Los orígenes de Schwartzman: raíces judías, una familia arruinada, problemas de crecimiento…

El mundo del deporte acostumbra a acoger con mayor hospitalidad a aquellos que parten con visible desventaja sobre sus competidores. Diego Schwartzman, un menudo tenista de 1,70 que convive con una época de gigantes en el tenis mundial, es uno de los protegidos de la hinchada. El argentino, de ascendencia judía, es desde hace varios años uno de los jugadores más regulares del circuito, pero en Roland Garros ha conseguido su cima, romper la barrera de las semifinales en un Grand Slam, y amenaza a Rafael Nadal con un tenis forjado a base de golpes y explicado desde la humildad a la que obliga su historia de superación.

«Mucha gente me pregunta sobre mi estatura. Mi respuesta es siempre la misma: tengo problemas peores que ser 10 centímetros más bajo que todos los demás», afirmaba Schwartzman en su reportaje En Primera Persona, realizado por la ATP, y en el que se adentra en unos orígenes al borde de la pobreza que le curtieron hasta llegar a lo que es ahora.

El Peque no lo tuvo fácil en una infancia en la que apuntaba a vivir una vida acomodada junto a su familia, que contaba con un negocio de ropa y joyería que, como él mismo reconoce, les hizo ganar mucho dinero. Sin embargo, al nacer Diego, todo comenzó a torcerse debido a la reducción de las importaciones por parte del Gobierno argentino. «De repente, mi familia ya no tuvo más negocios, ya no tuvo más casas ni autos adicionales. Solo éramos yo, mis dos hermanos mayores, mi hermana mayor y mis padres tratando de ganarnos la vida», relata Schwartzman sobre una época en la que comenzaba a adentrarse en el mundo del deporte.

Probó en el fútbol, donde asegura que fue hincha de Real Madrid y Barcelona casi a la vez, o al menos eso decían los uniformes que le compró su abuela. Pero donde el Peque pudo destacar fue en el tenis, un deporte en el que verdaderamente podía destacar gracias a la perseverancia y la personalidad que le caracterizan: «Me di cuenta de que en el tenis, la mayoría de las cosas dependían de mí y no de otras personas a mi alrededor».

Los viajes, junto a su madre, eran duros, con su padre trabajando en Argentina en condiciones precarias. La situación económica llevó a Schwartzman a transitar en solitario por los torneos desde los 13 años, ya fueran en Argentina u otros lugares, a los que acudía en avión. Todo ello se juntó con que un médico le desveló que nunca superaría los 170 centímetros de altura. «Sé que les dije que la altura no significa mucho. Pero estaba devastado. No sabía lo que iba a poder hacer bien en mi vida si el médico tenía razón. No sabía si aún quería jugar al tenis», confesaba Diego.

Un nuevo desafío ante Nadal

La altura le penalizó en los años posteriores, en los que no destacó como junior y tuvo que seguir luchando por un sueño en el que sólo él y los suyos confiaron. Pero una vez llegado al profesionalismo, todo lo forjado le iba a ayudar a llegar a lo más alto. «Nunca dudé de mí mismo, sin importar las probabilidades».

Con 28 años, Schwartzman no sólo ha alcanzado su madurez tenística, sino que ha podido comprobar que esta le da para competir de tú a tú con cualquier jugador del planeta. Así lo experimentó Dominic Thiem, apartado por el pundonor y el talento del pequeño argentino que ahora desafía a Rafa Nadal, ya con una victoria –en el pasado torneo de Roma– en su bagaje ante el rey de la tierra. El Peque quiere seguir derribando gigantes en su camino a la cima.