Trump quiere marcharse de Ucrania

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«Ucrania ha desaparecido, ya no es Ucrania», dijo el candidato republicano Donald Trump en un evento de campaña en el estado clave de Carolina del Norte. «Nunca se podrán reemplazar esas ciudades y pueblos y nunca se podrá reemplazar a la gente muerta, tanta gente muerta», dijo el candidato republicano. «Si hubiésemos llegado a un mal acuerdo, habría sido mucho mejor. Habrían cedido un poco y todos estarían vivos».

La baladronada de Trump de acabar con la guerra en Ucrania «en 24 horas» ha encontrado una nueva concreción en las últimas horas con este discurso en el que ha dado razones al líder ucraniano Zelenski para que no le llegue la camiseta militar al cuello.

Desde el comienzo del conflicto, en ningún momento había quedado tan claro que el campo de operaciones esencial no está solo, o quizá principalmente, en Vuhledar o Pokrovsk, sino en Washington; nunca antes se había hecho tan evidente que esta guerra se ha convertido ya en un enfrentamiento entre la OTAN y Rusia en suelo ucraniano. Y una victoria de Trump en noviembre, entiende Zelenski, es el fin.

Por eso se ha arriesgado a cometer la injerencia más descarada en favor del partido, de la candidata, que le puede dar un balón de oxígeno en su desesperada defensa: presentarse en Estados Unidos en plena campaña electoral y reunirse con los demócratas en un estado absolutamente crucial para la victoria electoral, Pensilvania.

Y no es lo único que ha quedado claro en su discurso. También ha desvelado lo que todo el mundo sabía pero que resultaba poco diplomático decir en alto: la guerra es entre Estados Unidos y la OTAN y Rusia. Por eso puede decir que Norteamérica podría «haber llegado a un acuerdo con Rusia hace años, hace tres años, antes de que todo empezara. Y podríamos haber llegado a un acuerdo fácilmente, podríamos haberlo hecho fácilmente, si tuviéramos un presidente inteligente, podríamos haberlo hecho fácilmente. Pero, ¿qué nos queda ahora? Tres años de horribles combates. El país está absolutamente aniquilado. Millones y millones de personas, incluidos todos estos grandes soldados, están muertos. Esos magníficos edificios con torres doradas están demolidos y yacen destrozados».

Peor aún, Trump reveló que Estados Unidos está en el mismo origen del conflicto al «darle dinero y municiones a Zelenski como ningún otro país ha recibido hasta ahora». Dijo que Biden y Harris «provocaron esta situación con la estupidez de lo que dijeron, con cada movimiento que hicieron», al tiempo que repitió su declaración anterior de que Zelensky era el «mejor vendedor del mundo».

Todo en la guerra pende de las elecciones de noviembre. Trump ya había dejado clara su oposición a continuar regando de armamento y dólares -en cantidades nunca vistas- el conflicto más sangriento y peligroso de nuestro tiempo. Pero, quizá aguijoneado por la descarada maniobra prodemócrata de Zelenski, ahora ha hecho más explícita que nunca su postura.

En contraste con sus gobernantes, los ciudadanos norteamericanos son, en general, notoriamente indiferentes a lo que sucede fuera de sus fronteras y es poco probable que una posición en política exterior vaya a inclinar la balanza electoral en un sentido u en otro. Pero esta regla tiene claras excepciones: que las decisiones que se tomen no se traduzcan en una riada de ataúdes norteamericano, como sucedió en Vietnam, y que no supongan una sangría de millones que termine afectando seriamente a las cuentas públicas.

Lo segundo ya se da. Y, casi peor, ni siquiera hay un seguimiento serio del dinero para asegurarse de que los ucranianos lo gastan íntegramente en el esfuerzo bélico. Un informe de enero de 2024, el más reciente de una serie de publicaciones de vigilancia gubernamental, destaca las deficiencias en la supervisión de la ayuda estadounidense a Ucrania y las deficiencias tanto de la administración Biden como de las Fuerzas Armadas ucranianas para supervisar eficazmente las armas suministradas por Estados Unidos.

Según el informe, un 59%, o 1.005 millones de dólares, del valor total de 1.699 millones de dólares de armas designadas por EEUU enviadas a Ucrania, no fueron supervisados de acuerdo con las normas del Departamento de Defensa.

Uno de los regalos que ha pedido Zelenski en su última visita a Washington ha sido que la Administración Biden encuentre una fórmula para amarrar la ayuda bélica al bando ucraniano a perpetuidad, de forma que ni siquiera una victoria de Trump pudiera revertirla, hacer de la asistencia norteamerticaba a Kiev un vínculo «hasta que la muerte los separe». La muerte, como se han atrevido a decir Biden y otros políticos norteamericanos, del último ucraniano.

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