Caos en la cárcel: 1.000 presos se quedan a oscuras en Picassent
Tres años después de haber invertido 17 millones de euros la cárcel de máxima seguridad se queda a oscuras durante una tromba de agua
La enorme tromba de agua que en las últimas horas ha caído sobre la Comunidad Valenciana ha sumido en el más absoluto caos a una de las prisiones de máxima seguridad más importantes de España. El Centro Penitenciario de Picassent vio ayer cómo todo lo que podía fallar falló poniendo en riesgo la seguridad de los internos y de los trabajadores de la cárcel. 1.000 presos a oscuras en la cárcel cuatro horas parece un escenario muy delicado.
A las cuatro de la tarde la Unidad de reclusos preventivos de esta cárcel se quedaba totalmente a oscuras. Después de horas de intensa lluvia el fluido eléctrico sucumbió. De hecho, OKDIARIO ha tenido acceso a dos vídeos que muestran la gravedad de la situación durante el aguacero. Al fallar el fluido eléctrico lo que debía haber sucedido inmediatamente es que se activara el grupo electrógeno instalado en los sótanos de la cárcel. Un sistema que se restauró y se perfeccionó hace solo 3 años en unas actuaciones que costaron 17 millones de euros. Sin embargo, ante una inundación de semejantes dimensiones lo primero que se inundó fueron las plantas bajas del centro penitenciario y el grupo electrógeno también. Evidentemente a todo esto hay que sumarle la custodia de 1.000 internos, que es la población reclusa que alberga la unidad de preventivos. Los trabajadores de la prisión fueron instalándolos en sus celdas en las que tampoco había luz mientras el nivel de la inundación subía centímetro a centímetro llegando a quedarse a poco de alcanzar los cuadros eléctricos.
¿Y las bombas de achique con las que está equipada la prisión? Muertas también. Sin electricidad tampoco funcionan. Así que nada impedía el ascenso del agua por lo que la coordinación también se volvió importante y la comunicación entre los funcionarios más. Pues esto también falló. El sistema de comunicaciones entre los trabajadores de diferentes módulos y áreas de la cárcel depende también de la electricidad, así que hubo que tirar de walkie talkie. Funcionó, sí, pero un rato. Las emisoras portátiles agotaron sus baterías y, de nuevo, la falta de luz impidió las recargas.
Así que cerca de las ocho de la tarde toda una unidad de una cárcel de máxima seguridad con un millar de reclusos estaba a oscuras e incomunicada. Los funcionarios se pudieron coordinar para que todos esos presos tomaran sus cenas en las celdas a la espera de que se restaurara la situación. De hecho, las fuentes consultadas por este diario destacan también el comportamiento de los presos y nos recuerdan un incidente que se produjo hace unos 30 años en la cárcel Modelo. En aquella ocasión los reclusos aprovecharon un apagón para organizar un peligroso motín que mantuvo durante horas en vilo a las autoridades penitenciarias.
La situación ha vuelto a la normalidad en Picassent, y sus trabajadores entienden que una tromba de semejantes dimensiones puede poner en riesgo el correcto funcionamiento de la cárcel, pero insisten en que son un establecimiento de alta seguridad y que una incidencia como esta debería haber podido ser apoyada por otros cuerpos como Protección Civil o Bomberos. Una vez más todo el peso de la resolución del problema quedó en manos de los funcionarios de prisiones, quienes lo aceptan, siempre que tengan a su disposición los medios necesarios. Custodiar a 1.000 presos a oscuras cuatro horas en la cárcel y en mitad de una inundación parece un escenario lo suficientemente grave como para enviar apoyo. Los funcionarios apuntan directamente a la dirección, a quienes acusan de permanecer impasibles ante el caos que acabaron resolviendo funcionarios y reclusos.