TUVO QUE ABANDONAR EN EL QUINTO SET POR LESIÓN (3-6, 6-3, 6-7, 6-2, 2-0 RET)

Nadal se retira ante Cilic pero cae como un héroe

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Rafa Nadal, tirado en el suelo con gesto de dolor. (Getty)
Nacho Atanes
  • Nacho Atanes
  • Redactor de deportes y canterano de OKDIARIO. Desde 2016 cubriendo la información de tenis. También baloncesto, fútbol, ciclismo y otros contenidos.

Rafael Nadal regresaba a las pistas en el Open de Australia dispuesto a ir cogiendo ritmo y acabar en las rondas finales del torneo. Una vez superados los primeros escollos, el manacorense se confirmaba, por nivel, en uno de los grandes candidatos a hacerse con el título, pero en el peor momento, su cuerpo dijo basta. Corría el tiempo en la Rod Laver Arena tras tres sets y medio frenéticos frente a un enorme Marin Cilic, pero el cuádriceps del número uno comenzó a resentirse, para acabar frenando su andadura en el primer Grand Slam del año. Se retiró como un héroe, prácticamente sin poder andar y coreado por decenas de miles de aficionados que saben que, a pesar de la derrota, Rafa siempre será un número uno.

Con un 5-1 a favor en el head to head, Nadal era consciente de lo que hacer para ganar a Cilic. Entre todas las premisas destacaba la de no dejar respirar al gigante croata, no darle un resquicio para golpear en parado, y por ello le dio de su propia medicina nada más comenzar. Disfrazado de sacador, Rafael no consintió agresión alguna desde el otro lado de la red, esperando su oportunidad al resto, sabedor de que llegaría tarde o temprano.

A Cilic, en cambio, se le veía seguro en cuanto al planteamiento a seguir, pero no en el desenlace. Agarrotado en muchos de sus golpes, siempre al 80% o más, el croata cometió errores impropios de un aspirante a vencer el torneo, lo cual aprovechó Rafa primero para aguantar el marcador y más tarde para romper el servicio. Le costó dos juegos, uno de ellos de minutaje extremo, pero a la segunda gran oportunidad, Nadal se hacía con una ventaja que ya no iba a ceder hasta, con una derecha paralela marca de la casa, poner el lazo al primer set.

La movilidad de Cilic, o la falta de ella, se estaba viendo penalizada por una actividad brutal de Nadal, veloz de piernas y manos ante uno de los cañoneros del circuito. Forzar la máquina era ganar el punto, pero en cuanto un golpe no acabara en el lugar planeado, Marin iba a poder atacar en parado, y pocos argumentos tan devastadores como ese existen en el circuito ATP.

Rafa debía seguir su camino y así lo hizo, a pesar del sufrimiento al que en muchas ocasiones obligaban los misiles llegados desde el otro lado de la pista. Acercándose al ecuador del segundo parcial, Nadal dio un salto en el marcador con el ansiado break, confirmado tras un warning que terminó de descentrar al gigante de los balcanes, o eso parecía.

Todo estaba controlado, pero los males de Cilic hicieron confiarse a Rafa, que cedió a continuación su servicio, sin darse cuenta de que en ese preciso instante acababa de activar el piloto automático en los brazos de su rival, pasando de la nada al todo y endosando una nueva rotura culminada con un juego al servicio que igualaba el marcador a un set. Con Marin Cilic, todo un campeón de Grand Slam, no puedes descentrarte un minuto. Le pasó a Carreño en octavos en más de una ocasión, y Nadal comenzaba a sufrir también las penurias del que se enfrenta al pegador.

No tenía que moverse él, sino mover al gigante, hacerle sufrir alejado de su zona de confort, y una vez superado el lógico bloqueo mental –luego se descubrió que también físico– causado por los golpes encajados, lo entendió y comenzó a construir de cero una victoria que le colocara entre los cuatro mejores jugadores del cuadro. Enfrente encontró a un gigante, que después de dos horas de juego, ya no sobrevivía a base de manotazos, sino que se había apoderado de la consistencia que tantas veces le ha faltado para triunfar en otros torneos.

Haciendo sufrir a Nadal en cada juego, Cilic era capaz de levantar el martillo de Thor y utilizarlo para ir sumando puntos con la facilidad pasmosa. Al otro lado de la pista, el muro plantado por el manacorense sobrevivía al servicio para no regalar ventaja alguna, en un encuentro que de las imprecisiones iniciales había pasado a una épica que le regalaba la consideración de partidazo.

Marin no quería faltar a su cita con el tie break, como buen pegador, y cuando Nadal se colocó, en un juego de respiro al saque, con 6-5, no dudó y enganchó cuatro martillazos para viajar a la muerte súbita. Cinco ganados y uno perdido –ante Carreño, al que después le ganó otros dos y el partido– para Cilic en este Open de Australia, pero ninguno frente al número uno, y menos con unas semifinales en juego. En esas, por muy bien que juegues, tienes enfrente a un contrincante que con atuendo de guerrero y atributos y condición de número uno te traspasa toda la presión, mermándote en el momento clave, un instante en el que él no va a fallar. Fue con un remate, centrado, sin dudar a pesar de que caía del cielo, con el que Rafa se apuntó la tercera manga y apretó el puño, con el consiguiente delirio de la grada de la Rod Laver Arena.

Dominio, júbilo y lesión

Con el cansancio haciendo acto de presencia y consciente de que a él le iba a afectar más que al superdotado físico que se encontraba al otro lado de la red, Cilic extremó su propuesta y decidió pegarlo todo hasta que el destino le indicara si debía estar o no en semifinales. Era como jugar a la ruleta y acertar cuatro o cinco veces seguidas, pero el contexto no permitía otra cosa que no fuera jugársela a martillazos.

Cilic necesitaba algo más que estar sublime en sus golpes, y esto llegó. Tras lograr el break ansiado, de nuevo con los palos como argumento, Rafa necesitó de las asistencias médicas para comprobar el estado de su cuádriceps. Cinco minutos de tensión que casi se traducen, a la vuelta, en una nueva rotura del croata, pero Nadal sacó fuerzas de flaqueza para remontar de forma inverosímil un 0-40 ante un jugador en absoluto trance. No pudo sobrevivir a la segunda embestida. El número uno, con una cornada en su pierna, debía enfrentarse a un quinto set infernal contra la bestia.

El estado físico de Rafa era peor a lo esperado, desde su palco le instaban a la retirada, pero el héroe español se negó a dejar al público sin una última intentona y vio, desde su lado de la cancha, como los puntos iban cayendo sin remedio en su contra, hasta que tras el enésimo winner de Cilic, que significaba el 2-0 en el quinto, decidió retirarse. Lo hizo casi sin poder andar, poniendo al público en pie como el ejemplo que es. Tenística y humanamente, Rafael Nadal siempre será un número uno.

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