Yolanda Díaz o la obsesión por liquidar al empresario
La única medalla que puede colgarse la pija comunista Yolanda Díaz, a la que no votan ni en su pueblo, donde la conocen bien, tras seis años en el Gobierno, es la que hace referencia a tratar de hacer la vida imposible a los pequeños, medianos y grandes empresarios.
En el fondo, se mire por donde se quiera, la ministra de Trabajo no deja de resultar una comunista con lentejuelas y mucho fondo de armario. Ni un buen gesto, ni una buena acción hacia el sector de la sociedad española que más riqueza y empleo crea. No lo pueden evitar, odian a los empleadores; son incapaces de entender una sociedad abierta donde necesariamente, en base al esfuerzo, el trabajo y el riesgo, se crea una desigualdad que es inevitable. Exactamente igual que en el Ministerio de Trabajo, la ministra es la ministra, el subsecretario, el subsecretario, y el conserje, el conserje. Algo de sentido común, aún más que la propia naturaleza.
Los empresarios, hartos de estar hartos, han dicho por boca de su presidente nacional, Antonio Garamendi, que el «monólogo social» choca directamente con un sentido gubernamental de negociación con las partes. De las tres, Gobierno, sindicatos y patronal, esta última pese a realizar el mayor esfuerzo, es la parte más débil. Porque Gobierno y sindicatos son prácticamente lo mismo. Ya sabemos de qué viven los llamados sindicatos de clases.
Lo que nadie se explica es cómo, tras seis años de desprecios, humillaciones y «saqueo», los empresarios de España no imitan a sus homólogos europeos cuando el poder político estira la soga en exceso. Plantarse de una vez por todas y a ver si esos que no han gestionado con éxito ni siquiera una mercería por cuenta propia se caen del burro.
Como añeja comunista, Díaz ni bueno, ni lindo, ni barato… ¿Se habrá enterado de que hace casi cuarenta años cayó una cosa llamada Muro de Berlín?
PD. El manifiesto de Cepyme, inédito en democracia, denunciando la operación derribo a los empresarios (al estilo del socialismo bolivariano, muerte por asfixia) llega demasiado tarde. Lo que significa que a los totalitarios hay que agarrarlos por el cuello a las primeras de cambio.
Como estará el tema, que los tradicionalmente cobardones empresarios para enfrentarse al poder político se han soltado la melena. ¡Nunca es tarde!