La urgente reforma de los derechos sucesorios a la Corona

La urgente reforma de los derechos sucesorios a la Corona

La única forma de mantener la supervivencia de las monarquías en los tiempos actuales es que, desde dentro de las mismas, se establezcan mecanismos de actualización a los tiempos que corren, ya que intentar mantenerse firmes en unas tradiciones que se convirtieron en obsoletas con el discurrir de los años es ir hacia una irrelevancia que las haga innecesarias. La adaptación es imprescindible para los integrantes de esa forma de Estado que muchos consideran anacrónica y que sólo gracias a su capacidad de ponerse al día podrá sobrevivir en el futuro.

Las familias reales eran hasta mediados del siglo XX muy amplias y los monarcas acogían bajo su paraguas protector a los padres, hijos, nietos, hermanos, sobrinos, e incluso primos y sus descendientes, quienes recibían unas generosas asignaciones de los reyes reinantes y vivían de ser parientes de los integrantes de la monarquía en grado más o menos cercano. Con el tiempo, esos círculos se fueron reduciendo quizá porque los ciudadanos se escandalizaban del derroche que esos gastos suponían al erario público y porque algunas Casas Reales vieron reducidas sus propias riquezas al finalizar la época colonial que tan pingües beneficios les proporcionaron durante décadas.

En España, tras la reinstauración de la monarquía en 1975, la institución de la Corona quedó reducida a los Reyes Juan Carlos y Sofía y a sus hijos, las Infantas Elena y Cristina y el Príncipe de Asturias. Los padres de Don Juan Carlos no eran Familia Real ni tampoco sus hermanas, las Infantas Pilar y Margarita: todos ellos formaron parte de lo que se dio en llamar familia del Rey y no tuvieron ningún tipo de asignación en los Presupuestos Generales del Estado. Pero al crecer las hermanas del actual Jefe del Estado y formar sus propias familias, Don Juan Carlos no las apartó del núcleo central de la Familia Real y mantuvieron sus derechos en la cadena sucesoria: doña Elena en el tercer puesto, sus hijos Felipe y Victoria, en el cuarto y quinto, doña Cristina, en el sexto, y sus hijos en el séptimo, octavo, noveno y décimo.

Tras la abdicación del anterior Rey y la proclamación del Príncipe de Asturias como nuevo monarca, Don Felipe decidió reducir el núcleo de la Familia Real, al que ahora pertenecen los Reyes Felipe y Letizia, sus hijas Leonor y Sofía y sus padres los Reyes Juan Carlos y Sofía aunque el título se mantenía de forma simbólica. Las hermanas del actual monarca y sus hijos pasaron a formar parte de la familia del Rey, un escalón inferior en el rango de la institución. Algo que no han llevado bien ellas, que piensan que han sido injustamente degradadas.

Sin embargo, tanto ellas como sus hijos siguen figurando en la cadena sucesoria  si, por un infortunio, la actual Familia Real desapareciera. Dejando aparte las escasísimas probabilidades de que pudieran reinar en unas circunstancias tan luctuosas, ¿tiene sentido que se mantengan esos derechos sucesorios de unos chicos y chicas que, en el caso de los vástagos de la Infanta Elena dan frecuentes motivos para pensar que no se lo merecen? Todos saben que se saltan sin justificación las normas legales vigentes por la pandemia, que obligan a todos los ciudadanos a permanecer en su lugar de residencia y no viajar por placer a otros lugares.

Las normas están hechas para todo el mundo y los primeros en cumplirlas escrupulosamente son los Reyes actuales y sus hijas. No es lógico, por tanto, que la Casa Real no tome medidas para actualizar sus leyes internas y corte de raíz la irresponsabilidad de quienes no merecen estar en esa cadena sucesoria al trono aunque sea una forma meramente simbólica. Lo contrario perjudica seriamente la imagen de la institución, algo que no se pueden permitir ni ahora ni nunca los Reyes Felipe y Letizia.

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