La suerte de tener a Pedro

Pedro Sánchez, Begoña Gómez

Antes de comenzar, deben imaginar al protagonista con una túnica maravillosa de perlas bordadas, apretándola contra su pecho: «Yo lo merezco. Esto no es sadismo, nada de paráfrasis sospechosas». Por estar circunscrita a un lugar situado más allá de las fronteras de la civilización, escribiré esta historia -vigente y verdadera- en pasado. Ciertas descripciones aparecerán desvirtuadas por mi nerviosismo al abarcar a una figura tan grandiosa, de encanto tan singular, capaz de lanzar hechizos que han hecho estremecer hasta la misma Von der Leyen. Es fundamental para la comprensión total de este texto conocer el rito de embalsamamiento del antiguo Egipto, según el cual se insertaban pétalos en las partes sexuales de los cadáveres para purificarlos. Todo muy normal y, a la vez, inquietante. Pero, sobre todo, no pierdan de vista la clave musical: la ironía.

Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales, quiso llegar a la excelencia por esa vía diferente que definía sus implacables principios. Fue difícil averiguar que control+c y control+v  eran las opciones más eficaces para copiar y pegar; pero Pedro lo consiguió, alzándose en doctor por la Universidad de la Mentira. El día que defendió su tesis, pidió que se instalara en la sala una canasta de baloncesto. Su enorme poder de persuasión impidió que el tribunal se negara y, puesto que no sabía nada de lo que aquellos folios que él firmaba contenían, hizo primero una tabla de flexiones y, guiñándoles un ojo, se giró de pronto realizando un lanzamiento en salto, otro en suspensión, un gancho, un palmeo y, finalmente, un magistral lanzamiento de tres puntos. Ya era Cum Laude.

Su complexión atlética estaba decorada por una permanente sonrisa retadora. Aquel joven concejal del ayuntamiento madrileño encontró el poder casi sin quererlo. Su talento, su visión clara del concepto gobernar, su formidable capacidad para liderar y sus discursos le daban una autoridad moral y política indiscutible que, antes o después, tenían que hacerle destacar. Dio el salto al Congreso en 2009, ocupando el escaño de Pedro Solbes. Iba forjando su gran proyecto para la nación, que aspiraba a cambiar la vida social, ética y económica del país. A estas virtudes, añadió pronto sus profundas dotes como humanista, dejando por escrito el testimonio de su capacidad para la reinvención y su espíritu resiliente en su archiconocida obra, Manual de Resistencia. Este legado se convirtió en una fórmula sacramental y en una suerte para la historia de la literatura universal.

En julio de 2014 ganó las primarias del PSOE, sucediendo a Alfredo Pérez Rubalcaba. Otro hito en su carrera sucedió en 2018, al convertirse en el primer presidente investido tras ganar una moción de censura. Esta forma de alcanzar el poder por una vía alternativa a la voluntad de la mayoría del pueblo se convirtió en su verdadero «manual de resistencia». Su amor por el poder era fabuloso, auténtico, sin fisuras, sin condiciones. Nunca el amor de un ser humano fue más puro y clarividente. Si en este primer caso, se convirtió en presidente del Gobierno español gracias a la fórmula tan española del acoso y derribo, después utilizó el falsete de fondo oriental fabuloso. Se alió con todos los enemigos de la causa, acostándose reiteradamente con la propia Traición, con tal de preservar a ese amor tan verdadero. Se abandonó a la misa negra, él podía otorgar el perdón a los pecadores.

La ley de eutanasia, la ley de vivienda, el reconocimiento del Estado de Palestina, la ley del sólo sí es sí, su cambio de postura con el Sahara, la ley de amnistía y un largo etcétera fueron pececitos que nadaban en el acuario de su despacho. Este fogoso corcel también se metía de vez en cuando en la malla de un ser mortal y fingía querer a la hembra que le hacía parecer un humano normal. Sentada en el banquillo de los acusados, con una cierta virilidad básica, en un amago de demostrar dignidad y equilibrio, la mujer de Pedro hizo las delicias de la flagelación: «Soy inocente. Sólo quería estar a la altura del dios. Soy virgen, soy santa, soy como la bella aurora. Compasión, por favor. España también tiene la suerte de tenerme a mí».

Se cumplen ahora diez años desde que comenzó esta historia. Excelente escritor, orador fulgurante, de personalidad formidable, creador de una nueva moral, de un nuevo patriotismo, héroe trágico si hace falta, protagonista absoluto de una particular realidad paralela, supo quitarle valor a la tradición, a la verdad y a la coherencia, poniéndole cara a esa nueva enfermedad social del siglo XXI: el perverso narcisismo. Ciertamente, qué suerte tenemos de tenerte, Pedro. ¡Por diez años más!

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