Pingajos sin pinganillo

Pingajos sin pinganillo
Pingajos sin pinganillo.

Isabel Díaz Ayuso, que hace de líder de la oposición y de líder de la oposición a la oposición, resumió en diecisiete segundos lo que pasa con el independentismo: nadie tiene bemoles, ni escaños, ni querencia por la nación, para cerrar el grifo que riega de chantaje y podredumbre a un Estado que no sabe ya cómo capear el temporal de ignominia que se le avecina. Digo Estado como eufemismo de los dos partidos (uno es el de la presidenta de la Comunidad de Madrid) que hasta ahora vivían tranquilos y cómodos de pagadores útiles de un nacionalismo que siempre juega la baza victimista como vía más corta hacia el dinero.

Saben en el separatismo más señero que con la independencia se acabaría el parné, empezarían las deudas y ya no habría opresión falsa a la que acusar de los males sociales y económicos de una región que disfrutó de la opulencia bajo el franquismo, cuando la burguesía catalana, hoy aliada del autoritario procés, medró en el paraguas proteccionista de la dictadura. La misma burguesía que lleva desde Borrell II, conde de Barcelona en el Medievo, viviendo a Rolex y a setas, pero siempre decidiendo lo que hay que hacer, ya fuere en el Majestic o en Waterloo.

Sin grifo igual sigue el chantaje, pero se lo pagarían ellos, desde su BOE independiente y nacional, en el que los impuestos y pensiones ya dependerían de los mismos que han condenado a Cataluña a la ruina y a Vascongadas a ser un territorio heredado por los hijos ideológicos del terrorismo, que acabarán gobernando bajo el silencio que las pistolas impusieron de manera vil y cobarde con el plácet de la otra burguesía económica a la que el bipartidismo también pastoreó. Ambos nacionalismos, metástasis de una democracia catatónica, descubrieron un día que ir de víctima salía más a cuenta que ser valiente, y ahí siguen. La salida al mal llamado conflicto, que sólo existe desde su perspectiva dictatorial y xenófoba, reside en el bloqueo económico que desde el Estado central se le debe hacer al golpismo y separatismo. Pero hace falta que los dos principales partidos del país lo entiendan. Sin pasta, no hay paraíso.

Causa desasosiego e indignación, hastío y molestia, ver a Puigdemont y Ortuzar parlamentando en el retiro veraniego e invernal que el primero se ha levantado, como buen prófugo, allí donde la justicia interviene poco o nada. Lo hicieron en el español perfecto que manejan, sin pinganillo ni traductores, porque el paripé en las Cortes no se hace por la defensa concreta de una lengua, sino para que se oficialice de cara al mundo que hay naciones en España al margen de la única nación. Ni Fichte, padre de la nación cultural, lo hubiera pergeñado mejor.

Ahora, con la entrada de diputados que reclaman hablar lenguas que casi nadie habla, se alcanza ya el máximo permitido de idiocia parlamentaria. Todo es opresión e invento, donde el agravio constituye la eterna falacia con el que el político mediocre justifica su existencia.

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