Uno de cada cuatro casos de ictus cursa con epilepsia
La prevención de las enfermedades cardiovasculares es también una forma de reducir el riesgo de epilepsia
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Los neurólogos expertos en epilepsia lamentan que, a pesar de ser una condición relativamente frecuente, y que muchas veces se puede prevenir, no exista suficiente formación sanitaria para tomar medidas que podrían cortarle el paso. Es una de las afirmaciones que han hecho muchos de ellos en el marco del encuentro anual de la Liga Internacional contra la Epilepsia (ILAE, por sus siglas en inglés) en Europa.
La mitad de los seis millones de europeos que viven con esta condición se sienten marginados y soportan exclusión social y un elevado grado de estrés, lo que pone de manifiesto la necesidad de que se invierta en campañas informativas y evaluación de su impacto en la vida de todos estos pacientes. En gran medida, es una enfermedad mal diagnosticada y con una calidad de atención que varía enormemente de un país europeo a otro. Eso se traduce en mayor coste social (0,2% del producto interior bruto, según un reciente estudio). Hacen falta programas que coordinen y mejoren la atención, insisten.
Eugen Trinka es, junto con Margitta Seeck, responsable del comité científico del encuentro, y ha dedicado el grueso de su carrera profesional al tratamiento y la investigación en el campo de la epilepsia. En una conversación al término de las sesiones, recordaba que la Organización Mundial de la Salud ha publicado este mismo año un extenso documento con recomendaciones sobre las mejores estrategias para hacer frente a la enfermedad y proporcionar a los pacientes la atención que necesitan. Lo hacen, además, sabiendo que «se calcula que hasta el 70% de las personas con epilepsia podrían tener la enfermedad controlada si fueran diagnosticados y tratados de forma correcta» y que, en caso contrario, la epilepsia puede incrementar entre dos y tres veces la mortalidad.
Desarrollo de nuevas terapias
Contar con diagnóstico y tratamiento correctos, confirma el especialista, permitiría a dos tercios de los pacientes vivir sin ataques. La comunidad científica sigue dedicando grandes esfuerzos al desarrollo de nuevas terapias para el tercio que muestra resistencia a los tratamientos disponibles, pero a la vez promueve la formación de la población y de los propios médicos para que la epilepsia se detecte y trate a tiempo con el objetivo de mejorar la calidad de vida y atenuar el impacto de la enfermedad, en los pacientes y en la sociedad.
Trinka recordaba que en un estudio internacional sobre cómo seleccionar el mejor de los 25 fármacos disponibles para la epilepsia en la actualidad, se ha visto que basta mejorar el modo de seleccionar los fármacos que se usan (ellos han diseñado un algoritmo que puede completarse en dos minutos) «puede hacer que la probabilidad de estar libre de ataques pase del 50% al 70%».
Respecto al empleo de medicación para el control de la epilepsia durante el embarazo, los expertos insisten -recordaba- en que la planificación de antemano informando al equipo médico es la mejor forma de evitar problemas a la madre y al futuro hijo, de la mano del médico y valorando las mejores opciones para cada caso.
«En realidad, la epilepsia no es únicamente una enfermedad sino un espectro amplio de condiciones con causas muy diversas, hay que buscar la causa subyacente y actuar sobre ella», indica.
Sobre su estrecha relación con el infarto cerebral, apuntaba que la prevención de las enfermedades cardiovasculares es también una forma de reducir el riesgo de epilepsia. El 25% de los ictus pueden cursar con epilepsia, de modo que la prevención cardiovascular es también prevención en este área concreta de la salud del cerebro.
En general, además de estos casos concretos vinculados al ictus, se estima que un 25% de las epilepsias pueden prevenirse con el control de la presión arterial, la diabetes y la obesidad, el tabaquismo y el consumo de alcohol, la prevención de las lesiones por traumatismo y algunas enfermedades infecciosas que afectan al cerebro.