Toda la verdad sobre el futuro de Pedro Sánchez
Usted se ha asomado a leer este artículo porque piensa que puedo darle pistas sobre el galimatías que tiene montado el PSOE. Lo cierto es que resolver la ecuación no sería complicado si las incógnitas no bailasen, se disfrazasen y camuflasen. Lo lógico sería pensar que el futuro de Sánchez se encuentra en ese lugar recóndito de la memoria, donde será recordado como aquel chico que apareció, intentó pactar con la derecha (C’s), dijo que intentaba pactar con la pseudoizquierda y desapareció. Otras versiones contarían que Pedro fue aquel elegido por la militancia y derrocado por los barones y baronesa, el mártir sacrificado. No faltará quien le tenga en sus pensamientos por haber sido el perdedor sistemático de elecciones, mal de todos los males, con permiso de Zapatero.
Todas las opciones serán válidas. Porque la historia cada cual la escribe y la reescribe como le viene en gana y almacena en su mente los datos que le parecen más acertados. Basta con leer el diario que considere más fiable para consumir las mentiras del sabor más agradable. En gustos, ya sabe. Pero en el menú parece que Pedro no es el plato recomendado. Los que actualmente creen que dirigen el PSOE —me da igual que sean los críticos o los criticados, los golpistas o las víctimas— son impredecibles. Tan pronto cambian de ideario como de bando o de chaqueta —ya saben: pasaron de la pana al cuero para terminar vestidos como directores de oficina bancaria— por lo que no es sencillo predecir en qué consistirá el siguiente episodio de esta novela negra. Por el momento, el protagonista en la historia no parece estar muy afectado a juzgar por su buena cara —quién diría que podría sonreírse cuando acaban de coserle a uno a puñaladas—. Lo mismo le sucede a su subalterno, Luena, que caminaba feliz y pizpireto después del golpe que le asestaron.
Por eso, porque esta gente responde ante las adversidades de una manera que pocos comprenden, es difícil vaticinar dónde terminarán. Más de uno de los sanchistas ya anda probándose el traje de sevillana, hablando con acento andaluz y practicando la cara de asco que va a ponerle a Pedro cuando se crucen por los pasillos del Congreso. Porque Sánchez va a seguir siendo diputado, que su escaño es suyo y no se lo quita nadie. Ya sabe usted aquello de «Rita, el escaño que se da no se quita». Quién sabe si habrá primarias, porque en la era del susanismo se vota por telepatía y se asiente por aclamación. Es el nuevo y último modelo de democracia. Se manifiestan las votaciones levantando el culo de la silla y aplaudiendo muy fuerte con cara de fervor cuando la lideresa aparece en escena.
Si algo extraño pasase y alguien pudiera elegir, quizás Pedro el mártir obtendría suficientes apoyos como para seguir dando la batalla. Pero lo dudo. Porque ya sabe usted aquéllo de «donde no hay justicia es un peligro tener razón» y ahora que el madrileño cuenta con más cariño que antes entre los votantes, tiene más papeletas que nunca para desaparecer del mapa —político—, porque aquí todavía no tenemos el efecto Corbyn.