Sánchez reivindica al Fraga de 1966
Tras seis años de ejercicio ilimitado y abusivo del poder, lo de la «regeneración democrática» de Sánchez suena a cachondeo discontinuo, a una nueva falsedad para consumo de apesebrados, incapaces de quitarse las orejeras antidemocráticas.
«Generalidades, declamaciones y frases enlatadas… Eso fue todo lo mollar del plan de regeneración sanchista presentado el pasado miércoles en el Congreso de los Diputados». La afirmación no es del columnista que sucribe, sino de un veterano colega afiliado de siempre a la socialdemocracia, asustado ante el cariz fascistoide que ha tomado el sanchismo por mor de una esposa llamada Begoña Gómez.
Manda ironías que a estas alturas de su vida política la obsesión del presidente del Gobierno sea «vacunar la democracia», cuando ha quedado ampliamente demostrado que él solito es capaz de poner al sistema constitucional en cuarentena. Y, ¿todo por qué? Porque la prensa libre (no la apesebrada) ha cuestionado y cuestiona las más que sospechosas andanzas de la mujer con la que duerme. El gran problema de Sánchez desde que está en la vida política es Sánchez. Incapaz de encajar una crítica y de contemplarse a sí mismo como lo que realmente es: un truhán, un enorme truhán encaramado al poder como si estuviera pegando tiros en «El Álamo».
En su evasiva huida hacia ninguna parte se aferra a una Ley de Medios impulsada por la Unión Europea (UE) y que, como casi todo bajo su mandato, pretende subvertir en beneficio propio. Lo hará, lo ha hecho siempre, con el dinero que es del contribuyente pero que se apropia con un absoluto descaro y sinvergonzonería. Cómo será el tema que ni sus socios más fervientes están dispuestos a transitar por esa senda abocada al fracaso desde el minuto uno.
Sánchez y su régimen repugnante (amnistías a los ladrones de los ERE y echar al olvido que hubo otros ladrones que con dinero público intentaron perpetrar un golpe de Estado contra la democracia) lo que pretenden es castigar a los que informan sobre las corruptelas de su familia; esto es, que sea más grave dar información veraz sobre Begoña y su hermano que injuriar al Jefe del Estado.
Viene a copiar la famosa Ley Fraga de 1966 pero, oiga, con 1.200 millones de euros para tener contenta a su brigada brunete particular, cuyos componentes están en la mente de cualquier lector medianamente informado.
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