Yolanda prepara el régimen del terror
Con sus cinco milicianas de Valencia en la calesera. La señora Ibarruri, Pasionaria según sus afectos, fue la Madre Teresa en comparación con esta comunista enrabietada, encaramada en el Gobierno gracias a la voluntad de Kerensky Sánchez. Anda esta Díaz de televisión en televisión de confianza, viajando también por provincias para constituir una base electoral que le propine un sopapo a su infame jefe de ahora mismo: el mencionado y aún presidente del Gobierno, Pedro Sánchez Castejón. Pertenece a un partido histórico que en sus ciento cuatro años internacionales de vida ya ha asesinado incluso a más personas que el malvado, el idiota, Adolfo Hitler. En este momento sus referentes son por este orden: el obeso dictador de Corea del Norte, Kim Jong-un; Candel, el avanzado discípulo de los Castro; el estrafalario criminal Maduro en Venezuela; el sinvergüenza falsificador, Daniel Ortega en Nicaragua; Castillo, el indigente intelectual, que no el indígena, en Perú; el bodoque leninista mexicano López Obrador, y hasta el dúo, ahora en clara regresión, Fernández-Kirchner en la depauperada Argentina. Antes de este grupo de indeseables, alguno claramente genocida, los referentes de Yolanda Díaz, la nueva Pasionera, fueron naturalmente Stalin, Ceaucescu, Honecker (¿han visto ustedes el desgarrador filme Horizonte de libertad?), Mao, Tito y toda una pléyade de dictadores que durante medio siglo sometieron al mundo entero, y más que nadie a sus propios pueblos, a una tiranía insoportable contra la que se rebeló primero Hungría, luego la desaparecida Checoslovaquia, y al final los estudiantes de aquella villanía estalinista que atendía por República Democrática Alemana.
Porque, díganme: si esta pléyade no es su antecedente histórico, ¿acaso lo serán Berlinguer en Italia o el moscovita Jacques Thorez en Francia? Espero que no se acuerden de nuestro Santiago Carrillo al que la generosa Transición Española le perdonó, y hasta olvidó, los casi tres mil inocentes asesinados de Paracuellos y otros tantos de la vecina Torrejón. Por cierto: ha pasado sin rememoración alguna el 81 aniversario de esas matanzas y la derecha se ha llamado andanas como si no fuera con ella. ¡Qué forma de asesinar de nuevo a los muertos! Ahora, Yolanda y las otras cinco políticas del cactus, quieren implantar, a nada que les dejemos, un régimen de absoluto terror en nuestro país de la mano de los terroristas de Bildu (¿acaso Otegi no lo ha sido?), los secesionistas imbéciles y ágrafos tipo Rufián («¡qué apellido el suyo!», diría Tierno Galván), y de compañeros de viaje, los peneuvistas, con los que guardan un solo punto de encuentro: el patológico odio a España. Lo mejor de este grupo de leninistas rabiosas es que no se tapan; o sea, que ya sabemos a dónde quieren ir y cómo se las van a gastar, lo peor es que la caterva de tontos que puebla este país (su primer Congreso tendrán que celebrarlo en la terrible Meseta castellana de Machado, porque ya no caben en sitio alguno cerrado) todavía insisten en que son una formación política respetable y que si gobiernan se someterán a los dictados de la Constitución. ¡Tararí con acento en la i! Cuentan además estas señoras de la hoz y el martillo con el auxilio de los sindicalistas de UGT, a los que nadie reprocha, ¡oh, corrección política! Sus albergues criminales de los treinta, y de Comisiones Obreras, dos centrales inútiles, incompatibles con el trabajo, a las que Díaz ha resucitado para que hagan de palmeros de su revolución pendiente.
Para la historia de la estética y de la bondad de este país ya no está sumado al rollo Pablo Iglesias, socio fervoroso de la Bildu etarra y ligado por parte de padre al FRAP que mataba a destajo antes y después de la muerte de Franco. Y han faltado a la cita levantina las ministras, ¡fíjense qué cosa!, Belarra y la citada Montero. Las informaciones es que no quieren oír hablar del liderazgo de la nueva Pensionera. Sánchez, que es un bobo en tres idiomas, es en realidad un rehén de las chicas del cactus; se las tiene que tragar a diario, porque si no su destino sería, como mejor ocupación, de recepcionista de las saunas gays de su suegro. Así que Díaz se ha subido al coche oficial para ir sembrando por doquier la nueva doctrina liberadora del pueblo oprimido, y, sobre todo, de las mujeres, muchas de las cuales, observadoras permanentes del estilismo femenino, se hacen cruces sobre el cambio en la vestimenta que ha experimentado la comunista desde que se llegó de Galicia: antes, dicen, parecía cuando allí perdió estrepitosamente las elecciones, una pordiosera del 15-M, ahora no sobraría en la Pasarela Cibeles o cómo se llame el escaparate de la moda española.
Y es que Yolanda y su cuadrilla, cariñosamente abrazadas ellas, quieren implantar en España la dictadura del proletariado para los demás, pero no para ellas, que, al fin, con los dineros del Erario que ya manejan, se lucen mejor ataviadas de Coco Chanel, o, por no hacer ascos al diseño hispano, de Adolfo Domínguez, que es lo que se me ocurre en este momento. Si estas mujeres mandasen no sería España, como canta la Zarzuela, una «balsa de aceite», sería una checa sometida a la ideologización de estas milicianas, acompañadas, eso sí, porque de mamporreros no molestan, de sus colegas de achuche. Todo lo escrito hasta aquí no es del adelanto de un membrillo, sino la pauta que ya se está siguiendo para que España se incorpore a la nueva internacional del comunismo más atroz. Una asociación que allí donde acampa, no deja resquicio alguno a la oposición, de forma que encarcela a los disidentes (Cuba es un ejemplo de estos días) y si es necesario les hace desaparecer. Esto es lo que nos promete la jefa de las milicianas chequistas a las que la derechorra española parece ignorar porque «¡Válgame Dios, cómo nos va a gobernar éstas!» Pues, entérense tontitos todos, españoles todos, por ese camino andamos.
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