todo ello hay procesos psicológicos conocidos, la mayoría de ellos, bajo el denominado efecto halo», un sesgo cognitivo que se da cuando una impresión inicial o característica positiva o negativa de una persona, influye en la evaluación posterior de otras características del mismo individuo que no están relacionadas.

Verborrea vacua

Un reproche común a los políticos, sobre todo en los últimos años, es la capacidad de los políticos de hablar sin parar y no decir nada. Discursos llenos de vacuidad. «Una falta evidente de incompetencia es la verborrea política, la falta de argumentos sólidos, la superficialidad de razonamientos, cuando no la ignorancia de lo que se lleva entre manos».

Inés Olza, profesora de lingüística cognitiva de la Universidad de Navarra, usando un algoritmo que medía la complejidad de los textos, concluyó que el lenguaje de Mariano Rajoy lo podía entender un niño de 12 años y el de Pedro Sánchez uno de 13 años. Por su parte, y tras comparar las intervenciones de los parlamentarios del comienzo de la democracia española con las de los actuales, el periodista José Luis Sastre llega a la conclusión de que «en las primeras legislaturas se recogen intervenciones con citas de autoridad, diputados que traían frases de antiguos reyes para hablar de Monarquía». Y añade: «Los discursos tenían base teórica, apelaban a doctrinas y escuelas, se construían como réplica espontánea a otros discursos».

Adán Micó destaca las intervenciones de Santiago Carrillo, Manuel Fraga haciendo alusión a los primeros presidentes americanos, Alzaga citando a Weber, Peces-Barba hablando de derecho romano o Rodríguez Sahagún citando a Dryden sobre el valor de la vida y la libertad, entre otros. Rememora, además, el día que Pablo Iglesias entra en el hemiciclo por primera vez, afirmando que iba a elevar el nivel de la palabra; y, sin embargo, afirma el autor: «No sólo no lo elevó, sino que no paró de bajar». 

Otro aspecto, y no menos llamativo de la última política, es el hecho de que los políticos lleven a cabo actividades de los ciudadanos de a pie con el fin de despertar la empatía entre sus votantes. Por ello, no paramos de ver a políticos montando en bicicleta, por ejemplo, exponiéndose a que en las redes sociales no paren de reproducirse memes y caricaturas por cientos.

Resistencia a la dimisión

Por último, destaca Adán Micó que un rasgo común en todos los dirigentes políticos es su resistencia «obscena» a la dimisión. En España, explica, nadie dimite, a no ser que sea por la presión interna de su propio partido. «Pocos son los casos, y los que fueron, son loables, como la dimisión de Miguel Boyer por desavenencias con Alfonso Guerra, la de Alberto Ruiz-Gallardón porque su partido no le apoyaba en su Ley del Aborto o la de Adolfo Suárez por su fracaso electoral de 1982, mientras que la dimisión que más se hizo esperar fue la de Felipe González en 1997».

Políticos con exámen

A modo de conclusión, el autor señala que es deseable que los políticos pasaran un proceso de selección como el de los funcionarios, con el fin de que no se perpetúe un bajo nivel entre la clase política. La realidad es que los malos políticos siguen eligiendo a malos políticos, una espiral infinita que estira el amiguismo hasta el esperpento.

«Los ciudadanos sienten que a nuestros políticos no les guía la búsqueda del bien común, sino que están más interesados en contentar y mantenerse fieles a los dirigentes de su partido, que son al final quienes les colocan en las listas electorales», determina Alberto León en Cómo elegir a nuestros políticos.

Adán Micó, por último, expone la necesidad de poner en marcha «mecansimos adecuados para eliminar de la gestión pública a políticos que nunca debieron llegar tan lejos».

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