Entre uno y seis niños de cada 1000 nacidos sufre problemas de audición de forma leve o moderada
El origen de la hipoacusia neurosensorial en el adulto reside en la exposición al ruido, la presbiacusia (pérdida de audición con la edad), la toma de fármacos ototóxicos, ciertas enfermedades sistémicas y las enfermedades del nervio coclear
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El oído es un órgano básico para relacionarnos con el medio. Los sonidos se propagan por el aire en forma de vibraciones, las cuales llegan a nuestros oídos para ser transformadas en impulsos nerviosos que luego se envían al cerebro para traducirlas en los sonidos que sentimos. También es el encargado de controlar el equilibrio.
Desde la startup Kiversal, especialistas en diseño y producción de dispositivos de audición, aseguran que el oído es uno de los órganos más avanzados y sensibles de nuestro cuerpo: «Cuando se ve afectado o dañado significa que algo no está funcionando correctamente en nuestro sistema auditivo».
La composición del oído, representado por un conjunto de órganos, está basado en tres partes bien diferenciadas, cada una de ellas con una función concreta:
- Oído externo: formado por el pabellón auricular y el conducto auditivo externo que recibe el sonido para dirigirlo al oído medio.
- Oído medio: formado por la cavidad y membrana timpánica, los osteocillos óticos, senos y celdas mastoideas, así como la tuba faríngea. Transforma las ondas sonoras en vibraciones y las transmite al oído interno.
- Oído interno: se encuentra dentro del hueso temporal y se divide entre el laberinto óseo y el laberinto membranoso. Su función principal es transportar los impulsos eléctricos que llegan al cerebro en forma de sonido.
Los especialistas en otorrinolaringología Juan García-Valdecasas, María Mata Ferrón y Juan Ignacio Santaella han observado que no solo las otitis son responsables de las frecuentes visitas al otorrino: «Las hipoacusias (pérdidas de audición), los acúfenos y los vértigos son motivos frecuentes de malestar en nuestra población».
Para ellos, los problemas de oído más comunes son la otitis, la hipoacusia (pérdida de audición), la otosclerosis (crecimiento anormal de estribo), el colesteatoma (crecimiento anormal de la piel), los vértigos y los acúfenos.
Otitis, una causa de la pérdida de audición temporal
Se trata de una inflamación del oído que pueden afectar a la parte externa del órgano (otitis externas) o al oído medio (otitis medias). El origen de esta patología es generalmente infeccioso, bien provocado por bacterias, hongos o virus. Los síntomas habituales son intenso dolor, supuración y pérdida de audición. Afortunadamente, tiene un buen pronóstico, la afección sana en menos de una semana y, por lo general, no deja secuelas.
Otro tipo muy común es la Otitis Media Secretora. Se trata de una situación muy frecuente en niños y adultos que produce pérdida de audición y favorece la aparición de otitis medias agudas. Es lo que coloquialmente se conoce como ‘moco en el oído’.
Es provocada por la obstrucción de la trompa de Eustaquio, normalmente ocasionada por las rinitis o las vegetaciones, y conduce a la reducción de la presión aérea en el oído medio que retrae al tímpano y produce un exudado mucoso. La consecuencia principal es la pérdida de audición leve y reversible que condiciona la comunicación con otros.
Hipoacusia infantil: leve o severa
La hipoacusia infantil o pérdida de audición en la infancia es un déficit sensorial frecuente. Entre uno y seis niños por 1000 nacidos se ven afectados por la patología. En la mayoría de los menores, la pérdida de audición será leve o moderada, pero también existen casos severos y profundos que afectan entre uno y tres de cada 1000 niños nacidos, según cifran los expertos del blog de Otorrinolaringología de Granada.
En el caso de los niños, puede tratarse de una alteración oculta e invisible a los ojos de la mayoría, por lo que suele ser difícil de detectar con métodos clínicos ordinarios. El problema es que puede generar consecuencias que pueden llegar a ser muy graves. El origen de la hipoacusia en niños puede deberse a diferentes factores ocasionados en distintos momentos de la vida del niño: causas que acontecen antes del nacimiento (congénitas), durante el parto o tras el nacimiento.
Las manifestaciones que provocan la hipoacusia en el niño dependen de su grado, es decir, en función de la gravedad, se presentarán diversas alteraciones en el desarrollo lingüístico y comunicativo, en los procesos cognitivos y en la integración escolar, social y laboral.
Por su parte, en los adultos, la pérdida auditiva supone un gran impacto en las relaciones sociales, conduciendo incluso a la depresión y el aislamiento. Las causas de transmisión más frecuentes son los tapones de cera, otitis externas, otitis medias, perforaciones timpánicas, la otosclerosis etc.
El origen de la hipoacusia neurosensorial en el adulto, sin embargo, reside en la exposición al ruido, la presbiacusia (pérdida de audición con la edad), la toma de fármacos ototóxicos, ciertas enfermedades sistémicas y las enfermedades del nervio coclear (neuropatías y neurinomas).
Vértigos y acúfenos
Médicamente, los vértigos son cuadros característicos de giro de objetos o del sujeto alrededor de los objetos. Entre las causas más frecuentes de vértigo de oído se encuentran los vértigos paroxísticos posicionales benignos, causados por el desprendimiento de unos cristales que tenemos alojados en nuestro oído y que permiten que nos orientemos ante las aceleraciones lineales y el efecto de la gravedad.
Algunas posiciones de cabeza provocan un desplazamiento de estos cristales produciendo vértigos. El síndrome de Meniere, que se desarrolla por un desequilibrio en los líquidos que bañan el oído interno, es otra de las causas comunes de vértigos.
Por su parte, los acúfenos o ruidos en los oídos son un problema de salud muy frecuente en la población, pues afectan a 1 de cada 5 personas. No son una enfermedad por sí mismos, sino un síntoma de una enfermedad, generalmente no grave. Pueden padecerse en un oído, en los dos oídos o bien estar localizados en la cabeza.
Aunque su frecuencia puede variar, generalmente provocan fatiga, estrés, problemas con el sueño, la concentración y la memoria, depresión, ansiedad e irritabilidad.