Crítica

‘Sin novedad en el frente’, la descarnada versión alemana de la Gran Guerra que busca el Oscar

Sin novedad en el frente
Fotograna de Sin novedad en el frente

El cine y la literatura siempre se han ocupado de esa picadora de carne de la guerra, bien como exaltación patriótica y propaganda, o más bien, en sus mejores acercamientos, como retrato de esas generaciones de jóvenes sacrificadas en las matanzas de las campañas de Europa (Primera y Segunda Guerra Mundial) o Asia (guerra en el Pacífico, guerra de Vietnam). Hay títulos memorables que ya forman parte del imaginario colectivo, sobre todo por escenas y secuencias que ya son difíciles de sacar de la cabeza, o porque llegaron como reflejo de unos tiempos convulsos (la fecunda producción hollywoodiense a raíz del conflicto en Vietnam y sus consecuencias).

Sin novedad en el frente, la primera producción íntegramente alemana que se centra en la historia de los vencidos, reinventa y cambia la notable adaptación de Lewis Milestone (que en su carrera tendría éxitos como El extraño amor de Martha Ivers y esa versión de Rebelión a bordo, la de Marlon Brando y Trevor Howard) que ya de por sí es un clásico incontestable sobre la novela de Erich Maria Remarque, un hito de la literatura antibélica.
>Sin novedad en el frente tiene de maestro el ritmo de un avezado creador de escenas de acción bélicas como Peter Weir (Gallipoli, Master and Commander) sin renunciar a referencias del cine de Spielberg más reconocible. Si 1917 de Sam Mendes es un alarde técnico y trucos de cámara al servicio de una historia, aquí la belleza violenta de los planos se justifica como una forma de lírica fílmica que, como las notas musicales del tema central, acompañan el espanto sin necesidad de subrayarlo, e impone su fuerza en el drama de unos personajes que evolucionan desde el arrojo exaltado antes de partir hacia ese frente, pasando por la incredulidad, el asombro y la resignación.

La tragedia de reclutas como carne de cañón que no saben cuál va a ser su comportamiento en el punto de no retorno, cuando se matan con balas, con gas, con lanzallamas, a hachazos; a distancia o en el cuerpo a cuerpo. El soldado como sujeto narrativo y social. La guerra despojada de toda virtud heroica, un absurdo salvaje donde la muerte se entremezcla con la suciedad, las ratas, el barro, el hambre y la sordidez de las trincheras, que siguen un camino por el que ya transitó Senderos de gloria, al mostrar ese angosto pasillo que hacina hombres vivos y muertos.

Corrupción y cobardía en la parte alta de la escala de mando y sufrimiento entre el espanto de la juventud, la generación que fue sacrificada en el matadero de los campos de batalla de la I Guerra Mundial. Sin novedad en el frente tiene una potencia fílmica estremecedora, el amargo sentido de lo humano, no sólo atacado por el enemigo, también víctima de la degradación física y sus comprensibles alteraciones psíquicas; rotas sus voluntades, sus inteligencias embotadas.

El punto de mira son los chavales perplejos que se encuentran en medio de una sangría irracional, masacrados por intereses que nunca llegan a entrever, esta película llega en una época donde la artillería vuelve a resonar en las llanuras de Europa, como viniendo a recordar que cada nueva generación trae su propio horror imprevisto, y que hay guerras, derrotas y victorias de la raza humana que no son militares. Sin novedad en el frente opta a nueve estatuillas en los Oscar, incluida la de guión adaptado de Edward Berger, que, sin embargo, no ha sido nominado por dirigir esta magnífica barbaridad.

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