Responsable de CSUR de Esclerosis Múltiple en el Hospital Virgen de la Arrixaca

José Meca: «Necesitamos biomarcadores específicos de cada tratamiento para predecir su efectividad»

“Las terapias orales son un reflejo de la incansable actividad investigadora en esta enfermedad”

“Podemos personalizar el tratamiento en función del pronóstico de la enfermedad”

“Con los inhibidores del receptor de Bruton o BTKi nos acercaremos un poco mas a la remisión completa de esta patología”

Luisa Villar: «Tenemos que conseguir terapias que ayuden a la neuroregeneración»

José Meca:
José Meca: "Necesitamos biomarcadores específicos de cada tratamiento para predecir su efectividad"

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Tras la llegada en 2011 de la primera terapia oral para los pacientes con esclerosis múltiple, han aparecido otras alternativas que han engrosado el arsenal terapéutico con el fin de aportarles una mejor calidad de vida. Se estima que en nuestro país cada año 20.000 pacientes con esclerosis múltiple se benefician de los tratamientos orales.

En los últimos años se ha avanzado mucho para conseguir que los tratamientos no sirvan sólo para espaciar los brotes o reducir la progresión de la discapacidad que provoca la enfermedad, sino para exigirles a las terapias disponibles que tengan efecto sobre la disminución de la atrofia cerebral y el deterioro cognitivo.

En este sentido, el doctor José E. Meca Lallana, neurólogo y responsable de CSUR de Esclerosis Múltiple del Hospital Clínico Universitario «Virgen de la Arrixaca» en Murcia afirma que «aunque con los fármacos orales se han roto muchas barreras que parecían infranqueables en cuanto a adherencia, conveniencia, tolerabilidad y eficacia no podemos ser conformistas, debemos elaborar estrategias para que estas fortalezas se mantengan y proponernos nuevos objetivos en eficacia y en la tolerabilidad».

PREGUNTA.- ¿Qué supuso la llegada del primer fármaco oral para el tratamiento de la esclerosis múltiple?

RESPUESTA.- Para los pacientes, sin duda, una mejora en su calidad de vida en relación a la vía de administración, ya que hasta entonces la mayor parte de los tratamientos se administraban de forma inyectable vía subctánea. Para los neurólogos un avance de gran calado, se consiguió tratar la enfermedad de forma más efectiva al garantizarse una mayor adherencia al tratamiento.

P.- ¿Qué han aportado los siguientes 3 tratamientos orales (Teriflunomida, dimetilfumarato y Cladribina)?

R.- Son fármacos diferentes con mecanismos de acción distintos y con características muy particulares en cuanto a su conveniencia en función de la evolución de la enfermedad. Comparten la vía de administración oral y son reflejo de la incansable actividad investigadora en esta enfermedad

P.- ¿Qué hemos aprendido durante estos 10 años de terapia oral?

R.- Las lecciones son innumerables. Se podría resumir en qué aunque con los fármacos orales se han roto muchas barreras que parecían infranqueables en cuanto a adherencia, conveniencia, tolerabilidad y eficacia no podemos ser conformistas, debemos elaborar estrategias para que estas fortalezas se mantengan (por ejemplo, insistir a los pacientes en la importancia de no perder dosis) y proponernos nuevos objetivos en eficacia y en la tolerabilidad.

P.- ¿Son todos los tratamientos orales válidos para cualquier tipo de paciente?

R.- No. Son tratamientos con diferentes perfiles de efectividad y seguridad. Esta es otra ventaja de los tratamientos orales, el clínico dispone de un abanico de opciones terapéuticas muy amplio y así puede personalizar el tratamiento en función de las características individuales de cada paciente y del pronóstico de la enfermedad en cada caso.

P.- ¿Qué retos hay aun por lograr con los tratamientos orales?

R.- Son varios. La tolerabilidad gastro-intestinal de alguno de estos fármacos debe mejorarse. Por otra parte, necesitamos biomarcadores específicos de cada tratamiento para poder predecir su efectividad y detectar precozmente cuando no están siendo útiles. Este último aspecto sería aplicable a todos los tratamientos en general.

P.- Se empieza a oír el concepto de «remisión» con algunos tratamientos, al igual que se utiliza con el paciente oncológico. Siendo una enfermedad que a día de hoy no tiene cura, ¿qué nos puede decir sobre esto?

R.- En algunos casos se consiguen remisiones muy prolongadas de la enfermedad, es decir, los pacientes permanecen sin brotes, aumento de discapacidad ni nuevas lesiones en resonancia magnética. Esto quiere decir que la instauración de un tratamiento adecuado consigue modificar la historia natural de una enfermedad muy grave y discapacitante. En la actualidad, es mucho más de lo que podíamos esperar hace 25 años, cuando la enfermedad era devastadora en la mayoría de casos, y lo más cercano a la «remisión completa» que se utiliza en Oncología. Debemos seguir trabajando en este concepto y con ese objetivo. No obstante, la realidad es que el neurólogo no debe dejar de revisar clínica y radiológicamente a sus pacientes para controlar el componente de imprevisibilidad que todavía tiene esta enfermedad.

P.- Se están explorando nuevos mecanismos de acción para seguir luchando contra esta patología. La mayoría de las Compañías Farmacéuticas están apostando por los inhibidores del receptor de Bruton (BTKi por sus siglas en inglés). ¿Qué sabemos de ellos? ¿Cuándo estarán disponibles?

R.- Son fármacos con un mecanismo de acción muy novedoso respecto a los actuales y que, además de mantener la eficacia en reducir los episodios de inflamación aguda, podrían tener un mayor efecto beneficioso sobre la inflamación crónica y la neurodegeneración. Considero que serán un pilar fundamental en el futuro tratamiento de la esclerosis múltiple y con ellos nos acercaremos un poco más a esa «remisión completa» a la que antes hacía referencia. En la actualidad hay en marcha varios ensayos clínicos fase 3 y los investigadores que estamos implicados en ellos comprobamos de primera mano su gran eficacia y buen perfil de seguridad. Los resultados preliminares son muy realmente esperanzadores. Resulta complicado establecer cuando podremos tener acceso a ellos en la práctica clínica, pero no es descabellado pensar que podremos incluirlos en nuestros algoritmos terapéuticos en 3-4 años.

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