Apuntes incorrectos

¿A que Abascal tiene bastante sentido común? Yo creo que sí

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El domingo 17 de enero el diario El Mundo publicó una gran entrevista con Santiago Abascal, el líder de Vox. Un poco antes lo había hecho ABC, también este ilustre refugio abierto y liberal donde escribo, OKDIARIO, y la verdad es que, en los tiempos que corren, en los que las omnipotentes redes sociales de Estados Unidos impiden al que hasta la semana pasada fue el presidente del país, Donald Trump, el acceso y la comunicación con sus millones de seguidores, este gesto ordinario presidido por la profesionalidad cobra enorme importancia y mérito. Igual que en América con Trump, la prensa progresista y todas las cadenas de televisión importantes de España, que son las que cuentan y las que adocenan con su sectarismo a la opinión pública, han dibujado a Abascal como a Satán. Como un enemigo de la democracia y un peligro para la concordia civil.

En realidad, lo que ha hecho Abascal y su partido Vox desde que nació es representar y dar eco a todos aquellos a los que había dejado huérfanos el Partido Popular bajo la presidencia del melifluo señor Mariano Rajoy, que sentía aversión por la ideología y que ha eludido siempre todos los charcos posibles, ya desde que sustituyó como ministro de Educación a Esperanza Aguirre en el primer Gobierno de Aznar. Así son los gallegos. O algunos genuinos como el registrador de la propiedad. Sí, ya sé que el señor Rajoy evitó la intervención de España por Bruselas después de la crisis de 2011, que saneó el sector financiero y que reformó modestamente el mercado laboral. Todos ellos han sido grandes sucesos, pero me parece que no suficientes para rendirle una pleitesía total. Dejó al PP hecho unos zorros, consintió hasta el último momento la tragedia que se urdía a diario en Cataluña, y sólo reaccionó como los semovientes cuando ya no queda más remedio, con la vara, a lomos del rey Felipe VI y de su discurso fastuoso del 3 de octubre de 2017.

Todos estos hechos están implícitos en la entrevista de Abascal, en la que afirma con razón que su partido ha llegado para señalar lo que piensan muchos españoles sobre una inmigración que viene llamada por un estado de bienestar elefantiásico y que abusa del sistema de protección social; sobre un estado de las autonomías que ha multiplicado hasta el extremo los cargos públicos y el gasto suntuario sin demostrar todavía fehacientemente su contribución al bienestar general  y el grado de confort que proporciona a los ciudadanos al menor coste posible; sobre una Unión Europea ahora providencial, pero regularmente demasiado invasiva e intervencionista; o sobre un sistema electoral que otorga privilegios inaceptables a partidos pequeños, que finalmente acaban resultando sobre representados, y que ha instaurado la dictadura de los nacionalismos de toda laya que amenazan cotidianamente la unidad de España y la vertebración del país.

Para poner fin a estas desgracias, sería preciso un cambio de Gobierno que sólo ocurrirá si el PP y Vox llegan a un acuerdo, pero estas entrevistas llegan unos meses después de la moción de censura contra Sánchez en la que Casado decidió romper totalmente amarras con Vox de mal modo, insultando a Abascal sin necesidad y dificultando enormemente la posibilidad de la conciliación. Es una pena porque la última encuesta publicada por OKDIARIO refleja que una coalición al estilo de España Suma, que agrupara al PP, a Vox y a lo que queda de Ciudadanos estaría en condiciones de obtener una mayoría absoluta mayor que las que cosecharon Aznar y después Rajoy.

Ya antes del debate de la moción de censura, Casado dio muestra de sus novedosas intenciones defenestrando como portavoz del Grupo Parlamentario a Cayetana Álvarez de Toledo, y a continuación ha indicado que su propósito es volver a centrar el partido, que es justo lo contrario de lo que prometió cuando venció las primarias con la promesa de recuperar sus señas de identidad. Como no nací ayer, centrar el partido significa escorarlo a la izquierda con el vano propósito de sumar apoyos de los descontentos con la deriva irracional del ayuntamiento social comunista de Sánchez e Iglesias. Pero esta es una tarea imposible. Jamás ocurrirá. Esta maniobra estratégica nunca gozará de las bendiciones de los que reparten el carné del progresismo, ni de sus eventuales destinatarios.

