Pedro Sánchez, un peligro
Hace cinco años escribí el artículo Pedro Sánchez, un problema para la seguridad nacional en EL MUNDO/ El Día de Baleares. Decía que a los españoles les preocupa seriamente la situación social y política que desde hace tiempo bloquea el país. Existe la amplia percepción de que en el horizonte se forma una tormenta, el Estado afronta un periodo de desgobierno debido a diversas causas que tienen como denominador común a un presidente del Gobierno, en funciones, de actuaciones impredecibles y comportamientos con rasgos de inestabilidad. La incógnita reside en cuáles podían ser los escenarios de solución. Para ello hay que partir de la secuencia de la evolución de lo que se presenta como una patología democrática.
Sorprendió a muchos el artículo y algunos se rasgaron las vestiduras, ruido de sables. No entendían que un militar retirado, ante la gravedad del posible nombramiento de un embustero compulsivo como presidente de gobierno, hiciera este artículo crítico.
España está políticamente enferma desde hace años. La llegada al Gobierno de Rodríguez Zapatero, tras el 11-M de 2004, marcó la involución del ambiente de concordia que había significado la Transición. ¿Por qué hay partidos abiertamente sediciosos, condenados sus dirigentes, que son legales?
La legitimidad constitucional se puso en almoneda, su mandato impulsó el regreso al guerracivilismo, sembró la semilla del odio y propulsó el nacimiento del populismo comunista y dio alas al secesionismo. La desastrosa gestión de la crisis de 2007 dejó a España en bancarrota y el hecho diferencial de algunas autonomías se desbordó, inventando los estatutos de segunda generación o, lo que es lo mismo, la transferencia de más competencias a las autonomías, lo que iba socavando el diseño estatal de la Constitución. Con Rodríguez Zapatero se abrió una época de políticos de segunda generación, que confunden la política con la técnica electoral, la frivolidad como algo consustancial con la acción de gobierno, la obsolescencia ideológica como base del pensamiento político y el adanismo como principio de actuación sin poseer experiencia vital.
También desprecian el periodo de estabilidad y progreso en el que han crecido: la Transición. La llegada de Pedro Sánchez a la presidencia del Gobierno supone la culminación de este estado de cosas. Es para meditar que el mayor problema de España sea la conducta de una persona que ponga impunemente en peligro la legitimidad institucional del Estado. El señor Sánchez busca una satisfacción personal sin reparar que el daño institucional es evidente pues va a negociar una reforma del Estado, de contenido y alcance desconocidos, con una minoritaria representación para quebrar el orden constitucional. Y ese es un comportamiento que no es legítimo, ni se puede consentir, de un presidente del Gobierno.
Por ello, decía, los partidos constitucionalistas, incluido el PSOE, no deben facilitar la investidura de Sánchez -sin lugar a dudas esta petición mostraba mi ingenuidad, la de un recién llegado a la política-.
El cambio de legislación para cumplir las condiciones expuestas por los sediciosos es más que una posibilidad, ha sido una realidad. Los poderes del Estado no deben permitir esta actuación lesiva y proceder a constatar si la conducta del presidente incurre en responsabilidad criminal. Estamos ante un problema de seguridad nacional.
A lo largo de estos cinco años de desgobierno y deriva democrática, hemos llegado a una situación insostenible. Sánchez ha sido capaz de todo, mentira compulsiva, traición, endeudamiento, sumisión a los enemigos de España, indicios claros de corrupción de su entorno familiar, gobierno y partido, y una destrucción de las propias estructuras del Estado, fragilizado por las concesiones a las comunidades autónomas rebeldes. Lo vimos en la pandemia del Covid 19, en la DANAde Valencia. ¿Dónde está el Estado, dónde están el señor Sánchez, el ministro del Interior y el Gobierno de España? Huidos, maniatados por la corrupción, por la incompetencia y por la sumisión a filoetarras, golpistas y comisionistas.
Pedro Sánchez no es un problema, se ha convertido en el mayor enemigo de España. El milagro español es incuestionable, no por la buena gestión sino por la resistencia ante una crisis permanente. Todo tiene un límite, hay que reaccionar, tenemos que echar a este personaje diabólico y su incompetente Gobierno cuanto antes, de lo contrario todos seremos cómplices y víctimas.
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