Sánchez nos lleva a la ruina: un Gobierno incompetente

Sánchez nos lleva a la ruina: un Gobierno incompetente

Todos los datos económicos publicados durante esta semana dibujan un panorama todavía más desolador que el que ya preveíamos, aunque en gran parte habíamos venido anunciando. Estos datos -caída de la economía y desempleo- son pésimos, pero su peor cara es la que todavía no ha aparecido, que no es otra que la del futuro que nos puede esperar si no se abre de inmediato la economía. Con los planes del Gobierno de mantener atada la actividad económica, con el propósito de que abran los hoteles durante más de dos meses sin que se puedan mover los turistas nacionales a lo largo de España, y con el tope que impone al comercio y hostelería, especialmente a esta última, de aforo, que hace inviable su rentabilidad, todo apunta a que estos datos publicados no son más que el triste prólogo del desastre y que impedirán una recuperación fuerte y robusta, condenándonos, después de la caída de 2020, a un largo estancamiento, por mucho que la vicepresidenta Calviño venda una recuperación en uve asimétrica, que ojalá que se produjese.

Si esos datos recogen el efecto de quince días de cierre productivo por decreto, ¿qué magnitud tendrá la caída de la economía y del empleo cuando el segundo trimestre englobe por completo el freno que se le ha impuesto a la actividad productiva? ¿Hasta dónde va a caer el PIB? ¿Y el empleo? A buen seguro que en el segundo trimestre la cifra de retroceso del PIB puede rondar entre el 12% y el 17%, con una pérdida añadida de puestos de trabajo. Si la destrucción de empleo no ha sido mayor se debe a que el Gobierno ha estrangulado más a las empresas prohibiendo el despido, a lo que hay que sumar la anestesia que se deriva de los ERTE’s, en los que están afectados más de cuatro millones de personas, muchas de las cuales pueden acabar en el paro si la situación no mejora.

Ante esto, el Gobierno no hace nada. Se queda cruzado de brazos, esperando que el encierro resuelva por sí mismo el problema sanitario, mientras lleva a la ruina a la economía española, que generará un grandísimo problema de supervivencia en los españoles. Si el Gobierno se niega a reabrir la economía, muchas familias pueden empezar a pasar hambre, máxime cuando el pago de las prestaciones por ERTE no llegan a los afectados y los empresarios no pueden seguir soportando todos sus gastos, sin ingresos para su sustento. No sirve de nada que la ministra Montero diga que los servicios públicos de empleo están tramitando las prestaciones tan rápido como pueden. No basta con anunciar liquidez si ésta después no llega. Eso no es suficiente, pues las personas tienen que comer todos los días. El Gobierno debe agilizar dichos pagos y la liquidez y permitir que la actividad económica vuelva a la normalidad, sin adjetivos.

Debe realizar test masivos a la población que permita que el grueso de los ciudadanos vuelva a trabajar. Debe dotar de liquidez ilimitada a las empresas para que puedan aguantar tras este proceso de cierre, y no con las limitaciones y burocracia que han hecho que hasta ahora sólo se hayan tramitado poco más de 25.000 millones en avales, sólo el 25% de lo prometido. Debe generar confianza para que la inversión y el consumo vuelvan a despegar. Y, para ello, debe reabrir la economía sin esperar más, con ciertas precauciones -la primera es realizar los test-, pero con determinación.

Sin embargo, el Gobierno sigue sin un plan eficiente para salir de esta terrible situación, sino que muestra todo lo contrario: incompetencia en la gestión sanitaria que se extiende a la gestión económica, sin dotar de liquidez suficiente a las empresas para que resistan y condenando al turismo, al comercio, a la hostelería y al ocio al cierre de una gran parte de sus establecimientos. Muchos no abrirán porque el cierre impuesto los habrá asfixiado, al no llegar la liquidez a tiempo. Y otros no podrán abrir porque con las limitaciones del 30% del aforo en hostelería, cafeterías y bares, y la imposibilidad de que durante dos meses el turismo nacional pueda existir, así como el cierre sin horizonte del turismo internacional, condena también a los hoteles a la quiebra.

En medio, la desvergüenza de la vicepresidenta cuarta, la señora Ribera, contra los hosteleros, que ha llegado a decir, en relación con las quejas de este sector, que “quien no se sienta cómodo, que no abra”. Mal está que no sepan gestionar y que estén provocando la ruina de España, pero peor está todavía que se rían de los empresarios y trabajadores a los que les cuesta mucho llevar un plato de sopa a casa y que el Gobierno, con esa restricción, les condena a la miseria. No se trata de comodidad, sino de imposibilidad de cubrir ni siquiera los costes fijos con esos porcentajes de ocupación establecidos por el Ejecutivo. Si los miembros del Gobierno no son competentes, al menos deberían ser educados y respetuosos, pero se ve que la señora Ribera ni lo uno ni lo otro.

En miles de años, la Humanidad ha pasado por todo tipo de innumerables guerras, pestes, pandemias, epidemias, atentados y desastres naturales. Hasta el coronavirus, nunca, jamás, se ha cerrado por completo toda la actividad, y mucho menos de la manera y forma letales en las que el Gobierno español las ha llevado a cabo y en las que pretende mantenerlas con su plan de reapertura, que ellos llaman de “desescalada”, ni en la antigüedad ni en los últimos cien años; nunca. Se sirve el Gobierno del miedo que, lógicamente, tiene la población ante la saturación de la sanidad por la imprevisión del Ejecutivo y las cifras horribles de fallecimientos y contagios, para imponer una paralización completa de la actividad económica y el empleo y una reactivación lentísima que será la puntilla de la economía española, mientras se niega a realizar test masivos y a reabrir la economía, que nunca debió cerrarse de esta manera. Fueron malos previsores ante la enfermedad y ahora son pésimos gestores para la economía. Están condenando a los españoles a un empobrecimiento por decreto, al desempleo forzoso, a la ruina provocada.

No se trata de perder el tiempo en los ensayos de renta mínima clientelar que quiere poner el Gobierno sobre la mesa, sino que se trata de dejar que empresas y trabajadores produzcan, porque, si no, con toda la gravedad y tristeza provocada por el coronavirus en el ámbito sanitario, va a ser todavía mucho peor el drama humano en términos de paro, hambre e incluso mortalidad por empeoramiento de condiciones de vida y servicios sanitarios, lo que va a suceder en el ámbito económico si se siguen los planes del Gobierno. No se puede seguir así. El Gobierno tiene que hacer test masivos y ayudar a que se puedan tomar las precauciones necesarias, pero al mismo tiempo tiene que dejar abrir ya por completo la economía o el desastre está garantizado, y de eso será el Ejecutivo total y completamente responsable, porque habrá sido incompetente y nos habrá llevado a la ruina.

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