El experimento del mono que lanzó una nave espacial: la odisea de Ham
El experimento del mono que lanzó una nave espacial fue un hito importante en la carrera espacial. Te contamos aquí más datos.
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En el mundo de la exploración espacial, existen historias fascinantes que merecen ser contadas. Una de ellas es la increíble odisea de Ham, un valiente mono que se convirtió en el primer primate en viajar al espacio. Su historia es un testimonio de coraje y perseverancia, y es un hito en la conquista del espacio por parte de la humanidad.
En plena guerra fría
El experimento en el que Ham participó se llevó a cabo el 31 de enero de 1961, en plena guerra fría y carrera espacial entre Estados Unidos y la Unión Soviética. En ese momento, la NASA buscaba enviar seres vivos al espacio para obtener información crucial sobre los efectos que la ingravidez y las altas velocidades tenían en el cuerpo humano.
Ham, un chimpancé de tres años de edad, fue seleccionado para este importante proyecto. Antes de su viaje, fue entrenado intensivamente para realizar diferentes tareas y superar los desafíos que encontraría en el espacio. Aprendió a presionar palancas y botones en respuesta a señales luminosas y auditivas, lo que le permitiría realizar las tareas necesarias durante el vuelo.
El día del lanzamiento, Ham fue colocado en una pequeña cápsula espacial llamada «Mercury-Redstone» y fue transportado a bordo del cohete «Redstone». La nave despegó desde Cabo Cañaveral, Florida, y se espera que alcance una altitud máxima de 190 kilómetros antes de regresar a la Tierra.
Una gran habilidad
Durante el vuelo, Ham demostró una habilidad excepcional para realizar las tareas encomendadas. Presionó las palancas y los botones según las indicaciones recibidas, mostrando su entrenamiento y adaptación al entorno espacial. Su contribución fue vital para recopilar datos sobre cómo los seres vivos podían funcionar en condiciones de ingravidez y alta velocidad.
Sin embargo, la misión de Ham no estuvo exenta de dificultades. Durante el vuelo, se produjo un fallo en el cohete, lo que hizo que la cápsula espacial experimentara fuerzas G mucho más altas de lo esperado. A pesar de esto, Ham se mantuvo calmado y siguió realizando sus tareas sin problemas.
Finalmente, después de un vuelo de 16 minutos y 39 segundos, la cápsula espacial aterrizó en el océano Atlántico. Ham fue rescatado por un equipo de la Marina de los Estados Unidos y llevado a un barco cercano para su evaluación médica. A pesar de la experiencia estresante, el valiente chimpancé estaba en buen estado de salud, lo que demostró que los seres vivos podían sobrevivir y funcionar correctamente en el espacio.
Un gran éxito
La misión de Ham fue un éxito rotundo y proporcionó información de gran valor para futuras misiones espaciales tripuladas. Su valentía y habilidades demostraron que los seres vivos podían adaptarse al entorno espacial y realizar tareas críticas. Además, su participación allanó el camino para futuros vuelos tripulados, como el histórico viaje del astronauta Alan Shepard en mayo de 1961.
Después de su regreso a la Tierra, Ham se convirtió en una celebridad internacional. Fue trasladado al Zoológico Nacional del Aire y el Espacio en Washington D.C., donde pasó el resto de su vida. Aunque falleció a la edad de 26 años, su legado como uno de los primeros seres vivos en viajar al espacio perdurará para siempre.
La odisea de Ham es un recordatorio de los avances científicos y tecnológicos que han llevado a la humanidad a explorar el espacio. Su valentía y contribución a la ciencia han dejado una huella imborrable en la historia de la exploración espacial.
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