«¿Los problemas de Vandoorne? Pregúntale a Honda»
Los fuegos artificiales estallaron entre el lujo catalán. El paddock vivía en su reducida y adictiva atmósfera de glamour, cuando una nota disonante se abrió en McLaren-Honda. Una imagen, dos hombres y un destino: Eric Boullier, Yusuke Hasegawa y una explicación. Los periodistas necesitaban descifrar un código demasiado encriptado: ¿qué le pasa al nuevo motor Honda?
Y es entonces cuando Hasegawa se escondió, Boullier dio la cara y se formo la gozadera. «¿El problema de Vandoorne? Preguntadle a Honda», contestaba ante la incógnita planteada por un periodistas. Un inicio de AC/DC que terminó siendo de U2: «No estoy preocupado. Dejo en manos de Honda que lo solucionen, hemos de confiar en que lo harán». Giro timorato de discurso aunque la primera reacción, la animal, la instintiva, ya estaba clara.
La realidad exhibida en los últimos días es un escenario ambiguo, desolador por un lado y, como todo en McLaren-Honda, plagado de esperanza en el otro. Una máquina de humo constante que amenaza con romperse definitivamente y les pase así la de Pedro y el lobo: no les acabará creyendo nadie. Siempre les quedará Fernando: mientras él esté, todo es posible. Aunque, ahora mismo, el panorama es de carnaval en Tenerife.