Opinión

Las consecuencias económicas del apagón generalizado

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España sufrió este lunes un apagón generalizado en todo su territorio peninsular. Durante muchas horas, nos quedamos sin energía, sin metro, sin tren, sin teléfono, sin luz, sin comunicaciones, con el consiguiente desasosiego y, también, con el coste económico.

Así, las cerca de diez horas en las que se tardó en que la luz llegase a casi todos los hogares de nuevo, puedo producirse un quebranto económico relevante. De los 10.000 millones de euros de producción que pudieron perderse en las cerca de diez horas que duró el apagón generalizado, el impacto en el PIB que puede tener podría alcanzar los 1.162 millones de euros, con un efecto directo de 433 millones, uno inducido de 376 millones y un efecto renta de unos 353 millones de euros.

Sin desdeñar esas cifras, puede que no parezcan muy relevantes desde el punto de vista económico, pero sí que lo son desde el punto de vista de la fragilidad que implica en el sistema económico español que se pudiese repetir un problema como el apagón vivido el pasado lunes.

Ese impacto de casi 1.200 millones de euros en el PIB podría multiplicarse no sólo si se prolongase, sino también si se repitiese, pues la seguridad sobre la economía española se vería mermada al no poder asegurar su abastecimiento y suministro.

España tiene graves problemas energéticos. Sin saber todavía a ciencia cierta las causas exactas, sí que podemos decir que parte del llamado “cero energético” se debe a la diferencia de tensión producida por la diferencia entre la demanda y la oferta, que podría haber sido ocasionado por un pico en las renovables, energías en las que España ha confiado gran parte de su futuro energético, cuando, como se ve, no garantizan una recuperación rápida del suministro en caso de que se produzca un nuevo apagón.

Como digo, a falta de esclarecer lo ocurrido, que linda con el tercermundismo en materia energética, la política en energía de España ha de cambiar para que los suministros queden asegurados y se eviten problemas de esta índole, inéditos hasta ahora de esta forma generalizada.

Así, en lugar de esa disparatada política, debe apostarse por todas las energías, que permitan, mediante el mix energético, asegurar la producción y distribución.

La moratoria nuclear y el no apostar por dicha energía no sólo está incrementando el coste de la factura, sino que impide una reacción rápida ante problemas de este tipo y, es más, impide también que se eviten, cosa que habría sido posible, seguramente, de haber contado con las centrales a pleno rendimiento. Además, la política energética basada en las renovables eleva los costes regulados, afectando de manera muy importante a toda la energía.

España no puede seguir así, sino que debe redimensionar la composición de su conjunto energético para, en primer lugar, asegurar la producción y el suministro e impedir que se repitan episodios como los de este lunes; debe, así, abaratar la energía y hacer que nuestra industria sea competitiva, además de evitar la pérdida de poder adquisitivo de los ciudadanos.

Por ello, debe apostar por energías limpias, sí, pero eficientes. No sirve envolver todo de verde si ello es perjudicial. Limpio, sí, pero eficiente. En ese punto, se hace imprescindible retomar la opción de la energía nuclear, donde España puede ser un gran productor, al tiempo que es una energía limpia y, además, segura.

Los problemas que ha habido en alguna central nuclear de otros países no se debe a que la energía nuclear no sea segura, sino a que no había un adecuado mantenimiento por ausencia de recursos, como sucedió en Chernóbil, derivado de la podredumbre y miseria originada por el régimen tiránico comunista de la felizmente extinta Unión Soviética.

Además, es completamente incoherente que no queramos centrales nucleares, que nos abaratarían mucho nuestra producción y nos garantizarían buena parte de nuestras necesidades energéticas, y que, paralelamente, le compremos energía nuclear a Francia para completar ese “mix” energético.

De seguir así, no se solucionará el problema energético, sino que se agravará y, con él, España perderá competitividad, los ciudadanos tendrán menor poder de compra y el conjunto de su economía se empobrecerá.

José María Rotellar

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