Casi nadie lo entiende fuera de Valencia pero es la mejor expresión que tenemos en España y viene de ‘Gandía Shore’


El lenguaje no es un simple un medio de comunicación, sino un reflejo de la historia y las costumbres de una comunidad. España es un país que se caracteriza por su riqueza lingüística, ya que cada región tiene sus propias palabras y modismos que aportan matices a la vida cotidiana de sus habitantes. En el caso de Valencia, hay una expresión que en el resto de España no entienden, pero que para los locales es un código de identidad compartida.
Se trata de una palabra de cuatro letras que, a pesar de su sencillez, destaca por su capacidad de transmitir cariño y afecto, por lo que es habitual utilizarla para referirse a los amigos y familiares más cercanos, aunque en un principio sólo se utilizaba en relación a un hermano: «tete». Hoy en día, es expresión que se puede escuchar con frecuencia en contextos informales en Valencia.
La expresión que sólo se utiliza en Valencia
El origen exacto de «tete» no está del todo documentado, pero hay varias teorías al respecto. Una sugiere que proviene de la duplicación silábica típica del lenguaje infantil, usada por los niños para referirse a personas cercanas. Otra apunta a que podría derivar de abreviaciones de palabras como «xiquet» o «germanet», adaptadas con el tiempo por el uso popular. Cuando un valenciano dice «eixe és el meu tete» o «quedem, tete?» está transmitiendo confianza y complicidad.
Esta expresión no se utiliza sólo en Valencia, sino que en 2012 se hizo conocida en toda España gracias al programa de televisión «Gandía Shore». José Labrador, uno de sus protagonistas, lo repetía con tanta frecuencia que se convirtió en una seña de identidad del reality.
Otras expresiones valencianas
Más allá de «tete», la Comunidad Valenciana tiene muchas palabras con carácter propio.
«Camal», por ejemplo, se utiliza para referirse la pernera del pantalón. Mientras, «choparse significa mojarse mucho y «empastre» es una expresión que define un desastre o un estropicio. «Xé» quizá es la interjección más icónica del valenciano, capaz de expresar sorpresa, enfado o admiración.
El estudio estas expresiones permite comprender que el valenciano es un reflejo de la forma de vivir y de sentir de un pueblo. El lenguaje cotidiano es, por tanto, un ejemplo de cómo el pasado y el presente se encuentran en la palabra, cómo la tradición se adapta a la modernidad y cómo los elementos culturales pueden cruzar fronteras gracias a la difusión mediática.
En definitiva, cada vez que un valenciano dice «tete», está pronunciando una palabra sencilla en apariencia, pero enorme en significado. Utilizar expresiones como ésta es celebrar la cultura, compartir vínculos y mantener viva la identidad de un territorio. En un mundo globalizado, donde las lenguas minoritarias corren el riesgo de desaparecer para siempre, estas expresiones se convierten en actos de resistencia cultural.
«La lengua no es sólo un medio, sino también un artefacto de identidad, capaz de unir comunidades, emocionar y educar, y de transmitir un patrimonio emocional que va más allá de lo que cualquier historia escrita podría contar». (Edward Sapir).
Historia del valenciano
«Valencia fue fundada por los romanos en el año 138 a.C., (Valentia Edetanorum), una de las primeras colonias romanas en la península Ibérica, de la época íbera quedan vestigios en monedas y lápidas donde aparecen nombres de personas, ciudades, villas, ríos y de montañas ibéricas, romanizadas durante la dominación romana; por eso se puede afirmar que más de las tres cuartas partes de las palabras que constituyen el tesoro léxico de la lengua valenciana, (al igual que la catalana y la mallorquina), tienen raíces de la lengua romana, bien vulgar, bien clásica. Aunque estudios sobre filología de las lenguas románicas en España, encuentran abundantes sedimentos lingüísticos procedentes de la fusión de palabras íberas y celtas en la lengua romana vulgar o romance».
«Durante la ocupación islámica de la península Ibérica, iniciada en el siglo VIII d.C., permanecieron muchos pobladores iberorromanos en los territorios dominados por los árabes, principalmente porque no existían medios de transporte eficaces para la huída y porque, de forma generalizada, no se masacraba a la población civil conquistada, sino que se le permitía continuar viviendo con sus costumbres siempre que se sometiesen como siervos, no causaran problemas y contribuyesen con el pago de impuestos y servicios al mantenimiento de la nueva clase dominante. Los «mozárabes» o pobladores autóctonos iberorromanos hablaban en latín vulgar, que con el tiempo fue perdiendo su uniformidad, evolucionando y diferenciándose de unas zonas de la península a otras, ya participando de rasgos que le son propios al actual valenciano. Con la reconquista cristiana del Taifa de Valencia por parte del rey aragonés Jaume I «el Conquistador», muchos mozárabes que habían huido hacia el norte regresaron como repobladores cristianos, sumando su lengua romance a la de los mozárabes que permanecieron, y gracias a los fueros traducidos al valenciano, se consolidó el uso de esta lengua», explica Idioma Valenciano.