Rueda de prensa de Montero en Sevilla

Montero

Se abre el telón y aparece María Jesús Montero sentada en un taxi con un chaleco antibalas encima de un mono de camuflaje, un espadín de gala y un tocado de plumas que perteneció a un oficial austríaco de la Primera Guerra Mundial, regalo de Reyes de su jefe. Habla por teléfono: «Yolanda, por favor, no te apuntes al populismo fiscal. Lo hablamos tranquilamente el sábado, Cristina Álvarez me ha confirmado la fiesta de pijamas en Moncloa. Ahora te dejo que estoy llegando».

Es una soleada mañana invernal en Sevilla. Baja del coche nerviosa, algo incómoda con el espadín, pero mantiene su sonrisa impertérrita. Tropieza con un adoquín de la vieja calle San Vicente. Sevilla es lo que tiene, que es muy antigua y poco progresista, ni siquiera las calles están preparadas para sus tacones, que relucen en rojo resplandeciente, contrastando con el mono de camuflaje, haciendo juego con el color de sus rizos. «Todo está al rojo vivo», dice mientras alterna el dedo índice y el corazón, intentando disimular el ridículo de su tropiezo.

Sin poder evitarlo, el tocado de plumas cae al suelo. Un funcionario se acerca a recogerlo. Montero se lo agradece con un «quiero poner en valor la dignidad de este gesto, prometo darte un sueldo digno». Entra en la sede del PSOE andaluz. Pregunta por la secretaria general de Comisiones Obreras de Andalucía, con la que estaba citada para dar juntas una rueda de prensa. «¿Dónde está Nuria?», dice tocando la empuñadura de ébano tallado del espadín.

Otro funcionario, impresionado por la imagen guerrera de la ministra, se bloquea mentalmente y le contesta: «Excelencia, ha huido». Montero cambia el gesto y, con agresividad, le espeta: «Vale que desde la Junta vayan a intentar tumbarme por tierra, mar y aire; de hecho, por eso vengo así de preparada; pero que ustedes también me bombardeen me parece una infamia». Nadie se atreve a moverse. Un valiente da un paso adelante y le informa de que la secretaria general de CCOO ya había comparecido y se había ido a suprimir la sociedad capitalista.

En realidad, Montero prefiere hablar sola. Se dirige, con paso de ataque, a la sala donde va a tener lugar la rueda de prensa y dice elevando la voz: «Ya estoy atrincherada, que pasen los periodistas». Mientras van entrando en la sala, un miembro de su equipo grita: «¡Se sienten, coño!», y, con paso redoblado, les hace entrega de divisas de mando, con estrellas de cuatro picos (brigada, división, cuerpo y ejército), diciéndoles que son regalos de la ministra, que quiere crear una atmósfera pacífica para contrarrestar el enorme deterioro general y el populismo fiscal derechista.

Montero, como nueva secretaria general del PSOE andaluz, informa de que los perceptores del salario mínimo interprofesional sin cargas familiares van a tributar por primera vez en el IRPF. Asimismo, les comunica que el choque con su socia Yolanda ya está suavizado y que iban a celebrar la reconciliación con una fiesta de pijamas, en Moncloa. Varios periodistas piden intervenir, pero ella exige silencio y concluye: «No van a poder tumbarme, porque soy buena, soy de izquierdas y soy progresista». Se desmoviliza la sala. Fin de las hostilidades armadas por esa mañana. Cae el telón.                              

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