La ‘policía’ Cifuentes no es el ladrón

Sin Cristina Cifuentes no habría Operación Lezo. Así de sencillo. Aquéllos que intentan convertirla en partícipe de cualquier tipo de irregularidad —por acción u omisión— o no conocen el caso o simplemente están predispuestos a hacer el ridículo, desprovistos de argumentos y demasiado henchidos de oportunismo político. Fue la propia presidenta de la Comunidad de Madrid la encargada de llevar hasta la Fiscalía la corrupción del Canal Isabel II en julio de 2016. El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, definía con acierto este mismo martes la situación política que el Partido Socialista y Podemos intentan provocar en Madrid: «No se puede solucionar en despachos lo que no se ha conseguido en las urnas». Carentes de la mayoría necesaria —y también de las razones— la moción de censura que trata de impulsar Sara Hernández con el apoyo de los populistas parece una acción desesperada por mejorar la paupérrima situación de su partido en la región —el PSOE está en caída libre según todas las encuestas— más que un ejercicio de coherencia.
Socialistas y podemitas caerían en el quiero y no puedo ante una realidad incontrovertible: Cifuentes es la ‘policía’ en todo este caso, no el ladrón. Tanto es así que la imagen de la dirigente, lejos de verse afectada por la entrada en prisión de su antecesor Ignacio González, es un valor al alza dentro y fuera del Partido Popular. Si cuenta con el apoyo y reconocimiento de los ciudadanos, cansados hasta el hastío de la corrupción, es debido a su firmeza ante esta lacra. Cuando la actual presidenta tomó las riendas del PP de Madrid no sólo dejó claro que se iniciaba «un tiempo nuevo de tolerancia 0» en la lucha contra las irregularidades, sino que también tuvo la suficiente altura política como para reconocer que en el partido de Génova 13 «nos ha faltado humildad y nos ha sobrado corrupción». Una postura que, más allá de las palabras, sobre todo ha demostrado con actos, que es la mejor manera de hablar en política. Tanto Podemos como el PSOE deberían hacer lo mismo: mirar hacia dentro con honestidad antes de dar lecciones de puertas para fuera.