Opinión

La geoeconomía, pieza clave de la derrota de Irán

Irán, Israel, guerra

La geoeconomía, un concepto acuñado hace 35 años por el estratega militar Luttwak, del conflicto entre Irán e Israel es un asunto muy complejo que combina factores estratégicos, energéticos, comerciales y geopolíticos, con implicaciones globales, sobre el precio del petróleo y la seguridad de las rutas. Y es así por la ubicación estratégica de ambos países en Oriente Medio, una región clave para los recursos energéticos y las rutas comerciales que afecta directamente no solo a grandes naciones como India, Pakistán, Rusia y China, sino indirectamente a países africanos importadores de crudo como Kenia, Uganda y Ruanda. Un ejemplo donde se produce la lógica del conflicto con la gramática del comercio con alianzas complejas.

Los orígenes del tenso conflicto bélico entre Irán e Israel explicitado mediante actos de guerra el 13 de junio de 2025, se remontan a una combinación de factores ideológicos, religiosos y geopolíticos que se intensificaron tras la Revolución Islámica de Irán en 1979.

La instauración de un régimen teocrático chiíta en Irán, liderado por el ayatolá Jomeini, marcó un punto de inflexión, ya que el nuevo gobierno adoptó una postura antiisraelí radical, considerando a Israel un estado ilegítimo que debía ser destruido por ser un aliado clave de los Estados Unidos en la zona, al que Irán veía como su principal adversario.

Por su parte, Israel percibió el ascenso de Irán como una amenaza existencial, especialmente por su creciente influencia en la región y su apoyo a movimientos palestinos como Hamás, lo que llevó a una confrontación ideológica y estratégica que se intensificó con el tiempo.

El segundo factor clave del conflicto es el programa nuclear iraní, iniciado en las décadas de 1980 y 1990, que Israel ha considerado una amenaza directa a su seguridad nacional. Desde principios de la década de 2000, Israel ha acusado a Irán de generar armas nucleares. Los avances iraníes en el proceso del enriquecimiento de uranio, su avanzada tecnología de misiles balísticos combinados con las numerosas declaraciones hostiles de líderes iraníes, fueron confirmando los temores de Israel.

En 2010 una campaña de sabotajes, ciberataques incluido el virus Stuxnet y de asesinatos selectivos de científicos nucleares iraníes, intensificaron la desconfianza mutua, con Irán respondiendo mediante el fortalecimiento de su red de aliados regionales, conocidos como el «Eje de la Resistencia», para contrarrestar la influencia israelí.

La rivalidad regional por la hegemonía en Oriente Medio está en el origen de la polarización regional y del conflicto. Irán buscó expandir su influencia a través de aliados en Siria, Irak, Líbano y Yemen, interpretado como un cerco estratégico a Israel. Por otro lado, Israel ha consolidado alianzas con los países árabes suníes, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, a través de los Acuerdos de Abraham del año 2020.

El enfrentamiento entre Irán e Israel no es solo ideológico o militar, sino que también se desarrolla en el ámbito de la geoeconomía y del control de los recursos energéticos, de las rutas comerciales y de las complejas alianzas económicas globales.

Irán es uno de los mayores productores de petróleo y gas del mundo y depende de las ventas de petróleo a China, Rusia e India que lo compran a precios descontados para sostener su débil economía de resistencia, a pesar de las sanciones internacionales lideradas por los EEUU.

Su posición en el Golfo Pérsico y el control del Estrecho de Ormuz, es utilizada como una herramienta de disuasión económica por donde navega aproximadamente el 25% del petróleo mundial y es una ventaja estratégica.

Israel ha desarrollado importantes reservas de gas natural en el Mediterráneo oriental, campos Leviatán y Tamar, lo que lo convierte en un actor energético emergente. Ha firmado acuerdos de exportación con Egipto y Jordania, además de explorar proyectos como el EastMed Pipeline hacia Europa en un momento de embargo del gas ruso.

Además, su economía basada en la tecnología, la ciberseguridad y la defensa le permite proyectar una influencia económica y militar en la región, realizando ciberataques contra las infraestructuras iraníes, incluido el programa nuclear, con implicaciones económicas en el desarrollo tecnológico y energético de Irán.

Las sanciones internacionales contra Irán, impulsadas principalmente por los Estados Unidos con el apoyo implícito de Israel, han sido un arma geoeconómica clave. Estas medidas han restringido el acceso de Irán a los mercados financieros globales, reducido sus ingresos por petróleo y limitado su capacidad de inversión en infraestructura energética.

En cuanto a la competencia geoeconómica a través de las rutas comerciales estables y los corredores, Irán busca posicionarse como un nodo clave en el comercio entre Asia, Europa y Rusia a través del Corredor Internacional de Transporte Norte-Sur (INSTC). La Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) de China incluye a Irán como un socio estratégico clave.

Por su parte, Israel, junto con sus aliados Estados Unidos, India y los Emiratos Árabes Unidos, promueven el Corredor Económico India-Oriente Medio-Europa (IMEC), que conectaría India con Europa a través de Israel, evitando rutas controladas por Irán o sus aliados.

Cualquier escalada militar entre Irán e Israel, especialmente si involucra el Estrecho de Ormuz o las infraestructuras energéticas, podría provocar un aumento significativo tanto en los precios del transporte como en los precios del petróleo, afectando a economías dependientes de la importación como Europa, India, China y Japón.

