Pollo

Ni en el color ni en el precio: esto es en lo que debes fijarte para comprar pollo de calidad en el supermercado

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Blanca Espada

Comprar pollo en el supermercado parece una tarea rutinaria: eliges la bandeja en la que veas la carne más rosada, miras la fecha de caducidad y comparas precios. Sin embargo, si lo que buscas es un producto de verdad saludable y bien tratado, hay muchos más factores a tener en cuenta. Ni el aspecto brillante de la carne ni una oferta atractiva garantizan calidad. Y lo que es más importante: lo que no se ve a simple vista puede marcar la diferencia, tanto en lo que te llevas al plato como en el modo en que ese pollo ha sido criado.

La carne de pollo es una de las más consumidas en España, y con razón. Según la Fundación Española de la Nutrición (FEN), su componente mayoritario es el agua (en torno a un 70 %), seguida de proteínas de alto valor biológico, con todos los aminoácidos esenciales. Es una carne magra (sobre todo si se consume sin piel) y fuente de fósforo, niacina y vitamina B6. Pero esos beneficios pueden verse mermados si el animal ha vivido en condiciones de estrés, con una dieta pobre y un ritmo de crecimiento antinatural. Por eso, además de mirar el precio por kilo o si la fecha de caducidad está próxima, conviene detenerse unos segundos más frente a la etiqueta. Porque, como explica el dietista y nutricionista Roberto Sánchez, no todos los pollos son iguales, y en muchos casos el modo en que han sido criados afecta directamente a su composición nutricional. Si sabes dónde mirar, puedes identificar fácilmente un pollo de buena calidad, con más proteínas, menos grasa y procedente de un entorno más respetuoso.

Esto es en lo que debes fijarte para comprar pollo de calidad

Uno de los detalles más importantes a los que conviene prestar atención a la hora de comprar pollo no está en la etiqueta, sino en la propia carne. ¿Has notado alguna vez unas líneas blancas que recorren el filete de pollo, como pequeñas vetas? Ese fenómeno, conocido como white striping, no es algo que deba pasarse por alto. Según Roberto Sánchez, se trata de una miopatía muscular generada por el crecimiento excesivamente rápido del animal, y es habitual en pollos criados de forma intensiva.

Estas estrías están formadas por grasa, lo que reduce la proporción de proteína en la carne. En resumen: más grasa, menos nutrientes, y un indicador claro de una cría forzada. Aunque no supone un riesgo para la salud en sí, sí es un reflejo de la calidad (o más bien la falta de ella) del producto que estás comprando. Si ves estas marcas con frecuencia en el pollo que consumes, probablemente estés adquiriendo siempre carne de bajo valor nutricional.

Qué te está diciendo realmente la etiqueta

Afortunadamente, la legislación obliga a informar sobre ciertos aspectos clave del proceso de cría, y esa información suele estar visible en el envase. Roberto Sánchez, conocido en redes como @roberto.nufisa, resume cinco categorías de pollo según sus condiciones de cría. Si el envase no indica nada, lo más probable es que se trate de pollo de producción intensiva, el más barato y el más propenso a tener esas estrías blancas.

Un escalón por encima está el pollo extensivo en interior, que aunque sigue sin salir al aire libre, tiene una dieta algo más cuidada (hasta un 70 % de cereales). Después encontramos el pollo campero, que sí ha tenido acceso al aire libre durante al menos la mitad de su vida. Este pollo ha vivido más tiempo, se ha movido más y ha comido mejor.

Subiendo en la escala encontramos el pollo campero tradicional, que proviene de razas de crecimiento lento. Al haber sido criado sin forzar su desarrollo, no solo mejora la textura y el sabor de la carne, sino que también reduce notablemente la aparición de esas estrías blancas. Y, en lo más alto, está el pollo campero en libertad, que tiene acceso permanente al exterior y goza de más espacio, alimentación variada y tiempo suficiente para crecer de forma natural.

El pollo ecológico: más allá del sabor

Por último, el etiquetado de pollo ecológico implica no sólo un nivel alto de calidad nutricional, sino también un compromiso con el medio ambiente y el bienestar animal. Según detalla Sánchez, este tipo de carne mantiene su perfil saludable, pero va un paso más allá: el animal debe tener acceso al aire libre, una alimentación 100 % ecológica y cumplir con requisitos muy específicos en cuanto a su bienestar.

De hecho, para que un pollo pueda ser considerado ecológico, ya debe cumplir de base las condiciones de un pollo campero. Por tanto, al comprar pollo ecológico estás apostando no solo por una carne más nutritiva y sabrosa, sino también por una forma de producción más ética y sostenible.

Puede parecer mucha información para una simple bandeja de filetes, pero lo cierto es que tomar buenas decisiones no tiene por qué ser complicado ni costoso. Basta con prestar atención a detalles concretos: la presencia de estrías blancas, el tipo de cría indicado en el envase y, si es posible, optar por opciones camperas o ecológicas cuando estén en oferta o dentro de nuestro presupuesto.

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