Pronóstico económico para el inicio del verano

Pronóstico económico para el inicio del verano

La temida deuda pública sigue haciendo de las suyas en nuestro país, galopando y rozando el 100% del PIB. Después de los tirones de orejas por haber incumplido reiteradamente los objetivos de déficit público, Bruselas irá prestando cada vez más atención a este revés de nuestras finanzas públicas que excede en demasía de aquel 60% sobre el PIB pactado como condición del plan de estabilidad. La deuda, como hemos indicado en anteriores ocasiones, engorda a golpe de déficit. En tanto no seamos capaces de poner freno a la hemorragia deficitaria, nuestra deuda pública irá creciendo. El problema no consiste sólo en detener su hinchazón sino en cómo rebajarla.

Hasta que no obtengamos superávit, algo que los más optimistas prevén para dentro de unos cuantos años —digamos que en 2022 o 2023, aunque uno tiene sus serias y fundadas dudas al respecto a la vista de la evolución de nuestras cuentas públicas—, no podremos empezar a cancelar y liquidar tímidamente la deuda pública contraída. Como consuelo, no somos el único país europeo endeudado o superendeudado. Italia, Grecia, Portugal… en fin, el sur de Europa y la misma Francia se encuentran en un trance similar. De momento, uno hace más o menos caso omiso a esos cantos que llegan procedentes de las remozadas filas gubernamentales advirtiendo de lo que serán flores y rosas para el gasto público: pensiones a perpetuidad indexadas al IPC e incluso a otras referencias, sanidad universal, eliminación de copago sanitario, adiós a las barreras de peajes… a lo que se tiene que agregar el colapso inmigratorio que exige sostener monetariamente.

Todo eso conllevará un aumento de mayor o menor enjundia del gasto público y el déficit podría agravarse. Bruselas ya da a entender que estará vigilante a la evolución de nuestras cuentas para evitar que se descarríen. Y los españoles, entretanto, vamos mentalizándonos sobre subidas de impuestos venideras que de una forma u otra nos azotarán. Mientras ese ambiente prosocial es el que se respira por la capital, desde la madrileña calle de Alcalá el Banco de España ofrece su perspectiva para la economía en este año de 2018, fundamentalmente para su segundo semestre. Las pautas que establece nuestro banco central son como una especie de hoja de ruta que permite saber hacia dónde nos dirigimos y cómo lo hacemos. De entrada, la buena noticia, hablando de pronósticos, es que nuestro Producto Interior Bruto, o sea, nuestra economía seguirá en 2018 en la ola ascendente y lo hará con un crecimiento del 2,7%.

De hecho, ese porcentaje de crecimiento, punto arriba punto abajo, está en línea con el pronosticado por la mayoría de organismos y departamentos de estudios, dando a entender que el animoso crecimiento del 3% o superior de estos años atrás empieza a desvanecerse. Eso quiere decir que la economía española en 2018 pierde aceleración, al igual que está ocurriendo en la mayoría de países de la Eurozona, y el panorama pinta a peor, sin ser necesariamente malo, en cuanto se otea que el PIB en 2019 crecería al 2,4% y en 2020 lo haría al 2,1%. Por ende, nuestro tirón económico irá perdiendo potencia y por más que se argumente en pro de la tendencia expansiva de las nuevas medidas fiscales —las que ya están y las que se esperan—, aquella quedaría contrarrestada por el precio del petróleo que sigue con su escalada y dando al traste con los supuestos de base que sirvieron para formular el cuadro del escenario macroeconómico.

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