Fiebre intermitente ¿por qué ocurre en bebés y niños?
Una fiebre que puede aparecer ante infecciones o enfermedades subyacentes
No suele ser algo preocupante aunque se debe controlar
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La fiebre intermitente es una preocupación común entre los padres cuando se manifiesta en bebés y niños pequeños. Aunque en muchos casos puede parecer alarmante, es una respuesta natural del cuerpo ante infecciones o enfermedades subyacentes. Es importante entender que la fiebre, especialmente cuando es intermitente, no siempre indica una emergencia médica, sino que es un mecanismo de defensa del cuerpo para combatir bacterias y virus. Sin embargo, cuando se presenta de manera recurrente, los padres suelen preguntarse qué la está causando y cómo pueden ayudar a sus hijos a recuperarse lo más rápido posible.
A medida que los niños crecen, su sistema inmunológico se enfrenta a numerosos virus y bacterias. Este proceso de adaptación puede provocar episodios de fiebre intermitente, donde la temperatura corporal sube y baja en diferentes momentos del día. La fiebre puede aparecer por la mañana, desaparecer durante algunas horas y luego volver al atardecer. Este tipo de fluctuación es común en infecciones como resfriados, infecciones de oído o garganta. En muchos casos, la fiebre puede durar entre 3 y 5 días, pero si persiste por más tiempo o es muy alta, es necesario consultar con un pediatra. Es vital que los padres sepan identificar cuándo una fiebre intermitente es motivo de preocupación. Si bien la mayoría de las veces, la fiebre se debe a una infección leve que el cuerpo del niño puede superar por sí mismo, existen casos en los que la fiebre puede ser un signo de una condición más seria, como una infección bacteriana, enfermedades autoinmunes o problemas inflamatorios crónicos. Por eso, observar los síntomas asociados y cómo evoluciona la fiebre es clave para determinar si es necesario buscar ayuda médica.
Causas de la fiebre intermitente en niños y bebés
La fiebre intermitente en bebés y niños puede tener diversas causas, siendo las más frecuentes las infecciones virales. El sistema inmunológico de los niños es todavía inmaduro, lo que significa que están más expuestos a los virus comunes que circulan en su entorno, como los que causan resfriados, gripe o infecciones respiratorias. Estos virus suelen provocar fiebre que aparece y desaparece durante varios días, ya que el cuerpo está luchando activamente contra ellos. En muchos casos, no es necesario un tratamiento específico, más allá de medidas para aliviar el malestar, como mantener al niño hidratado y cómodo.
Otra causa frecuente de la fiebre intermitente son las infecciones bacterianas, como las infecciones de oído o las infecciones urinarias. A diferencia de las infecciones virales, estas suelen requerir tratamiento con antibióticos, ya que el cuerpo no puede combatirlas por sí solo de manera tan eficiente. Las infecciones bacterianas también tienden a provocar fiebre más persistente y alta, por lo que es crucial buscar atención médica si se sospecha de este tipo de infección. Además, los niños con infecciones bacterianas a menudo presentan otros síntomas específicos, como dolor de oído o dificultades para orinar.
Por último, los procesos inflamatorios, aunque menos comunes, también pueden estar detrás de la fiebre intermitente. Enfermedades como la artritis reumatoide juvenil o la enfermedad de Kawasaki pueden causar fiebre recurrente sin una causa infecciosa clara. Estas condiciones suelen ir acompañadas de otros síntomas, como erupciones cutáneas, inflamación en las articulaciones o cambios en el comportamiento del niño. En estos casos, es fundamental un diagnóstico temprano para iniciar el tratamiento adecuado.
¿Cuándo es motivo de preocupación?
En la mayoría de los casos, la fiebre intermitente no es una señal de alarma, pero hay ciertos signos que los padres deben tener en cuenta para determinar cuándo es necesario acudir al médico. Si el bebé tiene menos de tres meses y presenta fiebre, es fundamental buscar atención médica de inmediato, ya que los recién nacidos tienen sistemas inmunológicos mucho más vulnerables. En niños mayores, si la fiebre persiste durante más de cinco días, supera los 39°C, o si el niño presenta síntomas adicionales como dificultad para respirar, letargo extremo, o erupciones, es imprescindible consultar a un pediatra.
Otro motivo de preocupación es cuando la fiebre intermitente se acompaña de deshidratación. Los bebés y niños pequeños pueden deshidratarse rápidamente, especialmente si también tienen vómitos o diarrea. Es crucial asegurarse de que el niño esté tomando suficientes líquidos durante los episodios febriles. Además, la fiebre que no responde a los tratamientos habituales con medicamentos antipiréticos, como el paracetamol o el ibuprofeno, también puede ser indicativa de una afección más grave que requiere evaluación médica.
La fiebre intermitente asociada a enfermedades crónicas o trastornos inflamatorios puede ser más difícil de diagnosticar. Por ejemplo, enfermedades autoinmunes como el lupus o la artritis juvenil pueden causar fiebre recurrente sin una infección evidente. En estos casos, el pediatra puede recomendar análisis de sangre u otras pruebas para identificar la causa subyacente y determinar el mejor tratamiento. La clave está en observar de cerca los patrones de fiebre y otros síntomas que puedan acompañarla, lo que permitirá a los profesionales médicos hacer un diagnóstico preciso.
Cómo manejar la fiebre intermitente en casa
Cuando la fiebre intermitente se debe a infecciones virales comunes, los cuidados en casa suelen ser suficientes para ayudar a los niños a recuperarse. Es esencial mantener al niño hidratado, ofrecerle líquidos regularmente y asegurarse de que descanse lo suficiente. También se pueden emplear medidas como baños tibios para ayudar a reducir la fiebre y mantener al niño cómodo. Los medicamentos antipiréticos, como el paracetamol o el ibuprofeno, pueden ser útiles para aliviar el malestar, pero siempre deben administrarse según las indicaciones del médico o del prospecto del medicamento.
Es igualmente importante no abrigar demasiado al niño, ya que esto puede aumentar su temperatura corporal. Optar por ropa ligera y mantener la habitación bien ventilada ayudará a regular la temperatura. Asimismo, evitar forzar al niño a comer si no tiene apetito es recomendable; lo más importante es asegurarse de que se mantenga bien hidratado. En muchos casos, el apetito volverá una vez que la fiebre haya disminuido.
Finalmente, es vital recordar que la fiebre es un síntoma, no una enfermedad en sí misma. Si los episodios de fiebre intermitente se presentan con frecuencia o duran demasiado, el pediatra podría recomendar realizar pruebas para descartar infecciones persistentes u otras condiciones de salud más serias. Mantener una comunicación abierta con el profesional de la salud y seguir sus recomendaciones es esencial para garantizar el bienestar del niño.