La voluntad torcida de manipular la verdad

La voluntad torcida de manipular la verdad

Cada vez que contemplas el panorama político nacional te topas con la mierda independentista que llevamos padeciendo ya demasiado tiempo, que se admite por la inconsistencia política de las fuerzas democráticas que se sientan en el Congreso y la insufrible coexistencia con formaciones que, desde las instituciones, cobrando de ellas, pretenden destruirlas y generar el caos en el que ellas gozan. Parece mentira tener que plasmar obviedades y recordar que la democracia y el Estado de Derecho se rigen por un marco de juego y unas reglas aceptadas por todos en las que, como no puede ser de otro modo, se organizan las formas, tiempos y condiciones para cambiarlas, de manera que, aquel que pretenda hacer cambios por otros sistemas, debería de encontrarse con el muro democrático y la defensa férrea de la misma.

El totalitarismo y el secesionismo se fundamentan en un incumplimiento y alteración unilateral de las reglas democráticas, imponiendo las propias al resto, con lo que, esa imagen buenista y lacrimógena que pretende dar no es más que una burda máscara de la realidad que encubre la creencia de que son una raza superior y el resto una panda de mangarranas sin inteligencia a los que se puede manipular a su antojo. Como en todo fascismo, el problema surge cuando, en lugar de combatirlo, los diferentes gobiernos aceptan pulpo como animal de compañía y se pliegan o regatean con ellos, hablando del problema o sentimiento catalán, sin aplicar la ley de forma rotunda por melindrosos cobardones incapaces de hacer frente a problema alguno. El sentimiento se combate con educación y con el diálogo sincero sin permitir la mentira, la política se resuelve con política; pero, cuando se incumple la Ley, sólo se puede resolver reponiendo la legalidad y persiguiendo a quienes la infringen, no valen los atajos o la confusión de caminos.

La historia de una nación la hace grande; su conocimiento, la hace libre y la defensa de la  ley la hace fuerte y, cuando, desde determinados sectores, se pretende revisar la historia, aplicando una sola de sus fuentes, cual es la “memoria histórica”, pero no se defienden con uñas y dientes las fuentes “documentales” mucho más objetivas, lo que subyace es una voluntad torcida de manipular la verdad, de cambiar la historia y de romper el pasado y, esa, es una tentación en la que se cae con demasiada facilidad en esta nuestra piel de toro. La defensa que hace Policarpo Sánchez, desde Salamanca, con la Asociación en Defensa del Archivo, que ha intentado ser manipulado por el PP, por el PSOE, vilipendiado por la canalla, sin que ninguno le haya prestado su apoyo sincero u obtenido su desaliento, es el exponente máximo de cómo una sociedad se defiende ante la agresión de los políticos que sólo buscan su rédito.

Que los “perritos sin alma”, con independencia de credos, ideologías o planteamientos sociales, hemos de defender la gloria de una nación que descubrió el mundo como lo vivimos, con gestas heroicas, hizo nacer los Derechos Humanos, con la defensa del indígena, cristianizó el mundo, dotándolo de cultura y de derechos, que de otro modo se hubiere perdido o no hubiéramos alcanzado y, todo ello, dejando la vida, la sangre, para defenderlo. Cuando escuchemos las soflamas rupturistas de esta gran nación, debemos dejar al margen las ideologías y defenderla; pues, en ello, nos jugamos el futuro, la libertad, y debe ser lo que nos mueva a defender la historia, la unidad centenaria de nuestra nación y, luego, ser de izquierdas, derechas o “mediopensionistas”, pero con un alma grande.

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