Los bancos centrales trasladan la preocupación por la inflación al empleo y vuelve el miedo a la recesión
Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, anunció ayer que bajarán los tipos de interés en septiembre, dando alas al mercado pero trasladando el miedo a la economía global, que podría afrontar una recesión en los próximos meses.
Hasta ahora, los bancos centrales, tanto la Reserva Federal -FED, por sus siglas en inglés- como el Banco Central Europeo, han mantenido los tipos de interés elevados tratando de controlar la espiral inflacionaria. Prácticamente todos los bancos centrales del mundo han hecho lo mismo, en Inglaterra, Canadá… hasta la economía japonesa ha visto como subían los tipos de interés en los últimos meses. Pero el combate contra los precios parece ganado. Y ahora preocupa que llegue una recesión.
En un principio, la idea de las subidas de tipos era encarecer el crédito, para frenar un consumo disparado o el endeudamiento en sectores como la vivienda, pero la realidad es que todo se complicó tras el estallido de la guerra entre Rusia y Ucrania, y de nuevo fue a mayores por la cada vez más elevada tensión en Oriente Próximo.
Ambos conflictos provocaron que, aunque los bancos centrales subían los tipos de interés y frenaban el crédito y el consumo, los precios no bajaran. Muchos de los productos veían como aumentaba su coste porque había escasez, y otros, como la energía, subían a causa de la falta de acuerdos con Rusia.
Es decir, había una inflación -sobre todo en Europa- llamada de oferta, y no de demanda. Los precios no subían porque hubiera un gran consumo y los vendedores trataran de sacar más, sino porque el producto costaba más de origen, y para lograr el mismo beneficio -o simplemente para pagar sus costes- era necesaria esa subida de precio. Yendo a un ejemplo concreto: no se consumía más energía, pero el sabotaje al Nordstream y el cambio de socios -se pasó de Rusia a EE.UU. como proveedor y eso encareció el precio-, hicieron que nos costase más tener lo mismo.
Por lo mencionado, al BCE le costaba mucho más controlar la inflación que a la FED en Estados Unidos. Pero conforme se iban rehaciendo los acuerdos comerciales y se acostumbraba la economía a los diferentes conflictos, la realidad es que los precios -que siguen subiendo- moderaron su ritmo de subida.
Con ese nuevo escenario, los mercados y el consenso de analistas y expertos comenzaron a descontar los días en que fuera necesario para los grandes bancos centrales rebajar de nuevo los tipos de interés para dar alas a la economía. Que llegara de nuevo el dinero gratis y, con la capacidad de refinanciar la deuda pagando prácticamente nada, las empresas volvieran a volar en bolsa.
Entretanto, las compañías tecnológicas han dado muchas alegrías a quienes estaban invertidos en ellas en bolsa. Ahora han llegado esas bajadas de tipos, y aunque empresas y mercado inmobiliario lo celebran, aunque los propios mercados reciban las noticias con subidas, lo cierto es que hay una gran preocupación por la llamada economía real. Preocupa que los tipos altos hayan apretado demasiado a ciertos sectores, y que las deudas elevadas adquiridas por muchos ciudadanos acaben en impagos. Y preocupa también que todo eso derive en una pérdida de empleo fuerte y, con todo ello, en una recesión.
La visión de la FED
Jerome Powell, desde la Reserva Federal, ha insistido en prácticamente todas sus intervenciones desde que comenzaron a subir allí los tipos de interés en que no hay miedo a una gran recesión.
Powell fue consciente, y lo dijo claro, de que la vivienda sufriría con tipos más altos, pero no pensó que esto afectara al empleo. Y hasta ahora ha tenido razón. Tanto Estados Unidos como Europa -la eurozona- tienen unas tasas de desempleo históricamente bajas. El problema está surgiendo al poner la lupa sobre los datos.
Las cifras de desempleo en Estados Unidos son envidiables, en el entorno del 4%, pero muchos temen que la nueva generación de empleo se haya debido a una pérdida de poder adquisitivo. Subió tanto la inflación, subieron tanto los intereses que había que pagar -esto último por los tipos que controla la FED-, que muchos tuvieron que pluriemplearse. Así se explica también que pareciera que había un aumento salarial en conjunto cuando, mirando el salario por hora, estaba estancado en muchos sectores.
La deuda de las tarjetas de crédito nunca había sido tan grande. Nunca. Cerca de un trillón de dólares de deuda emitida con este tipo de tarjetas en Estados Unidos da una idea de la dimensión del endeudamiento americano en el consumo. Han pedido crédito de las tarjetas hasta para pagar los intereses que crecían por sus hipotecas, pagando crédito con crédito, y empieza a cundir el miedo a que todo esto acabe en grandes impagos.
Por eso Powell baja ahora los tipos de interés, y por eso el mercado entiende que habrá, antes de acabar 2024, otras dos bajadas.
Bajadas esperadas en los tipos de interés
Los inversores esperan que tanto la FED como el Banco Central Europeo, ante el escenario de endeudamiento caro descrito, rebajen otras dos veces los tipos antes de que termine el año.
«La dirección que se debe seguir es clara, y el momento y el ritmo de los recortes de tasas dependerán de los datos que se vayan obteniendo, de la evolución de las perspectivas y del equilibrio de riesgos». Palabras de Powell tratando de que el funambulismo de los tipos de interés no derive en una recesión. Porque el aterrizaje de la deuda privada debe lograrse con cautela, para que todos puedan hacer frente a sus pagos sin provocar una crisis, pero también tratando de que los precios no vuelvan a dispararse.
En ese complicado equilibrio, y con una inflación que todavía no ha alcanzado el objetivo del 2%, se manejan tanto Jerome Powell como Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo. Acertar o esperar la recesión. Eso es lo que veremos a la vuelta del verano.