El conflicto es un incentivo para los países importadores de petróleo que buscan alternativas energéticas, renovables o gas de otras regiones, lo que reduce la influencia de Irán a largo plazo. El apoyo de Estados Unidos a Israel y de China y Rusia a Irán reflejan una lucha más amplia por la influencia geoeconómica en Oriente Medio, lo que dificulta la resolución del conflicto.

El papel desempeñado por China, durante la guerra entre Israel e Irán, ha sido exclusivamente diplomático y muy marginal manteniendo una postura de no intervención militar, acorde con su política exterior de no injerencia en los asuntos internos de otros países.

Como aliado estratégico de Irán, China es el mayor comprador de su petróleo que supone el 10 % de sus adquisiciones, condenó los ataques israelíes, calificándolos de violación de la soberanía iraní, y expresó su preocupación por la escalada del conflicto, especialmente tras la intervención militar de los bombarderos de los Estados Unidos sobre las instalaciones nucleares iraníes. Pekín instó repetidamente a todas las partes a cesar las hostilidades y buscar una solución diplomática, ofreciéndose como mediador para reducir las tensiones.

Sin embargo, su influencia en el conflicto fue limitada, ya que Israel, respaldado por Estados Unidos, mostró gran escepticismo hacia la neutralidad china debido a su cercanía con Irán y su relación con grupos terroristas como Hamás. Las empresas chinas suministraron equipos de seguridad y vigilancia al régimen iraní, fortaleciendo su capacidad interna.

China no tenía ni la capacidad ni la intención de proporcionar un apoyo militar directo a Irán, limitándose a ejercer presión a través de su posición como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU y a emitir declaraciones a favor de la desescalada. Esta postura reflejó su interés en mantener la estabilidad regional para proteger sus intereses económicos, especialmente el flujo de petróleo a través del estrecho de Ormuz.

China también mantuvo al tiempo las relaciones comerciales con Israel, lo que la llevó a adoptar una retórica cautelosa, evitando compromisos militares directos y centrándose en evacuar a sus ciudadanos de las zonas de conflicto.

China además vio el conflicto como una oportunidad para observar el comportamiento geopolítico de los Estados Unidos, bajo la administración Trump, quien amenazó con una intervención militar más directa.

La mayoría de los analistas internacionales han señalado que, aunque China aspiraba a proyectar una imagen de potencia conciliadora, su influencia en Oriente Medio se ha demostrado muy limitada en comparación con la de los Estados Unidos.

En última instancia, la estrategia de China se centró en mantener un equilibrio entre su alianza con Irán y el interés en la estabilidad regional, sin involucrarse activamente en la resolución del conflicto ni alterar su política de no confrontación directa con potencias occidentales.

Con respecto a la India, uno de los mayores importadores de energía del mundo, ha mantenido una relación pragmática con Irán, especialmente en el ámbito energético que tanto puede afectar a la inflación de su economía.

A pesar de las sanciones lideradas por Estados Unidos, India ha continuado comprando petróleo iraní, aunque en volúmenes reducidos en comparación con China, utilizando mecanismos como pagos en rupias y acuerdos de trueque para eludir restricciones financieras.

El puerto de Chabahar, desarrollado con inversión india, sigue siendo un proyecto estratégico clave, proporcionando a India acceso a Asia Central y Afganistán, mientras ofrece a Irán una vía alternativa para el comercio marítimo fuera del estrecho de Ormuz.

Esta colaboración, aunque limitada por la presión de Washington, refleja el interés mutuo en contrarrestar la influencia de China y Pakistán en la región, al tiempo que fortalece la resiliencia económica de Irán.

India ha reducido sus importaciones de petróleo iraní en momentos de mayor presión estadounidense, priorizando su acceso a tecnologías y mercados occidentales. Rusia, aunque más comprometida con Irán, tiene intereses divergentes en Oriente Medio, como su relación con Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, lo que a veces genera fricciones.

Ambos países, sin embargo, ven en Irán un socio crucial para contrarrestar la influencia de Estados Unidos y sus aliados, mientras que Irán aprovecha estas relaciones para mitigar el impacto de las sanciones y proyectar influencia regional. Esta dinámica triangular refleja una alianza basada en intereses mutuos, pero sujeta a las complejidades de la geopolítica global y las prioridades nacionales de cada actor.

Finalmente, Rusia ha consolidado su alianza estratégica con Irán, especialmente tras el conflicto en Ucrania y su propio aislamiento económico por parte de Occidente. Ambos países han profundizado su cooperación en energía, defensa y comercio, con Rusia proporcionando tecnología militar avanzada, como sistemas de defensa aérea y drones, a cambio de apoyo iraní en forma de suministros de armas y cooperación en la evasión de sanciones.

En 2025, la colaboración en el marco de la Organización de Países Exportadores de Petróleo Plus (OPEP+) ha permitido a Irán y Rusia coordinar políticas energéticas para estabilizar los precios del petróleo, beneficiando a ambos en un mercado volátil.

A pesar de los beneficios, las alianzas de Irán con India y Rusia enfrentan limitaciones. India mantiene una relación estratégica con Estados Unidos e Israel, lo que la obliga a moderar su apoyo a Irán para evitar tensiones con Washington. La geoeconomía mundial ha sido una garantía de la derrota de Irán.

Bellum mondiale omnes nationes afficiens

José Luis Moreno, economista ha sido director de Economía en la Comunidad de Madrid y en el Ayuntamiento de Madrid. Analista económico y empresarial.

Lo último en Economía

Últimas noticias