Tres fotos abyectas

Marlaska

La primera fotografía abyecta de esta semana fue la de un gentío engrasado con el dinero de la droga mortal jaleando a unos asesinos que acababan de matar a dos guardias civiles y dejaban gravemente herido a un tercer agente.

La segunda se dio con Sánchez llegando a gala de los Goya en Valladolid en un presunto Falcon -que es el nuestro- y con un esmoquin alquilado (se le notaban hasta las rurales costuras). Llegó pertrechado por el infame y pícnico Almodóvar, que un día prometió largarse de España si ganaba la derecha y que sigue en el país engordando cada día más con los diezmos y primicias que le abona la izquierda; ello mientras las familias de los acribillados y el público de bien de Barbate -que es casi todo el pueblo- se estremecían de llanto ante el brutal atentado.

La tercera foto fue la de la resistencia heroica de la viuda de uno de los guardias asesinados, que se negó a que el réprobo Marlaska impusiera una condecoración (los muertos no disfrutan con medalla alguna) en el féretro. Marlaska forcejeó para lograr su objetivo de aparecer como cómplice del dolor general, cosa que no consiguió, algo que nadie se tragó. El ridículo fue de tal dimensión que hoy mismo debería estar de nuevo en su casa, de la que nunca debió salir, para satisfacción de todos los españoles.

Tres fotos abyectas que reflejan cada una de ellas y por sí solas una sorprendente e inicua realidad. A saber, ésta: los narcotraficantes dotados de medios que ni Tom Cruise en sus misiones imposibles gozan asombrosamente del amparo de unos infectos vecinos paniaguados que han cambiado el mísero salario del paro por el parné letal de la droga. Además, el felón Sánchez ha demostrado en este episodio poseer la misma sensibilidad humana de un bidé, y eso poniéndola por lo alto.

A él le tenemos fichado todos los españoles, un poco más, desde luego de lo que conocemos a los actores y gestores de los Goya, que no pronunciaron, con los cuerpos aún calientes de los guardias asesinados, una sola palabra de asistencia y ánimo a los deudos asestados de un dolor inmenso. Ellos, siempre dispuestos a denunciar hipotéticas carencias y miserias de la derecha, omiten o disfrazan las de la zurda, una constancia que debería llevar a no otorgar un euro público a estos desalmados, menos aún a la televisión gubernamental convocada para pasar la palma por el lomo al despreciable okupa de La Moncloa.

No es de extrañar, que, consciente el país de este comportamiento, el 90% de las películas made in Spain que se proyectan en el país tenga una acogida pésima, a pesar de haber sido pagado sustancialmente con nuestros impuestos.

La tercera realidad antedicha es la de un Cuerpo, la Benemérita, que se está jugando la vida contra los nuevos terroristas del Sur y de la patógena coca, como antaño la expusieron sus antecesores y colegas que caían como pulgas a manos de las 9 milímetros parabellum de los criminales, hoy socios de Sánchez. A los chavales vestidos de verde ejecutados por la banda se les enterraba bochornosamente de incógnito, no fuera a ser qué… A estos guardias de ahora se les rescata ya cadáveres de una zódiac veraniega en tanto que la jauría aplaude a los asesinos, nunca en los años de plomo de ETA, los que protagonizaron los ahora conmilitones de Sánchez, viose mayor crueldad ni mayor grado de indignidad.

Un pasaje personal de este cronista: el pasado lunes paseaba por los alrededores del Ministerio del Interior, donde dos guardias protegían el Ministerio y la casa del réprobo Marlaska. Les transmití con emoción sincera: «Mi sentido pésame, gracias por todo». Eran la dos de la tarde y uno de ellos, que al decir llevaba en el puesto desde las ocho de la mañana, me confesó: «¿Puede usted creer que es la primera persona que nos dice algo como lo que ha dicho usted?» Literalmente. ¿Dónde está el amparo y la piedad de los españoles ante los agentes que cuidan de nuestras vidas? Sencillamente repugnante, casi tanto como Sánchez y Marlaska juntos.

Los tres componentes de esta realidad que hemos fotografiado secundan una conclusión: la droga nos está ganando. Interior rebate esta percepción cierta con la estadística verdadera o cierta de los miles de kilos aprehendidos, pero oculta la susodicha indigencia de medios que sufren nuestros guardias y policías a los que se envía al Campo de Gibraltar con un cuchillo jamonero en la mano para combatir contra milicias de narcos armadas con la más moderna munición, con los instrumentos más precisos. Ya se ha dicho que el inútil de Marlaska (eso es lo menos que se le puede llamar) hace algún tiempo que dejó a nuestros guardias y policías en paños menores y, ante el gozo de los delincuentes, liquidó a la escuadra de élite preparada específicamente para impedir el arribo a España de toneladas de estupefacientes.

Nunca este todavía ministro ha dado la menor explicación sobre esta penosa decisión. Él todos los miércoles, en las inanes sesiones de control al Gobierno, de forma gritona, despavorida y colegial, esgrime cifras que no pueden ocultar la verdad de la que se lamentan los buenos habitantes de aquella zona española: los narcos nos están ganando; es más, han convertido aquellos pueblos en reductos o zulos donde se ocultan centenares de camellos que son los mejores colaboradores de los asesinos.

A Marlaska ya no le basta con forcejear para cubrir de medallas los féretros de los mártires de la droga; a su jefe y a él mismo les retrata (estamos hablando de eso) la indignidad de estar riéndose, en pleno luto, rodeando la de la jauría de artistas de un cine español que nadie ve, a no ser que un genio como Juan Antonio Bayona acuda a la historia y componga un filme que relate una tragedia en carne -nunca mejor dicho-viva de unos supervivientes en los Andes.

Las tres fotos: la del jolgorio de unos indeseables festejando a unos criminales, la de Sánchez embutido en un esmoquin de alquiler y la de su ministro Marlaska acosando como una verdulera histérica a una pobre mujer que no le quería cerca de su marido muerto, son síntoma de una España muy enferma. No exageramos, como diría un castizo «esto es lo que hay».

Lo último en Opinión

Últimas noticias