La sucia vieja política de toda la vida
Unidos Podemos hizo con la Ley Electoral General (LOREG) lo mismo que Nicolás Maduro con la democracia en Venezuela: saltársela. Así lo certifica el Tribunal de Cuentas, que saca los colores tanto a los populistas como a sus confluencias en el último informe de fiscalización. Los representantes de estas formaciones sólo se sienten agraviados cuando las trampas las comenten los demás. No obstante, se permiten el lujo de incurrir en constantes irregularidades para dopar económicamente sus respectivas campañas electorales aunque dicha actividad esté terminantemente prohibida por la LOREG. Pura «nueva política». La coalición entre los morados e Izquierda Unida no sólo se dejó en el limbo un millón de votos en las elecciones generales del pasado 26 de junio, también 566.166 euros sin pagar a los proveedores. Sólo este hecho ya define a la perfección la capacidad gestora y el sentido de responsabilidad y equilibro para con las cuentas: tan solo disponían de 1.870 euros para cubrir medio millón. Si esto lo hacen con su propio dinero, ¿qué no harían con el de todos los españoles? Sin embargo, la gravedad de los hechos va mucho más allá.
Unidos Podemos utilizó fondos que «tuvieron lugar fuera de la contabilidad electoral fiscalizada». O lo que es lo mismo: engañaron y adulteraron las reglas de los comicios al usar dinero de otras cuentas sin control para cubrir sus dispendios de campaña. Una cascada de infracciones que también tuvieron como protagonistas a sus partidos satélites: En Marea en Galicia, En Comú en Cataluña y A la Valenciana. Incluso, en la documentación remitida por Unidos Podemos se detectó una factura de 423,50 euros emitida a nombre del Ayuntamiento de Leganés (Madrid) que se abonó con cargo a un colectivo que no concurrió a las generales. De ahí que cada monserga de Pablo Iglesias sobre la «ejemplaridad», la «austeridad en campaña» y la «transparencia» no sean más que palabras huecas en discursos fatuos. Las mismas que cimientan la dialéctica de un partido que, día tras día, demuestra que es todo lo contrario a lo que pregonan. Peligrosos, ya que no sólo se creen sus mentiras sino que además las utilizan para tratar de convencer a los ciudadanos.