Supercopa y SuperCosta
SuperCosta, Supercopa y mini-venganza. Ganó el Atlético y perdió el Real Madrid. La era post-Zidane y post-Cristiano comenzó con derrota. Lopetegui entra con el pie izquierdo porque el equipo que heredó, que ganaba todas las finales, ha perdido la primera. La perdió y bien perdida. La perdió porque falló en las dos áreas, sobre todo en la propia, y la perdió porque en el fútbol tampoco se puede ganar siempre. Puede que la perdiera también porque siempre es mejor perder una Supercopa que una Champions.
Lopetegui no se complicó el once. Tiró de un equipo con vacas sagradas –todas menos Modric que acaba de llegar–, así que en el Real Madrid no había ni una cara nueva en el once. Era como poner el Sálvame Deluxe: salían los mismos de siempre. Jugaba Keylor a la espera de que Courtois le mande a la reserva. Jugaba la defensa que lleva cuatro temporadas como titular: Carvajal, Ramos, Varane y Marcelo. También estaban Casemiro y Kroos, con Isco a su lado. Arriba, a falta de Cristiano Ronaldo, jugaba la BBA: Bale, Benzema y Asensio.
Sí había alguna sorpresilla en el Atlético, donde Filipe Luis era suplente y Lucas Hernández titular. También jugaban los fichajes Rodri y Lemar, dos de las sensaciones del verano rojiblanco. El once de Simeone, por recitar, lo formaban: Olbak bajo los palos; Juanfran, Godín, Savic y Lucas Hernández en la defensa; Rodri, Saúl y Koke en el medio; con Lemar, Griezmann y Diego Costa arriba.
Poco tardó el Atlético –53 segundos, vamos– en encarrilar el partido. Fue un pelotazo de Godín a la zona de Diego Costa. Allí, el malo de la película ganó el salto a un pasivo Sergio Ramos. A Costa le dio tiempo a girarse y a ganar también la acción a un despistado y lento Varane, que llegó tarde. Luego fue el turno del fallo de Keylor Navas, miedoso y estático, que se encogió ante el violento disparo del delantero rojiblanco. Conclusión: primer tiro a puerta, primer gol del Atlético.
Costa, a la primera
Como los de Simeone salieron de la caseta con el 1-0, al Madrid no le tocó más remedio que atacar. Lo hizo con lentitud y sin fe. El Atlético estaba cómodo y bien plantado como un dominguero debajo de una sombrilla. Y así, entre el tedio y la impotencia, se consumían los minutos como la mítica canción de Luis Fonsi: des-pa-cito.
El primer síntoma de vida inteligente (de vida, digo) en el Real Madrid lo puso Marcelo por la izquierda. De sus botas nació un pase para Marco Asensio, que se sacó un remate de espuela y de espaldas al arco. Allí apareció la mano salvadora de Oblak. El esloveno se estiró abajo y sacó una mano de reflejos que evitó el 1-1.
Desde ahí el Real Madrid empezó a manejar el partido y el Atlético a dejarse dominar. El ritmo era lento, pero apareció Bale para acelerarlo. De una jugada genial del galés nacería el 1-1. Bale se marchó de su par por la derecha, desbordó, levantó la cabeza y puso un centro medido para el desmarque de Benzema. Karim robó la cartera a Savic y aprovechó las dudas de Oblak –que debió salir por alto– para marcar en el segundo palo. Los blancos igualaban la Supercopa.
Pudo poner el 2-1 Asensio en la jugada siguiente, pero el crack español culminó con un tiro fuera una buena acción de contragolpe. El Real Madrid, con un Marcelo onmipresente y un Kroos preciso, empezó a manejar el partido. El Atlético trataba de buscar a un invisible Griezmann y a un desaparecido Lemar.
Iguala Benzema
Pero era un partido agosteño, típico del verano, un Teresa Herrera en Tallín. En los últimos minutos antes del descanso le tocó dominar al Atlético, que creció un punto en e centro del campo capitaneado por un emergente Rodri. El partido dormitaba hacia el descanso y ni Real Madrid ni Atlético pretendían hacerse más daño como en el chiste del dentista.
Después del entretiempo no es que llegara el vértigo, pero la Supercopa al menos tuvo algo más de ritmo. Era como si los jugadores hubieran quedado y no tuvieran ganas de prórroga. Intentó estirarse el Atlético como un funcionario recién despertado de la siesta y replegó un poco el Real Madrid. Las áreas, con todo, seguían siendo la cara oculta de la luna: estaban ahí, pero nadie las había visto.
Lopetegui y Simeone hicieron cambios inversos. Julen quitó a Asensio para meter a Modric (el relevo fácil) y el Cholo quitó a Griezmann –intrascendente e invisible– para sacar a Correa. No eran unos cambios cualquiera. El Real Madrid apostaba por los galones y el Atlético los arrancaba para meter a un jugador más rodado.
Juanfran echa una mano
Los de Lopetegui volvieron a dominar a partir del 60 y el Atlético a replegarse esperando que escampara. Entonces, igual que en Milán, apareció Juanfran para echar una mano al Madrid. Nunca mejor dicho ni escrito. Hizo un penalti innecesario, pero demasiado visible como para que el colegiado se inhibiera. Lo pitó. Sergio Ramos, nuevo tirador blanco, lo transformó engañando a Oblak.
Bale y Benzema crecieron a campo abierto. El Atlético lo intentó pero empezó a dejar demasiado espacio a sus espaldas. Casemiro, que estaba sujetando al Madrid atrás, dijo basta y Lopetegui tuvo que meter a Ceballos por el brasileño. Era ya el minuto 76 y seguíamos sin noticias de Keylor ni de Oblak.
Y sin Casemiro en el campo el Real Madrid apenas tardó dos minutos en encajar gol. Fue un error de Marcelo, que quiso hacer un sombrero donde debió despejar. Juanfran aprovechó el regalo para asistir a Correa dentro del área. Correa aceleró y dribló a su par. Allí vio a Costa, que había ganado la espalda a Varane y se la puso para que hiciera el 2-2. Y faltaban 9 minutos para irnos a la prórroga.
Otra vez Costa
Nos fuimos porque Diego Costa quiso redondear una noche histórica en la última jugada del partido, pero se emborrachó de balón, así que la Supercopa se fue a la prórroga. Que empezó dominando el Madrid, merced a un Modric que le iba cogiendo el hilo al partido y a un Atlético que incomprensiblemente volvió a echarse atrás en una final.
Sin embargo, el Real Madrid volvió a hacerse el hara-kiri. Entre Ramos y Varane, más el segundo que el primero, regalaron una pelota en la frontal de su propio área. Allí presionaron Costa y Thomas, recuperaron el balón, que le cayó a Saúl. El centrocampista se cascó una maravillosa volea que hizo inútil la (muy buena) estirada de Keylor.
Pero lo peor para el Madrid estaba por llegar. Que fue el cuarto gol después de una caraja de Carvajal, al que un enorme Diego Costa le robó la cartera. Era la final del hispano-brasileño, que asistió a Koke. El internacional español llegó desde segunda línea para sellar el cuarto gol del Atlético. Keylor seguía en sus números: cuatro tiros a puerta, cuatro goles encajados.
Se pasaron los minutos y el Atlético no quiso hacer más sangre. Se llevó la Supercopa y lo hizo merecidamente. El Real Madrid tiene mucho que mejorar y, lo que es más importante, mucho que fichar.