Simón recurre a argumentos peregrinos para no admitir la evidencia

Simón recurre a argumentos peregrinos para no admitir la evidencia
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Para justificar la diferencia abismal entre el número de muertos oficiales por coronavirus (28.315) y las 43.000 personas que han muerto en los últimos meses, según el sistema de cálculo de exceso de mortalidad (MoMo), el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias (CCAES), Fernando Simón, se ha justificado diciendo cosas tan peregrinas como que «no sabemos si ha habido un gran accidente» (7 de mayo) o que puede tratarse de «personas con infartos o ictus que hayan tenido miedo a acudir a los hospitales por temor a un contagio».

Vamos a ver: si ya era un delirio el argumento de que un accidente desconocido estuviera detrás de la diferencia de fallecidos confirmados y fallecidos reales (es difícil que un accidente causara miles de muertos y no nos enteráramos), eso de que quien sufrió un infarto o un ictus no acudiera a un hospital por miedo al contagio es una boutade impropia de alguien encargado de coordinar las alertas sanitarias.

Simón parece empeñado en buscar causas de muerte distintas a las del coronavirus para congelar el número de fallecidos. Sería más honesto y sin duda más científico reconocer que la diferencia entre los 28.315 muertos oficiales por coronavirus (con prueba de diagnóstico PCR) y los 43.000 que reconocen todos los organismos está, precisamente, en las miles de personas que murieron en las residencias de mayores o en sus domicilios sin que se les realizaran test. Murieron por coronavirus, pero no hubo confirmación oficial. Eso es lo sensato, lo honesto y  riguroso: admitir que los muertos de más lo fueron en su inmensa mayoría por el virus.

Lo otro, echarle la culpa a un supuesto accidente de dimensiones colosales en los que murieron miles de personas sin que tuviéramos conocimiento de la tragedia o parapetarse en un supuesto como el de que quienes sufrieron infartos o ictus no acudieron al hospital es no admitir la realidad. A Simón hay que exigirle responsabilidad, sensatez y criterio. Sus excusas son surrealistas y, por tanto, habría que pedirle transparencia y cordura.

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