Crítica de “Ejército de los muertos”: El intento fallido de resucitar un género
Si esperabas ver algo diferente en la vuelta de Snyder al mundo zombi quedarás totalmente desilusionado.
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Que Zack Snyder regresase al género que lo vio nacer era la esperanza para muchos de conseguir volver a disfrutar de su mejor versión. Una, que como en su ópera prima amanecer de los muertos, rebosase de ese terror palomitero, ligero y con un humor visceral destripado a base de gore. El ejército de los muertos suponía la huida al fin del cómic y de los héroes que tantos dolores de cabeza le había traído con Warner para pasar a un producto de Netflix, en el que disponía de total libertad creativa. Ya no había escusas, Snyder había hecho la película que quería hacer. Desgraciadamente, este atraco postapocalíptico en Las Vegas fracasa en todas sus apuestas, creando una película que como una de sus criaturas se “cae a cachos”.
Que la seriedad y la solemnidad no van a estar presentes en Ejército de los muertos se ve desde su inicio. Al igual que el cineasta hiciese con Watchmen, los títulos de crédito son la excusa perfecta para contar cómo la plaga zombi ha devorado la ciudad del juego, bajo el enclave musical Viva las Vegas. Del mismo modo presenta a los personajes principales y aterriza la situación final de cómo comienza esta historia. La ciudad de Las Vegas ha sido sellada por los militares, que dentro de pocos días lanzarán una bomba nuclear para destruir la amenaza zombi, evitando así cualquier propagación al resto del mundo. Aquí es donde entra el multimillonario Bly Tanaka, que le pide a Scott Ward (Dave Bautista) que forme un equipo para entrar en el casino de la ciudad asediada de muertos vivientes y recuperar su dinero antes de que esta se borre del mapa.
Resulta curioso que en esta presentación musical, Snyder si sepa transmitir el dramatismo, con cierta ironía de los sucesos iniciales de la plaga. Pero que en cambio, después perdamos todo el interés en unos personajes con los que en teoría deberíamos empatizar más. Una vez termina el arranque, toda va cuesta abajo.
Snyder pierde todas las apuestas
Como un mal jugador, el realizador apuesta sin sentido hacia varios caminos, perdiendo en todos y cada uno de ellos. Cuando algo debe de resultar gracioso no lo es y, en el momento de una muerte supuestamente dramática, la carcajada está asegurada. Tan evidente resultan sus intenciones que a menudo cae en el infantilismo. Ejemplo perfecto de ello es escoger para la secuencia final de una película Zombi una versión de la canción Zombie de The Cranberries. La historia no funciona en sus decisiones finales, pero tampoco lo hace en la construcción de la relación entre sus personajes. Es fascinante la irrelevancia que transmite el drama familiar padre-hija introducido con calzador en la película y la incapacidad de Snyder para crear motivaciones y objetivos que no sean totalmente ridículos.
Una vez más Ejército de los muertos es otro caso del esclavismo estético al que está expuesto su director, abocado a la grandilocuencia indefendible de un proyecto inexcusable. No existen culpables más allá de todas y cada una de las fallidas decisiones que toma en la película para intentar resucitar y volver a poner de moda un género muerto.