Urdanga, uno más entre los chorizos
Llevamos tiempo criticando la independencia judicial y poniéndola en tela de juicio —nunca tan bien dicho— y, como en el resto de la sociedad, en ella hay mucha, pero mucha, tela que cortar, muchas corruptelas, muchas indignidades que afectan al ciudadano, que ve cómo se dictan sentencias en las que, aceptando el daño, no se reconoce su indemnización, se llegan a conclusiones absurdas para salvar al jefecillo de la mafia local, se levantan los teléfonos para que uno u otro presione a Blas o Epi, en un sentido u otro. Pero, como sucede en la política o en la sociedad, no sólo hay mácula, no sólo huele mal, también hay mucha limpieza, mucha y habitual correcta aplicación de la Ley y actuaciones exentas de sombra y de estos no hablamos, no los loamos, no los destacamos.
En estos días, estamos asistiendo a diferentes sentencias que no estoy en disposición de valorar por no haberlas leído, pero que en su fallo —conocido por la prensa— ponen de manifiesto que la acción de la Justicia se produce con más o menos diferencia, pero auténtica aplicación de la Ley. En estos casos, a mí personalmente, me preocupa el impacto mediático que se produce en los magistrados actuantes, que son personas, y se ven sometidos a la presión de las diferentes mafias o lobby, así como a la manipulación que los medios pueden ocasionar al público y, por ende, a la tensión padecida por los magistrados. Es un asunto estudiado, es un impacto meditado, experimentado y acreditado que, ese golpe, tiene afección directa en la valoración judicial; pero, en la sentencia de D. Antonio del Moral, acogida por unanimidad de sus compañeros, no se observa que su mano tiemble, no se observa incidencia alguna de unos u otros miembros de esa presión inmediata o mediata.
Ahora sí, ahora podemos decir que en la Casa Real, en la política, en la sociedad, hay mucho delincuente, pues ya sí lo es el Sr. Urdangarin, ya existe una Sentencia ante la que no cabe recurso alguno y es establecida por el más Alto Tribunal, por los Nadales de la Justicia. Ahora comenzará, de manos de la ministra, una nueva tostada que preparar, que es la modificación de la instrucción para dejarla en manos del fiscal y evitar la instrucción judicial, toda una revolución que tiene muchos claros y oscuros, muchas cuestiones técnicas en pro y en contra, pero ¿qué vamos a esperar de una ministra que defiende a un delincuente —el Juez Garzón— al que ensalza y que actúa como abogado pese a sus antecedentes penales? Me genera una preocupación que se disipará, o incrementará, con sus actuaciones. Por ahora, sólo observación.
Al final, la reforma que deje en libertad a los ladrones, a los que no me place pagarles el hotel, pero consiga la recuperación de lo robado y el escarnio con trabajos a favor de la comunidad del delincuente, no parece que se tenga en mente. La modificación de las normas que permitan más recursos económicos y procesales, que oferten una mayor calidad de la Justicia, que la conecte con el Ministerio de Hacienda y de la Seguridad Social, con la Policía y la Guardia Civil y tenga más medios que estos para la persecución del delito, etc. no se observa, ni que se separen las decisiones judiciales de la mediática influencia de las plazas con más recursos procesales y alejamiento entre el medio y el decisor. La cárcel —en general— debe de ser para los violadores, los asesinos, los violentos.