Cuando la música regala bienestar
Pasar la Navidad en el hospital no le gusta a nadie. Pero hay pequeños detalles que pueden alegrarle a uno el día. La semana pasada, 244 cantantes amateurs de todas las edades llevaron sus voces y su ilusión al Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid para participar en una iniciativa muy especial: el concierto participativo El Mesías en vena.
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Pasar la Navidad en el hospital no le gusta a nadie. Pero hay pequeños detalles que pueden alegrarle a uno el día. La semana pasada, 244 cantantes amateurs de todas las edades llevaron sus voces y su ilusión al Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid para participar en una iniciativa muy especial: el concierto participativo El Mesías en vena. Los 244 donantes de música interpretaron el célebre El Mesías de Händel entre goteros, sillas de ruedas y público en pijama.
Esta experiencia colectiva, organizada por la Obra Social «la Caixa» y la asociación Música en Vena, lleva ya tres años en marcha con el objetivo de humanizar los entornos sanitarios y mejorar el bienestar de los pacientes, pero es la primera vez que esta versión especial para el hospital se adelanta al estreno oficial de El Mesías participativo, celebrado los días 18 y 19 de diciembre en el Auditorio Nacional de Música de Madrid.
Concretamente, fue la semana pasada cuando, después de más de 40 horas de ensayos, 244 coristas aficionados, acompañados por el director Félix Redondo, el pianista Omar Sánchez y tres solistas profesionales, se reunieron para regalar a pacientes, familiares, médicos y enfermeros un espectáculo tan solidario como impresionante. Hablamos con algunos de los integrantes de esta coral única y multitudinaria.
Crispín Pérez, 78 años, bajo
Crispín hace su aparición en el Hospital Universitario 12 de Octubre con un gran sombrero de fieltro y una larga capa de terciopelo en la que lleva algunas de las insignias de sus tiempos como marino. Va de punta en blanco, que se diría. “¡Y es que la ocasión lo merece!”, exclama. La primera vez que se presentó a las audiciones, hace ahora algunos años, le dijeron que volviera a intentarlo al año siguiente.
Cantar El Mesías era su sueño desde sus primeros días en la coral del colegio, así que se apuntó a una academia de canto, se pasó el verano entero escuchando la obra en su MP3 y se volvió a presentar. Esta vez pasó las audiciones y, desde entonces, se emociona cada vez que sube al escenario. “Tener la oportunidad de cantar una letra de una espiritualidad tan extraordinaria como esta es una experiencia única”, afirma tras confesar que para él la música lo es todo. “Mi parte favorita”, añade, “es el amén final. Son cinco minutos preciosos en los que ves cómo el público se vuelca tanto que parece que el techo se vaya a venir abajo. Con lo que más disfruto es viendo a la gente disfrutar”, sentencia.
Juan Luis Peñaranda, 46 años, bajo
Juanlu, economista, es un gran apasionado del canto y el teatro musical. Ya ha participado en algún que otro coro, pero esta va a ser la primera vez que cante El Mesías. Hay nervios, pero sobre todo ganas. “Lo que me encanta de los coros”, subraya, “es poder conocer a tanta gente, y tan diversa, unida por la misma pasión: cantar”, afirma.
El Mesías en vena, además, le permite unir dos facetas muy importantes en su vida: por un lado, la artística; por otro, el voluntariado.“Siempre que he hecho algo artístico he echado de menos poder darle una utilidad más social”, cuenta. “Por eso me parece fantástica esta iniciativa y el tener la oportunidad de traer un poco de música y felicidad a quienes están hospitalizados para que olviden, al menos por unas horas, su rutina y sus circunstancias”.
Encarnita Acera, 77 años, contralto
La familia de Encarnita lleva la música en la sangre. Madre de Juanlu, ella y su marido llevan cantando en El Mesías participativo desde hace siete años. De hecho, yendo hacia la sala de actos, casi a cada paso se para a saludar a alguien. “¡Después de tantos años somos ya una familia!”, dice. “Hay mucha gente joven y eso me hace sentir más joven a mí”.
En su caso, además de este concierto participativo, hay otra tradición a la que nunca falla: cada 24 de diciembre, junto al Coro del Hospital de la Princesa, recorre planta a planta del hospital cantando villancicos. “Sales con la garganta deshecha y quizá llegues hasta tarde a la cena de Nochebuena, pero la satisfacción de haber llevado un poco de Navidad a los pacientes es tal que no te importa. Ellos son lo primero”, afirma. A la pregunta de por qué cree que la música puede ayudar tanto a las personas, responde con la sencillez que solo las grandes verdades tienen: “porque lo que nos une a todo el mundo, hablemos la lengua que hablemos, son las emociones. Y la música tiene una capacidad enorme para transmitir y despertar sentimientos”.
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