Campeón de Masters 1000 y nuevo Top-10

Rune derrota a Djokovic y se confirma como estrella con el título de París-Bercy

Holger Rune conquistó el Masters 1000 de París-Bercy después de derrotar en la final a Novak Djokovic, en tres extraordinarios sets

Alcaraz dice adiós por lesión ante Rune y se despide de París-Bercy

Rune
Rune, en la final del Masters 1000 de París-Bercy. (Getty)
Nacho Atanes
  • Nacho Atanes
  • Redactor de deportes y canterano de OKDIARIO. Desde 2016 cubriendo la información de tenis. También baloncesto, fútbol, ciclismo y otros contenidos.

El tenis mundial tiene una nueva estrella. Holger Rune confirmó su meteórica progresión y conquistó de manera brillante el mejor título de su carrera. El jovencísimo tenista danés, de la misma generación que Carlos Alcaraz, se proclamó campeón del Masters 1000 de París-Bercy después de vencer en una interminable final ni más ni menos que a Novak Djokovic, quien afrontaba su octavo partido por el título en la capital gala. Rune, todo desparpajo y calidad, remontó un set en contra y más de dos horas y media después del primer punto, levantó los brazos, abriendo su tenis a la nómina de vencedores de Masters 1000 y, de paso, al Top-10 de la ATP.

El resultado, 3-6, 6-3, 7-5, resume a la perfección una final igualadísima, repleta de alternancias y en la que Rune fue de tal punto de menos a más hasta acabar con la matrícula de honor que otorga automáticamente tumbar a uno de los más grandes de la historia. Djokovic, por momentos tirano y por otros demasiado irregular, como le sucediera ante Tsitsipas en semifinales, volvió a llevar el encuentro al alambre y ahí, esta vez, las ganas de triunfar de Rune acabaron por apartarle de la victoria.

Llegaba Rune a la final repleto de confianza tras su brillante labor ante Auger-Aliassime, rompiendo la racha del canadiense, y sin nada que perder con un Djokovic que era gran favorito. El danés, que ya había derrotado a cuatro Top-10 por el camino, pecó de inexperto en el primer parcial, en el que pronto cedería su servicio a merced de Nole, quien iba a poner el cerrojo, sin conceder una sola pelota de break a su rival, hasta colocar el 6-3 que campaba en el marcador con poco más de media hora de encuentro.

La final había podido con Holger, pero sólo en su primer capítulo. Wawrinka, aunque en otro contexto, le había aconsejado en primera ronda que dejara de comportarse como un crío, y el danés vaya que si le haría caso. En el segundo subió dos marchas, sobre todo al resto, y comenzó a poner en aprietos a un Djokovic algo relajado al dejar la mitad del trabajo hecho de forma relativamente sencilla. El break llegaría del lado de Rune, que había sufrido con su saque en el inicio del segundo, y ya no vería más historia hasta igualar las cosas con un resultado calcado al del primer parcial, aunque ahora a su favor.

Djokovic, por supuesto, no había dicho su última palabra y trataría de desplegar su mejor tenis en el Accor Arena, con el triplete Tel-Aviv+Astana+París-Bercy en el horizonte. Con el paso de los juegos y un Rune descomunal, que levantaba al público tras remontar un 1-3 desfavorable, Nole se daría cuenta de la dificultad de la afrenta. Peleó todos los juegos al resto, sacó los suyos al servicio, pero a la hora de la verdad, Rune le rompió y después aguantó hasta seis acometidas en forma de pelotas de break para, en su segunda de partido, levantar la mano y pedir turno entre los campeones de Masters 1000. Holger Rune es el nuevo e imberbe rey de París-Bercy.

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