Qué error, ¡qué inmenso error!

Qué error, ¡qué inmenso error!

Recuerdo esta frase que se hizo famosa. Qué error, ¡qué inmenso error! Era el titular de un periódico en pleno tardofranquismo. Corría el mes de julio de 1976 cuando el Rey Juan Carlos eligió de entre la terna propuesta por el Consejo del Reino a Adolfo Suárez. El transcurso del tiempo y la Historia se encargarían de desmentir este titular tan rotundo y, a la vez, tan equivocado. Era la opinión de egregios personajes como Arias Navarro, que acaba de dimitir como Presidente del Gobierno, o de José María de Areilza, que se creía ya designado por el Rey, o de Silva Muñoz y Lopez Bravo, que entraron en la terna, y por supuesto del propio Manuel Fraga o Antonio Garrigues, que habían quedado fuera de ella. Todo el establishment político consideraba un error inmenso esta decisión del entonces joven monarca, muñida y auspiciada a la sazón por el Presidente de las Cortes y del Consejo del Reino Torcuato Fernandez Miranda; un asturiano, Catedrático de Derecho Político, que tenía al Estado en la cabeza.

Por segunda vez Sanchez perdió una sesión de investidura en la Carrera de San Jerónimo. ¿Ha sido esto un error de la Camara? La estulticia de la negociación entre el PSOE y Podemos no tiene parangón. No creo que una Vicepresidencia y tres o cuatro ministerios tengan la culpa. Entiendo que no. Es un abismo distinto el que les separa para alcanzar un Gobierno de coalición. Es algo más profundo lo que les une y a la vez les divide, un cóctel cargado de ego y de estupidez. Mirémoslo de otra forma. Sanchez no quiere en La Moncloa un caballo de Troya en su Gobierno que ora le controle, ora le desmienta, cada viernes en las ruedas de prensa tras el Consejo de Ministros. Y Pablo Iglesias preferiría cortarse su ínclita coleta antes de renunciar al poder . Pero olvida que su estrella está en declive y su mensaje de indignado victimista se diluye como un whisky on the rocks con 40 grados al sol de este tórrido final de julio.

Probablemente, en septiembre se alcance un acuerdo, y todo ello a pesar de los inconvenientes que sin lugar a dudas supondrá la diada catalana y que asimismo se halle próxima a recaer la sentencia del juicio a los independentistas catalanes. Ciertamente no me cabe duda que Rufián empeñará todo su esfuerzo en soluciones rufianescas que beneficien el pacto y debiliten al Estado. Para él, como para el resto de los indepedentistas instalados en las poltronas del Congreso y Senado o en los Gobierno autonómicos y caciquiles y en los ayuntamientos sediciosos, cuanto peor para el Estado democrático, mejor para ellos. Su deslealtad no consiste en obtener la independencia valiéndose de un régimen liberal y monárquico que les ampara, sino en el hecho mismo de su felonía prolongada en el tiempo para disfrutar sine die de sus bicocas y privilegios.

Veremos qué ocurre tras la canícula en pleno veranillo del membrillo. Pero hay algo que no deja de apesadumbrarme estas noches de estío observando las estrellas en la sierra del Guadarrama. Converso con mi amigo Carlos Peñaloza y me pregunta, ¿qué hemos hecho mal para que los ciudadanos de nuestra generación tengamos políticos como estos? Nosotros, que de jóvenes ilusionados votamos la Carta Magna del 78. Esta que sin duda ha dado tantos frutos y estabilidad a España. Yo le respondo: «Es la Educación». 40 años son dos generaciones educadas en la demagogia y en la falta de respeto a los valores constitucionales. A su compresión y entendimiento. A confundir el Estado con el interés propio y partitocratico. Sr. Sánchez – dice Iglesias-, deme usted al menos las políticas activas de empleo… –y sus fondos, claro–. Deme el Ministerio de Hacienda y el de Trabajo y la tele, a ser posible.

Lo siento, señores diputados, ustedes representan una ciudadanía desmemoriada de su Historia y amnésica de axiología política. De su pasado y futuro. Pero, por favor, tengan cuidado con los impuestos (causa real de las revoluciones), pues en breve los ciudadanos españoles, clases medias y trabajadoras trabajarán para una monarquía post comunista y podemita en que cada currante empieza en enero y acaba en septiembre, trabajando solo para pagar la factura que nos enviará Irene Montero desde su chalet de Galapagar. Cielos, ahora entiendo por qué la Sierra del Guadarrama resulta tan estimulante…

  • José F. Estévez es abogado y filólogo.

Lo último en Opinión

Últimas noticias