Calefacción

Adiós a la calefacción a 21º: los expertos piden que la pongamos a esta temperatura

calefacción 21º
Blanca Espada

Cada invierno cuando bajas las temperaturas, hacemos lo mismo casi sin pensarlo. Al volver a casa, si notamos que hace frío, encendemos la calefacción y subimos el termostato. Y lo normal suele ser ponerlo a 21º ya que siempre se dice que esa es la temperatura correcta. Sin embargo, esa no es una regla tan universal como parecía. Ni siquiera tan eficiente.

Varias voces especializadas llevan tiempo insistiendo en que ese número de 21º para la calefacción, repetido durante años como si fuera un dogma, no siempre funciona bien. A veces incluso empeora el ambiente interior. No por una cuestión de salud inmediata, sino por el efecto que tiene en la humedad, en el consumo y en cómo interpreta nuestro cuerpo el calor. Una casa puede estar a 21 grados y sentirse más seca que confortable, y otra, con menos temperatura, resultar mucho más agradable por cómo está equilibrada. Y ahí está el matiz que la mayoría pasamos por alto. El confort no nace de una cifra exacta. Tiene que ver con cómo responde la vivienda completa: las paredes, el suelo, las corrientes, el aislamiento e incluso el tipo de actividad que hacemos. Por eso los expertos, desde proyectos como Hogares Verdes y otros ámbitos de eficiencia, piden replantear esa costumbre que asumimos sin pensar. No se trata de vivir con frío. Se trata de ajustar mejor.

Adiós a la calefacción a 21º: los expertos piden que la pongamos a esta temperatura

Muchos especialistas coinciden en que uno de los errores más extendidos es calentar toda la casa por igual. Es algo que hacemos casi por comodidad, pero pocas veces nos paramos a pensar si realmente tiene sentido. Una vivienda no funciona como un hotel en el que todas las habitaciones se usan de manera parecida. Cada estancia tiene un papel distinto y, en invierno, eso importa.

En dormitorios, por ejemplo, no necesitamos temperaturas altas para estar cómodos. Con 15 o 17 grados es suficiente si la ropa de cama es la adecuada. En la cocina sucede al revés: la actividad y los electrodomésticos generan un calor que ya ayuda de por sí, así que mantenerla más baja no supone incomodidad. Y el salón, que solemos relacionar con largas horas sentados, sí pide un nivel un poco mayor, pero no tanto como solemos creer. Entre 18 y 20 grados puede ser más que suficiente.

Este enfoque por zonas, que hasta hace unos años sonaba complicado, hoy es relativamente sencillo gracias a los cabezales termostáticos y a los termostatos programables. Permiten ajustar cada habitación según el uso real y no según una norma general que no encaja en todos los hogares. Cuando se aplica durante todo el invierno, esa forma de distribuir el calor reduce el gasto sin que nadie tenga la sensación de pasar frío. Y, además, la casa se vuelve más estable, menos seca y más agradable.

Apagar o dejar encendida la calefacción

Hay otra costumbre arraigada que los expertos llevan tiempo intentando matizar. Durante décadas se repitió la idea de que mantener la calefacción encendida constantemente, aunque fuera a pocos grados, era más barato que apagarla y volver a encenderla. Puede sonar lógico, pero la práctica demuestra lo contrario.

Las viviendas pierden calor de manera continua, pero la velocidad de esa pérdida depende de la diferencia con el exterior. Cuanto más alta es la temperatura interior, mayor es el esfuerzo que tiene que hacer el sistema para mantenerla. Por eso, al dejar que la casa descienda unos grados por la noche o cuando está vacía, esas pérdidas se reducen. Y con ellas, el consumo total. Aunque al volver a encender la caldera parezca que trabaja con más fuerza, el balance final suele ser más eficiente que mantenerla constante todo el día.

Además, dormir con calor excesivo no es lo más confortable. La mayoría de personas descansa mejor entre 15 y 17 grados, siempre que dispongan de un buen edredón. Es una temperatura que sorprende a quien está acostumbrado a valores más altos, pero que acaba demostrando ser más agradable. Y para evitar la típica sensación de casa fría al despertar o al volver por la tarde, basta con programar el encendido unos minutos antes.

La temperatura que realmente recomiendan los expertos

Entonces, si 21º no es el número mágico que se repite desde hace años, ¿dónde está el punto óptimo para la calefacción? Las recomendaciones más recientes lo sitúan entre 19 y 20 grados para las horas de uso. Es una franja que mantiene un equilibrio razonable entre bienestar, humedad ambiental y consumo energético. No es fría, no reseca el aire en exceso y, en general, se adapta bien a la mayoría de hogares con aislamiento estándar.

En los momentos en los que la vivienda no está ocupada, esa cifra puede descender algunos grados sin que suponga un problema. El objetivo no es que la casa se quede helada, sino evitar un calor constante que no aporta nada. Es un cambio pequeño que, mantenido durante todo el invierno, puede reducir de forma notable la factura energética.

En resumen, el debate de la calefacción no va tanto de subir o bajar un número como de entender cómo funciona realmente el confort en una vivienda. Ajustar por zonas, dejar que la casa respire y no empeñarse en mantener 21 grados pase lo que pase son gestos sencillos que marcan la diferencia. Y, según los especialistas, suficientes para despedirse de esa cifra que parecía intocable.

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