Esto es algo que tiene muy claro el señor Abascal, que en la citada entrevista en El Mundo declara: «Casado se equivoca de enemigo -al atacarnos-. Y por muchos esfuerzos que haga por ser progre, la izquierda ni le va a perdonar ni le va a aceptar». Para mí estos son verdades que van a misa. Y les pondré un ejemplo, sólo uno más de los múltiples que podría citar. El pasado 16 de enero, el día que el partido de Ángela Merkel, la CDU, eligió a su sucesor, el señor Laschet, un sedicente centrista, el diario El País, que oficia como la lengua vernácula del Gobierno, se congratuló sin disimular la euforia, pero a continuación soltó su píldora inevitable: «Que la fuerza conservadora alemana haya optado por la senda centrista y europeísta constituye una buena noticia. Ojalá -en su interés y en el de las democracias europeas- otros partidos de la familia, el PP español en primera fila, apostaran de verdad por la misma senda de moderación que tanto rédito ha dado a la CDU».

Esto último se lo podrían haber ahorrado, pues ningún medio de comunicación progresista apoyará nunca a la CDU, ni tampoco a la derecha española, aunque lo determinante de estas especulaciones esotéricas y cínicas es la referencia inexorable al PP, la navajada correspondiente. No hay editorial ni comentario en la televisión sectaria de turno que no acabe con una cuchillada al partido de Casado. Naturalmente, cuando el actual presidente del PP abominó de Abascal, todos los corifeos izquierdistas de la nación se conjuraron y emitieron una salva de aplausos. Pero eso fue un instante momentáneo, un rápido orgasmo por haber conseguido una pequeña victoria, después de tanta diatriba.

Al día siguiente todo fue convenientemente olvidado y guardado en el cajón. Para esta tropa de energúmenos insaciables, el PP de Casado sigue siendo un partido facha indigno de estar al frente del Estado. Como siempre. Por estas circunstancias que refiero resultan más patéticos los esfuerzos de Casado y de su lugarteniente, el señor García Egea, por ser honrados con el báculo progresista. Con su aprobación inmarchitable y sagrada. No lo conseguirán en ningún caso, ya se bajen los pantalones hasta los tobillos.

Es una desgracia, como dice Abascal, que el PP haya decidido ser un adversario de Vox en lugar de un eventual socio, como por otra parte sucede en Madrid, en Andalucía o en Murcia. Y también que el empeño de Casado por separarse groseramente de Abascal haya transformado lo que podría ser una colaboración fructífera y rentable en una confrontación que sólo puede beneficiar la política disolvente que practica el social comunismo de Sánchez e Iglesias.

Algunos ‘peperos’, los democristianos, los ‘marianistas’, los ‘feijooistas’, los llamados moderados parecen apoyar, según dicen las encuestas, el giro brusco de Casado durante la moción de censura de Vox. Pero como bien explica Abascal, si el tercio restante de sus seguidores incómodos con el vuelco estuviera dispuesto a plasmar prácticamente su desacuerdo con esta nueva normalidad, si ese tercio de votantes del PP decidiera cambiar de opción, en estos momentos Vox sería uno de los partidos más importantes del país. Creo que no le falta razón ni que convenga hacernos trampas en el solitario.

Me parece que Abascal tiene otras opiniones muy plausibles. Se opone radicalmente a la posibilidad de un nuevo confinamiento -que sería económicamente devastador-, apuesta por más hospitales y es obvio que da en la diana cuando afirma que el enemigo común de la derecha debe ser el Gobierno de Pedro Sánchez y sus secuaces, que engañan, que mienten y que trabajan constantemente para impedir cualquier alternativa a sus políticas nauseabundas.

Desde este punto de vista, pienso que el señor Abascal está muy cerca de la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que padece sin reposo las embestidas de la acorazada monclovita. Por eso creo que si el señor Casado se plantea debilitarla -estando al frente de un Gobierno frágil y dependiente del Ciudadanos del vicepresidente Aguado, que es un desleal-, así como impedir por todos los medios que lidere el partido en la Comunidad apuntaría una señal más de que, tal y como sugiere el líder de Vox, hace un tiempo que el presidente del PP y su valido García Egea han emprendido el camino equivocado, impulsando un cambio estratégico destinado a obtener una rentabilidad claramente negativa.

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