James Cameron tiene claro cuál es el gran fallo de la saga ‘Terminator’: ¿Tiene futuro la franquicia?
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Con un Hollywood cada vez más dependiente de sus franquicias, resulta impensable que en la actualidad el nacimiento de una propiedad intelectual se viese prolongado en varios largometrajes, sin obtener grandes resultados críticos ni un rédito económico que justificase la devaluación de dicha IP. Sin embargo, la saga Terminator es un caso casi paradigmático para la industria, pues después de su primera secuela, ninguna de las posteriores historias han conseguido convencer a la audiencia. Pero, ¿qué es lo que falla realmente con este universo de supervivencia de la humanidad contra Skynet? El director James Cameron cree que le respuesta se encuentra en el lado más emocional de su desarrollo narrativo.
1984 fue un año increíble en el box office internacional. Sobre todo para un Hollywood que concentró varios éxitos internacionales, cosechando millones de dólares para los grandes estudios norteamericanos. Y es que para hacernos una idea de lo que supuso ese desempeño financiero, tan sólo debemos observar los números generados por la primera Terminator. Con un presupuesto de 6,4 millones, la segunda cinta como director de Cameron logró aunar en la taquilla mundial unos 78 millones de dólares. No obstante, ni aun así el filme de ciencia ficción pudo colarse en el Top 5 de películas más taquilleras de su año. La culpa de ello, reside en que en ese casi equinoccio de los 80, encontramos propuestas comerciales que arrasaron en las salas, como Indiana Jones y el templo maldito (333 millones de dólares), Superdetective en Hollywood (316 millones) y por supuesto, Cazafantasmas (295 millones). Eso sí, a diferencia de sus principales competidoras en aquella cartelera anual, el inicio de la saga Terminator partía de una inversión presupuestaria mucho menor.
Para la llegada de la secuela-también dirigida por Cameron-tuvieron que pasar siete años. Pero la espera mereció la pena. El cineasta canadiense convenció a TriStar Pictures para invertir 102 millones en Terminator 2: el juicio final (1991) y los espectadores acudieron en masa. Esta vez sí, la segunda parte de aquella recién iniciada saga de Terminator, se coronó en el mercado de la recaudación liderando la lista de títulos de ese momento, gracias a unos 520 millones de dólares que le ayudaron a rebasar con una amplia diferencia a proyectos de la talla de La bella y la bestia (424 millones de dólares) o Robin Hood: príncipe de los ladrones (390 millones de dólares). A partir de aquí y aunque el universo siguió funcionando a nivel financiero, cada entrega fue recaudando menos, desligándose de la esencia original de su trama y consiguiendo críticas cada vez más voraces. Ahora, el responsable de las dos primeras entregas ha descifrado cuál es el verdadero problema por el cual, los numerosos intentos posteriores a su secuela no han logrado estimular lo suficiente al público.
El problema de la saga Terminator
Otra cosa no, pero si hay alguna voz autorizada en la meca del cine para entender el audiovisual como modelo de negocio, ese es James Cameron. El realizador es el responsable de tres de las cinco películas más taquilleras de la historia del cine. Teniendo además una capacidad única para entender la idiosincrasia de lo que debe tener la continuación de un éxito para seguir enganchando a los espectadores. Porque recordemos que Cameron, aparte de haber firmado Avatar 2: el sentido del agua, se enfrentó con su tercera cinta a plasmar una continuación para la franquicia del xenomorfo en Aliens: El regreso (1986).
Por eso, cuando en un post de Reddit (vía ScreenRant) fue preguntado por el problema de la saga Terminator, el director aseguró que se trataba de un motivo emocional que nación con la confección de la primera secuela:
«El desafío con Terminator 2 era la complejidad moral de la historia y pedirle al público que, al final, llorara por un Terminator. No creo que la tercera o cuarta película hayan estado a la altura de ese potencial».
Ni siquiera la nostalgia funciona
Una de las principales quimeras a las que se enfrenta la saga Terminator es que ni siquiera el efecto nostálgico parece lograr funcionar a una fórmula que ya ha dado demasiados virajes temporales. Terminator 3: La rebelión de las máquinas (2003) fue un calco de su antecesora, mientras que Terminator Salvation (2009) intentó romper con lo establecido llevándonos al futuro postapocalíptico de la guerra entre humanos y máquinas. Por último, Terminator: Génesis (2015) y Terminator: Destino oscuro (2019) han sido las dos más recientes acometidas de resurrección de una franquicia que parece estar condenada al fracaso.
En medio de una constante actualización y bajo un contexto tecnológico donde más que nunca la inteligencia artificial es un tema tremendamente candente, la propiedad intelectual tendría que hacer borrón y cuenta nueva bajo un proyecto de medio-largo recorrido. Pues ni siquiera el formato del anime de Terminator Zero (2024) terminó de cuajar dentro de Netflix.