Un poco más sobre el «negro» de Vox

Un poco más sobre el «negro» de Vox

Qué cómoda vive la gente con sus estereotipos y cómo se altera cuando la realidad se los estropea. Te tienes que reír con el enfado que llevan algunos porque el demonio con rabo de “extrema derecha” de Vox esté representado en Cataluña por un joven odontólogo (algo) negro de Sant Cugat. En su afán por demonizar a este partido, una derecha más a la derecha que la derecha (¿se acuerdan cuando el PP era de “extrema derecha”?), le atribuyen por defecto el ser racista. En su marco mental, el que plantea reticencias con las actuales políticas de inmigración es porque necesariamente es enemigo de los desfavorecidos. Y los negros siempre lo son. Y los negros deberían saberlo

Bernat Dedéu es un tipo con más retranca que la que pudo traslucirse la noche del debate sobre el desarrollo de las elecciones en TVE este domingo pasado. Se santiguó metafóricamente porque «el primer diputado negro que presidirá un grupo” fuera “de ultraderecha», cosa que consideraba “un fracaso inmenso». Ignacio Garriga se lo tomó un poco a la tremenda asegurando que «hay medios que siembran odio, que se dedican a manipular, a generar confrontación…» y que, “sin duda alguna hay tertulianos que son activistas políticos perfectamente instalados». Desde luego, Bernat Dedéu es un activista por la independencia, del tipo que no es capaz de ver su propia responsabilidad en el crecimiento del decidido nacionalismo español como reacción al golpe de septiembre del 2017. Un activista al que por lo menos yo no he escuchado defender el derecho de cualquier partido a exponer sus ideas sin tener que sufrir agresiones como las pedradas de -estos absolutamente “ultras”- la CUP. Para él, la entrada de Vox en el Parlamento catalán es «una desgracia» para Cataluña sin más, sin que los desmanes del independentismo hayan tenido que ver.

Pero que señalase la incongruencia entre su color de piel y su adscripción política tiene una carga que no se le podría haber escapado. Es bien sabido que las “minorías” sólo pueden sentirse bien bajo el paraguas de la izquierda. Esta polémica me hizo recordar al político holandés Pim Fortuyn. Antes miembro del partido socialista, se dedicó a la crítica liberal de su anterior partido. Como su denuncia de los lugares comunes de la izquierda, o a impulsar una política de gestión inspirada en el mundo empresarial que exigiese rendimiento al funcionariado y a la burocracia. Era abiertamente homosexual y católico convencido, cosa que descolocaba a la izquierda.  Afirmaba que, en nombre de la democracia, se recortaban los derechos de las propias minorías. Según él, tenía menos derechos como gay en el 2002 que en los años 80 porque los partidos de izquierdas accedían a políticas pacatas para contentar a los musulmanes. Defendía que el aumento de una subcultura islamista suponía un peligro para los valores democráticos de los Países Bajos. Fue asesinado por izquierdista Volkert van der Graaf  durante la campaña electoral de 2002. Pues bien, señalo todo esto porque, aunque acusado de racista, su segundo de a bordo era un joven negro oriundo de Cabo Verde, Joao Varela, de quien decía que sería el nuevo Ministro de Inmigración si ganaba las elecciones. Hay racistas que se empeñan en no serlo y por ello los progres de izquierdas se sienten muy frustrados e indignados. Por ello los expulsan de la vida social y política. De las universidades y de los medios de comunicación. Muchas veces les “cancelan”. Y, a veces, les matan.

Pero los “nacionalprogreístas” pueden expresarse como buenamente les apetezca porque están más allá de la crítica. Dedéu ya publicó un artículo en ElNacional.cat titulado “El negro de Vox” en el que llamaba a Garriga “el clon ennegrecido de Santiago Abascal”. Y le llamaba negro y no “persona racializada” porque es un término que considera (ahí tiene razón) que sólo usan los cursis hoy en día. Pero que no se le ocurra a uno de derechas hablar así.

Lo último en Opinión

Últimas noticias